Música
“Diomedes Díaz cometió errores, pero hay que recordar es su música”: Élder, hijo del cantante, habla en SEMANA del legado de su padre
Este 22 de diciembre se cumplen diez años del fallecimiento del llamado Cacique de La Junta. Élder Dayán Díaz es uno de los ocho hijos del artista vallenato que ha seguido sus pasos en la música.
Este 22 de diciembre, Élder Dayán Díaz habla con nostalgia. Hace diez años, previo a una presentación en Santa Marta, su madre lo llamó en medio de la angustia para replicar, al otro lado de la línea, lo que había escuchado en las noticias: que Diomedes Díaz, su padre, había fallecido.
Élder no dio crédito. “Hacía poco, mi padre había lanzado un disco. Había tomado un nuevo impulso en su vida. Quería seguir haciendo música. Y creí que eran solo habladurías de la gente”, cuenta el cantante y compositor, uno de los 21 hijos que tuvo el Cacique de La Junta y que siguió sus pasos en la música vallenata.
A ese padre famoso lo conoció a los 14 años, cuando entró “en rebeldía” y desoyó los consejos de su madre, quien le repetía que no era buena idea buscar a Diomedes. Que él nunca les había hecho falta en la vida. Pero, en su corazón, Élder sentía que no, que deseaba ser músico como él.
Por esos días, Élder había comenzado su carrera, luego de que su mamá lo motivara a participar en concursos de talentos en la ciudad de Bucaramanga, donde creció. En ese camino, fue elegido para ser el cantante de una orquesta de música tropical liderada por el acordeonero y músico cucuteño Miguel Avendaño ‘El Motilón’.
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Nacido en Fundación, Magdalena, Élder ya cuenta con un álbum de estudio, Ya llegó, lanzado en 2006, que incluye canciones que se convirtieron pronto en éxitos radiales en la Costa Atlántica colombiana como Me complicas la vida, Ya llegó y Cómo hago.
El próximo año lanzará su segundo trabajo discográfico.
De esos recuerdos y del reto de mantener vivo el legado de su padre, el artista conversó con SEMANA.
SEMANA: Hoy, 22 de diciembre, justo se cumplen diez años de la muerte de su padre. ¿Cómo lo recuerda usted?
Élder Díaz (É. D.): Estoy orgulloso de llevar su sangre y llevar su dinastía y legado en los hombros. Lo conocí cuando tenía 14 años. Nací en Fundación, pero mi mamá, siendo muy niño, me trasladó a Bucaramanga, buscando alejarme de ese mundo de presentaciones y conciertos de mi papá.
Y cuando él venía a presentarse no me permitían ir. Pero me dio la rebeldía y le dije a mi mamá que yo lo quería conocer. Y la oportunidad se presentó una vez que él cantó en la ciudad y, contrariando a mi familia, me fui a verlo en el show. Lo vi por primera vez en una tarima. Luego me fui a Barranquilla, donde él vivía con su esposa de entonces, para conocerlo en persona.
Y desde el comienzo me acogió, empezó una relación muy buena. Y con el tiempo hasta compartimos escenarios. Incluso, una vez yo le ‘presté' a mis músicos, cuando los de él no le alcanzaron a llegar.
SEMANA: ¿Cómo fue ese primer encuentro con su papá?
É. D.: Fue muy especial. Yo me había acercado a Betsy, su esposa de ese momento. Y a través de ella pude llegar a mi papá y a mi familia paterna. Me le acerqué cuando a mi papá lo operaron a corazón abierto en Bogotá.
Llegué a la clínica, me le presenté, le dije quién era y ella tuvo la generosidad de entender mi historia. Yo creía que, por ser una cirugía muy riesgosa, podía quedarme sin conocerlo. Y, cuando mi papá estuvo de regreso a Barranquilla, ella me invitó. Y ese día lo conocí, estaba temblando de la emoción, pero él me recibió como si nos conociéramos de toda la vida. Había seguido su carrera, tenía montones de fotos y afiches, compraba videos de sus presentaciones.
SEMANA: ¿Cómo tomó Diomedes el hecho de que usted también se dedicara a la música?
É. D.: A él le gustaba que sus hijos siguieran ese camino. Me decía que yo era muy bueno y que un día sería grande como él. Esas palabras las tengo grabadas en un video y han sido inspiración para hacer este camino como cantante. Heredé de él su energía en tarima. Y, claro, mucha gente no escapa de hacer comparaciones; muchos dicen que canto como mi papá, sobre todo con 26 de mayo y Mi biografía, las canciones que más me gustan de él porque narran su vida.
SEMANA: Con su hermano Martín Elías, ya fallecido también, usted tuvo una gran relación...
