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“El bazuco es peor que una pandemia”: la voz más famosa de Bogotá y las drogas
Miguel Rincón, el pregonero del pueblo, cuenta cómo pasó de estar al frente de un micrófono a estar consumido en las drogas.
Vivir en Bogotá es un privilegio para algunos y para otros una odisea; pero es importante resaltar algunos de sus lugares típicos como Monserrate, La Candelaria, Usaquén, entre otros. Imposible olvidar el tráfico de una capital que es considerada la casa de todos. Sin embargo, para nadie es un secreto que hay algo muy típico que nadie puede desconocer.
Esa voz inconfundible es de Miguel Rincón, más conocido como el pregonero del pueblo, que ya hace parte de la historia de Bogotá. Tenía 17 años de edad cuando empezó a trabajar con su padre a acompañarlo y hablar por el micrófono directamente y de esta manera obtuvo su licencia de locutor profesional. Cuando sostiene una conversación normal parece que no tuviera esa voz que solo detrás de un micrófono aparece cuando pronuncia.
Le gusta cacharrear y hasta hace páginas web, no le llama grabar una cuña. Dice que eso se llama crear contenido y eso es lo que él hace, crear contenido. No le interesa trabajar en algún medio de comunicación, ni en ningún otro oficio porque ya está jubilado. Cuando SEMANA habló sobre su vida en las drogas, manifestó que le da vergüenza, evade y no quisiera hablar del tema, tuvo una vida marcada por el hipismo y allí fue donde conoció la marihuana y el bazuco.
La pesadilla de la droga lo ha acompañado durante la mayor parte de su vida; aún ahora no tiene celular, pues teme que en una desesperación por consumir tenga que ir a venderlo por una papeleta de bazuco para calmar sus deseos por un minuto de euforia. Con tono triste cuenta que no le dan ganas de comer, solo piensa en el bazuco, se declara abiertamente consumidor porque quiere ser sincero, porque no es hipócrita. “Me avergüenza tratar ese tema, pero sí es la verdad, soy adicto al bazuco y eso, entre otras cosas, responde el por qué no tengo celular. Yo compro un aparato y cuando hay una urgencia, una carencia a media noche, el aparato que compré con un montón de plata voy y lo cambio por $10.000 de droga, entonces esa es una de las cosas porque no tengo celular”.
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Alguna vez en la vida lo escuchó y volteó a mirar. Su voz siempre ha estado ahí acompañando a los vendedores ambulantes de las plazas, de las calles en Bogotá. No se considera famoso, a pesar que ha tenido miles de oyentes. Se mueve por el servicio y cree que su función es social, les ayuda a los vendedores a dar a conocer sus productos, para que ellos se dediquen a vender. Por esto ha regalado grabaciones y espera que cuando vendan, le paguen y si no, lo más satisfactorio es servir.
“Caí en el bazuco porque algún jíbaro o algún vendedor de marihuana me lo regaló, me dio dos veces, porque la primera vez no me hizo nada, hasta que me atrapó el vicio y quedé ahí. El bazuco es un vicio muy jodido, o sea no es opcional, no es recreativo, sino que el organismo ya después que se acostumbra a eso; necesita de esa sustancia y uno no puede vivir sin ella, se enferma uno y hasta se muere”.
Con 65 años de edad, Miguel Rincón, el pregonero de los barrios en Bogotá no quiere figurar; tiene su vida resuelta. Su gran pesadilla con el bazuco hoy la compara con algo peor que una pandemia, y a pesar de que ya su voz va entrando en decadencia, dice, lo buscan diariamente para que sea la voz oficial del nuevo carrito de frutas y verduras, Así creció, así quiere mantenerse.
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