GENTE
El legado de cuatro grandes mujeres, contado por sus hijos y nietos
Fanny Mikey, Diana Turbay, Gloria Valencia y Nydia Quintero marcaron a una generación de colombianos. Este es el conmovedor relato sobre su vida y sus lecciones de quienes más las amaron.
En 1974 las palabras “ambiente”, “ecología” y “contaminación” empezaron a hacer parte del lenguaje cotidiano de Colombia. Todo sucedió gracias a un programa de televisión: Naturalia llegaba todos los domingos a la sala de las casas para mostrar qué era la naturaleza: “Gloria llevó a la televisión la arañita, la ballena, el delfín, el jaguar, la rana platanera. Las familias comenzaron a educarse en los hogares y los papás, el domingo, sentaban a los hijos en el televisor y les decían: ‘Mire Naturalia y aprenda’”, recuerda Pilar Castaño recordando a su mamá, Gloria Valencia. “Hoy, cuando reconocen que soy hija de Gloria, la gente me cuenta cómo aprendieron con ese programa”.
Pilar Castaño, periodista, escritora e hija de Gloria Valencia y de Álvaro Castaño, describe así uno de los proyectos más queridos de su mamá. Pilar dice que cuando sus papás le propusieron a Fernando Gómez, el fundador de RTI, un programa ecológico el les respondió: “¿Eco qué?”. Pero Gloria insistió y, fiel a sus convicciones, logró permanecer al aire 27 años con un proyecto que sirvió para que antes de que se empezaran a sentir las consecuencias del calentamiento global y de la destrucción de los bosques, muchos interiorizaran que el cuidado de la naturaleza era importante.
Estas anécdotas hicieron parte de “Mujeres colombianas, mujeres que inspiran”, un espacio organizado por Foros Semana. En uno de los paneles Daniel Álvarez, hijo de Fanny Mikey; Miguel Uribe, hijo de Diana Turbay y nieto de Nydia Quintero, y Pilar Castaño, hija de Gloria Valencia, recordaron a estas cuatro grandes mujeres que con su pasión y su persistencia lograron sacar adelante ideas que se convirtieron en cambios significativos para Colombia. La moderadora del encuentro también hacía parte de esa conversación familiar: María López, hija de Pilar Castaño y nieta de Gloria Valencia, hizo las preguntas y recordó, también, algunas anécdotas de todas estas mujeres.
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Diana Turbay: la convicción
Miguel Uribe conoció a su mamá a través de las palabras que dejó escritas. También en los recuerdos que le compartieron sus tías y su abuela, Nydia Quintero. Diana fue asesinada durante un secuestro en 1991, cuando Miguel tenía 4 años. “Leyendo el diario que hizo mi mamá en el secuestro, descubrí que un día ella estaba encerrada en un cuartico y a través de la puerta de lata oía a unos niños jugar. Ella les rogaba a sus secuestradores que la dejaran salir a jugar para que pudiera sentir que estaba conmigo”, dice Miguel.
Ya mayor, él pudo entender la dimensión de esa mujer, que fundó dos medios de comunicación –el noticiero Kriptón y la revista Hoy por Hoy– y a través de sus entrevistas con Carlos Pizarro fue una figura fundamental en el proceso de desmovilización del M-19. “Ella estaba convencida de que podía lograr la paz en Colombia”, dice Miguel. También dice con admiración cómo ella siempre insistió en no abandonar nunca las convicciones, tanto que durante su secuestro le escribió a su papá –el expresidente Julio César Turbay– que nunca pusiera los intereses del país por encima de los de la familia: “Me siento muy orgulloso de lo que logró mi mamá”.
Fanny Mikey: la alegría
Daniel Álvarez fue testigo de cómo su mamá, Fanny Mikey, nunca se dio por vencida en su lucha por sacar adelante proyectos culturales, como el Festival Iberoamericano de Bogotá, que eran enormes. “Su capacidad era la de poder crear”, dice. “Soñar algo, crear y hacerlo realidad. Su legado no fue con la Fundación Teatro Nacional ni con el Festival, sino con la lección de seguir adelante. Ella tenía unas creencias muy firmes y un amor en lo que se está haciendo. Pero, sobre todo, creía que nada se podía hacer sin alegría”.
Él recuerda cómo su mamá, una de las mayores gestoras culturales de Colombia, encontró en la creación de espacios para el teatro una manera de perseguir su sueño de ser actriz. Pero su sueño fue tan enorme que se convirtió en un proyecto de la gente. El primer Festival de Teatro que organizó en Bogotá, en 1988, es el ejemplo más grande que encuentra: a pesar de sufrir atentados –un petardo de bajo poder en la sede del Teatro Nacional de la 71– y de los consejos por cancelar el festival, Fanny no se dio por vencida y reunió a miles de personas en la Plaza de Bolívar para la clausura del teatro callejero. Cuando los vio a todos desde la ventana de la alcaldía, le dijo a su socio: “¿Cómo les vamos a quitar esto si esto es de ellos, de los bogotanos?”.
Nydia Quintero: el perdón
Miguel Uribe creció muy cerca de la familia de su mamá, sobre todo de Nydia Quintero, la creadora de la Caminata por la Solidaridad. Un proyecto enorme que requiere el apoyo de las empresas privadas y se convirtió con el tiempo en un ícono de la gestión social en Colombia. De ella, Miguel aprendió la empatía: él recuerda cómo la acompañaba a los lugares donde había derrumbes o inundaciones y veía en ella la capacidad de compartir y de entender a los otros: “Ella decía que Colombia iba a cambiar cuando tuviéramos valores”, dice Miguel.
Sin embargo, la mayor lección que le ha dejado su abuela es la del perdón: “Mi abuela fue capaz de perdonar lo imperdonable”, dice, recordando el asesinato de su mamá. “Por eso, nosotros no tenemos más opción que perdonar y reconciliarnos”.
Gloria Valencia: la pasión
Pilar Castaño recuerda cómo su mamá encontró en la televisión un vehículo para lograr sus proyectos. En los años cincuenta la televisión era totalmente desconocida, pero Gloria enfrentó las cámaras con valentía y en su primera entrevista –la primera entrevista televisada en Colombia–, muerta del susto, le dijo a León de Greiff: “Maestro, vacíese los bolsillos”. Cuando la gente, en todos los rincones del país, vio lo que una de sus mayores figuras culturales cargaba –un poema a medio escribir y una peinilla rota, entre otras cosas– se inauguró una nueva manera de comunicar a través de la imagen.
Esa fue la lección de Gloria: pensar que todo era posible. “Era la mujer moñona”, dice Pilar Castaño recordando a su mamá. “Se tragó el mundo desde que vino al mundo. Fue activista, participó en la Unión de Ciudadanas, abogó por el voto de la mujer y la independencia de la mujer, se metió de lleno en el proyecto del Museo de Arte Moderno para promover el arte de este país… Se metió de lleno con muchas otras mujeres comprometidas, de avanzada, que en los años cincuenta tenían una visión de un país e hicieron acciones para lograrlo”.
Todas fueron –y son– mujeres convencidas de que se podía transformar el país. Y lo hicieron.
Vea aquí el panel “El legado de grandes mujeres contadas por sus hijos”.