É. D.: Fue una relación de cariño, pero sobre todo de admiración. Martín fue un gran baluarte de la música vallenata y de la dinastía de nuestra familia. Iba por un gran camino, y solo Dios decidió qué hacer con su vida.
Tengo una responsabilidad el doble de grande, pero la he asumido porque siento que debo preservar el legado de los Díaz. Martín fue el primero que me recibió cuando me acerqué a mi familia paterna, en Valledupar. Y desde el principio, cuando yo no era nadie musicalmente, me brindó su apoyo. Yo era mayor que él dos años y hasta sus últimos días me apoyó. Decía en tarima, con orgullo: “Este es mi hermano”. Pocas semanas antes de morir, dijo una frase que aún me estremece: “Cuando yo me vaya, él es el que va a quedar”. Las dijo en Murillo (La Guajira).
SEMANA: ¿Cómo fue vivir ambos duelos?
É. D.: Es una tristeza que nunca se va. Las dos muertes me tomaron por sorpresa. Mi papá recién había sacado un último trabajo discográfico. Yo estaba en Santa Marta y tenía una presentación en Turbo, Antioquia. Me entero porque mi mamá llama. Le dije: “Eso es mamando gallo. La gente lo está matando para que se venda más el CD”. Pero, qué va, cuando prendí el televisor me enteré. Me tiré de cabeza en la cama. Fue muy duro. No podía creer que él se fuera justo cuando estábamos en el mejor momento de nuestra relación.
SEMANA: ¿Y dónde lo sorprendió a su vez la muerte de Martín Elías?
É. D.: Con mi hermano veníamos hablando desde hacía varios días. Mi hijo mayor cumplía años el 18 de abril y Martín se muere un 14 de abril y yo lo estaba buscando para entregarle la tarjeta de invitación. Me dijo que estaba en Barranquilla y después iba para Cartagena. Eso fue un Jueves Santo. Yo también iba para la Costa por esos días. El Viernes Santo nos íbamos a presentar en una discoteca, pero nunca llegó. Ese día me llamaron a las 6:00 de la mañana a decirme que se había estrellado con una moto. Cuando vi las fotos del accidente, me derrumbé.
SEMANA: Diomedes Díaz dejó muchos hijos, ¿se conocen entre todos ustedes?
É. D.: Legalmente, somos 21 hijos. A veces nos reunimos, aunque no vivimos en las mismas ciudades. Eso es una recocha sana, cantamos y recordamos su legado. De esos 21, ocho nos dedicamos a la música: Martín Elías, que en paz descanse; Rafael Santos, Diomedes de Jesús, Luis Ángel, Ismael de Jesús, Rafael de Jesús y Diomedes Dionisio.
SEMANA: Es bien sabido el legado musical de Diomedes Díaz, pero no es menos cierto que tuvo una vida de excesos y escándalos. ¿Cómo fue para usted lidiar con eso?
É. D.: Viví mucho bullying en el colegio y en la universidad. Porque todo el tiempo salían noticias negativas de mi padre. Y como hijos, sabíamos que no podíamos tapar el sol con una mano. Uno no podía pelear contra muchas cosas que sabíamos eran verdad. Nos tocó aprender a ser sabios, y darles manejo a esas situaciones.
El que comete los errores tiene que pagar sus faltas. Mi papá como ser humano cometió errores, pero yo creo que hay que recordarlo es con alegría. Con la alegría que él le llevó a la gente por tantos años. Los artistas nunca mueren porque queda su música. Y Diomedes Díaz es uno de esos artistas que, después de diez años de muerto, aún parece que estuviera vivo.
SEMANA: ¿Esa vida de excesos de su padre lo marcó en la manera en la que usted lleva su carrera como artista?
É. D.: De alguna forma sí. Hoy creo que la disciplina es el éxito de todo. Y aprendí a vivir mi carrera en la música de manera diferente, con más responsabilidad. Ser artista se convierte al final en una empresa donde se mueve mucho dinero y uno sabe que debe responder por una familia y ser buen ejemplo. Y la voz no es una máquina, es un músculo que se debe cuidar para que no se vaya deteriorando.
SEMANA: ¿Cómo ve todo ese universo de supersticiones que se ha generado alrededor de su papá: gente que le pide milagros o que apuesta en juegos de azar con la esperanza de que su padre les ayude desde el más allá?
É. D.: Eso es una locura. Pero, mi papá no es un santo. No es un Diomedes de la suerte que dé premios y loterías. El 22 de diciembre es impresionante. Las casas de apuestas colapsan. Juegan el 2212 o el 1222. Hay gente que le pide milagros. Que ponen en sus casas fotos de él con una veladora. Un amigo mío, David, hace eso. Yo le digo: hermano, cógela suave, porque de pronto mi papá te ‘jala’ las patas. Diomedes Díaz despierta un fanatismo increíble, dejó mucho loco en la tierra.