CINE

Detrás de ‘El padrino’

‘The Godfather Notebook’ narra la experiencia del director Francis Ford Coppola mientras dirigió ‘El padrino’. Lo contrataron porque era joven, barato e italiano, y sufrió náuseas cada segundo del proceso.

10 de diciembre de 2016
| Foto: A.F.P.

Cuesta creerlo ahora, pero ninguno de los grandes realizadores de los años setenta quiso dirigir El padrino. Rechazaron la oferta Elia Kazan, para muchos el más grande director de actores de la historia, Costa-Gavras y por lo menos otros cuatro. La misión cayó en manos de Francis Ford Coppola, un joven director de 29 años con una buena pero naciente carrera, dos hijos, una esposa esperando el tercero, y una compañía de cine independiente al borde de la quiebra. A pesar de sus necesidades, Coppola dudó antes de aceptar escribir el guion y dirigir la película El padrino, dos trabajos que Paramount Pictures le había ofrecido antes de que hubiera leído la novela. Dudó, pues cuando repasó el texto de Mario Puzo, lo decepcionó tremendamente. Lo consideró barato y enfocado en los personajes equivocados. Ante sus dudas, su compañero de empresa en la productora American Zoetrope, el realizador George Lucas (a unos pocos años de concebir Star Wars), lo aterrizó. O aceptaba el trabajo o la compañía se hundía.

Coppola accedió sin saber que ese trabajo sería su calvario. Casi todo el tiempo se vio enfrentado con los jefes del estudio, quienes sabían la película que querían y solo lo habían escogido por maleable, barato, y además por su descendencia, lo que servía para bloquear las críticas por presentar esa faceta de los italianos. Por fortuna para ellos y para el cine, no lograron controlar al joven Coppola. Pero le costó sangre, y lo recuerda bien.

La escena contrasta con la imagen de hoy. Coppola es un gurú de 77 años, un millonario visionario del cine, de barba blanca y varios clásicos a su nombre como Apocalypse Now, El padrino I y II, entre otras. Su hija Sofia es una directora por derecho propio y él se ha convertido además en un muy exitoso productor de vinos. Y acaba de escribir The Godfather Notebook, un valioso y atractivo testimonio documental del clásico del cine que se llevó el Óscar a mejor película de 1973. Por esto, ya se hizo a un lugar en la lista de best sellers del diario The New York Times.

Coppola poco concede entrevistas, pero se ha visto obligado a dar algunas para promocionar el Notebook. En estas han aflorado detalles interesantes del proceso, como, por ejemplo, que Marlon Brando estuvo muy cerca de no interpretar a Vito Corleone. “El presidente de Paramount me dijo ‘Francis, como cabeza de este estudio te digo aquí y ahora que Marlon Brando no aparecerá en esta cinta, y te prohibo que lo sigas discutiendo’”, contó el director a la cadena radial NPR. Al escuchar esas palabras, Coppola fingió desmayarse y desde el piso exclamó: “¿Cómo puedo ser un director si ni siquiera puedo discutir los actores?”.

El berrinche le consiguió que el estudio le impusiera tres condiciones: que Brando no cobrara, que hiciera una escena de prueba, y que sacara una póliza por 1 millón de dólares que asegurara que su comportamiento no llevaría a sobrecostos. Una vez más Coppola accedió, porque sin importar si las tres condiciones se cumplían, Brando estaba de nuevo en la conversación.

Pero no fue el único actor por el que tuvo que pelear. A pesar de que en las pruebas de casting Diane Keaton, quien interpretó luego a su esposa Kay en la película, hablara maravillas de Al Pacino, el estudio no lo quería. Pero Coppola consiguió imponerlo. Y así sucedió en muchos aspectos como el plan de producción, para el cual había exigido al menos 80 días de rodaje, obtuvo 53, y los estiró a 60.

Y si el estudio se hubiera salido con la suya, se habría tratado de una película situada en los años setenta en Kansas City. Pero luego de diseccionar la obra de Puzo, Coppola logró que la producción fuera fiel a la novela. Se localizó en los años cuarenta, en Nueva York, lo que elevó los costos, algo que siempre fastidia a los productores y agradecen los espectadores.

Tantas confrontaciones -previas y durante los dos meses de grabación- dejaron cicatrices enormes. Jacob Bernstein de The New York Times le preguntó cuándo había visto por última vez la cinta y respondió: “Hace años. Recordarla me hace muy infeliz. Fui miserable los 60 días de rodaje, y los meses después editando. Por eso cuando la veo siento náuseas y pánico”.

Curiosamente, según contó en la misma entrevista, una vez se supo que El padrino había arrasado en 1972, se despejó el camino para El padrino II, y dos años después, en 1974, la filmó bajo condiciones totalmente distintas: “Fue una maravilla, tuve control total”. Sobre El padrino III, de 1990, aseguró que no quería hacerla, pero, una vez más, salía de una bancarrota y la necesidad tuvo mucho que ver con la decisión.

En las casi 400 páginas de The Godfather Notebook, Coppola comparte su archivo mental, personal y analítico de lo que fue filmar el tortuoso clásico. Incluye fotos increíbles del elenco y del equipo de producción, y una introducción franca y conmovedora escrita por él mismo en la que detalla ‘su historia con la historia’. Cuenta sus impresiones, su investigación a fondo sobre los capos de la mafia, y relata cómo descubrió la faceta que lo cautivó: la metáfora del capitalismo estadounidense, el cuento de un gran rey con tres hijos: el mayor apasionado y agresivo, el segundo dulce por naturaleza y con cualidades de niño, y el tercero inteligente, astuto y frío.

Hoy, cuando Hollywood casi solo produce películas de superhéroes, el documento es valioso para cinéfilos y una pieza de colección para los fanáticos. Consagra la mayoría de sus páginas a lo que el director llama su prompt book, la bitácora de la producción. Allí revela su análisis del libro, sus anotaciones clave, y las notas que escribía sobre el tono y los peligros a tener en cuenta al escribir la escena. Cuando un periodista le aseguró que sus apuntes revelaban lo meticuloso que había sido, él aclaró que se trataba de mera inseguridad, pues la experiencia había sido un viacrucis, en el que constantemente se preguntaba a qué hora lo iban a despedir. n