PERSONAJES
El emporio de los Obama: los prósperos negocios del expresidente y su esposa
Desde que dejaron la Casa Blanca, Barack y Michelle se han convertido en una máquina de hacer dinero gracias a conferencias, acuerdos con Netflix y Spotify, y sus biografías. El lanzamiento de las memorias del expresidente lo confirmó.
Tan solo 24 horas después de que el expresidente Barack Obama publicara el primer tomo de sus memorias, Una tierra prometida, este ya había roto todas las expectativas con unas 887.000 copias vendidas en el mundo. Una cifra impresionante, con la que superó a varios best sellers y con la que le ganó incluso a su esposa, Michelle, quien tenía el récord con 725.000 ejemplares de su obra Mi historia, vendidos en ese mismo periodo. Desde entonces, la cifra no ha dejado de crecer y algunos creen que el expresidente podrá superar de sobra las 14 millones de copias vendidas de su esposa, e incluso apuestan a que se acercará al último libro de Harry Potter, que en solo un año vendió más de 44 millones de copias.
Aunque muchos quedaron sorprendidos con la noticia, otros no tanto. La razón: desde que dejaron la Casa Blanca, y en parte debido al auge de Donald Trump, Barack y Michelle Obama se han convertido en una de las parejas más populares y admiradas del mundo. Pero su popularidad no se ha quedado solo en fanáticos y seguidores de redes sociales, como ha pasado con varias celebridades, sino que ellos han sabido trasladarla al campo económico. Y a punta de conferencias y contratos con productoras y editoriales le han sacado ganancia. Es más, algunos aseguran que aunque no son multimillonarios, ya forman parte del club de los más ricos de su país.
Las cifras que han publicado diversos medios así lo indican: la editorial Penguin Random House, por ejemplo, les pagó a ambos un avance de 65 millones de dólares por sus memorias, sin contar la comisión que recibirán por cada ejemplar vendido. Con Netflix, el gigante del streaming, llegaron a un acuerdo de 50 millones (el monto es aproximado y no se conoce la cantidad exacta) para producir películas y documentales. Y con Spotify, la aplicación para escuchar música, hicieron un pacto para producir un pódcast del que aún no se conoce la cifra exacta.
Como si eso fuera poco, ambos ganan por sus conferencias. Barack cobra 700.000 dólares por charla (incluyendo transporte en avión privado y gastos de viaje), mientras que Michelle llegó a pedir casi un millón de dólares por hora de conferencia cuando su libro estaba en pleno apogeo. No en vano el patrimonio del presidente y su familia pasó de 1,3 millones de dólares, que declararon cuando llegaron a la Casa Blanca, a casi 140 millones, según una estimación de GoBankingRates, un medio especializado en finanzas.
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Y así como se han agrandado sus bolsillos, también ha cambiado su estilo de vida. Se conocieron a comienzos de los años noventa, cuando Barack llegó a hacer prácticas a la oficina en la que trabajaba Michelle, y formaban parte de familias trabajadoras y de clase media del lado sur de Chicago, la zona más pobre de la ciudad. Cuando se casaron vivieron con estrecheces económicas, a pesar de que sus carreras despegaban. Y como lo cuenta el expresidente en uno de sus primeros libros, “los saldos de nuestras tarjetas de crédito crecieron y teníamos pocos ahorros”. Eso no cambió ni siquiera cuando él se convirtió en senador en 2004, y aún seguían pagando sus estudios en las universidades de Columbia y Princeton, respectivamente.
Hoy la cosa es diferente: no solo viven en una mansión de 8 millones de dólares en la zona más exclusiva de Washington –a unas casas de Ivanka Trump y Jared Kushner– y tienen un complejo frente al mar en la isla de Martha’s Vineyard, sino que viven una vida cercana a la riqueza y al poder. Sus planes de fin de semana incluyen salir con millonarios como Richard Branson, Oprah Winfrey o el productor musical David Geffen, y sus vacaciones las pasan con celebridades como Tom Hanks, George Clooney o Bruce Springsteen. A Barack incluso lo vieron surfeando con Branson, el dueño de Virgin Group, en las islas vírgenes Británicas, mientras que Michelle ha dicho en las entrevistas que ni siquiera considera la idea de lanzarse a la presidencia: “Amo la vida que estoy teniendo ahora mismo”, asegura.
Sus hijas, que cuando pequeñas fueron criadas en una familia de clase media, también están bien relacionadas. Sasha, la menor, estudia en la Universidad de Míchigan y es muy activa políticamente, e incluso participó en las protestas del Black Lives Matter. Mientras que Malia, la mayor, estudia su último año en Harvard y está ennoviada con Rory Farquharson, hijo de unos banqueros de inversión británicos con los que ha pasado navidades y vacaciones. Ella alcanzó a trabajar en la empresa de Harvey Weinstein, el productor de Hollywood caído en desgracia por abusar y acosar a más de 80 mujeres, una experiencia formadora (a ella no le pasó nada con él, ya que estaba protegida las 24 horas por sus escoltas), en la que conoció a varios famosos y a celebridades, que hoy son sus amigos.
Pero lo más importante de esta transformación es que, según quienes conocen de cerca a los Obama, la plata y la fama casi no los han cambiado. Siguen siendo la misma familia unida y amorosa de Chicago que, como todas las familias del mundo, tienen que superar sus problemas, estudiar, trabajar y llegar en la casa a cenar en las noches. Además, no han dejado de tratar a ninguno de sus antiguos amigos y siguen siendo tan amables y asequibles como siempre. Ese cariño mutuo se evidencia en la dedicatoria del nuevo libro del expresidente: “A Michelle, mi amor y compañera de vida, y a Malia y Sasha, cuya luz deslumbrante hace que todo sea más brillante”.