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El misterio de la fortuna de Putin
Con la invasión a Ucrania, regresó el interés por el patrimonio del presidente ruso. Aunque en el papel parece un funcionario humilde, otros creen que sería el cuarto hombre más rico del mundo después de Bezos, Musk y Gates.
Vladímir Putin no solo tiene fama de ser el jefe de Estado más violento de los últimos tiempos, sino también el más codicioso. Según el diario The New York Times, con su supuesta fortuna de 100.000 millones de dólares Putin estaría ubicado como el cuarto más rico del mundo, después de Jeff Bezos, Elon Musk y Bill Gates.
Su patrimonio incluiría el ‘Palacio de Putin’, una vasta propiedad en el mar Negro que habría costado más de 1.000 millones de dólares, tal vez la casa más costosa de la historia. También se cuenta su yate, Graceful, un barco de lujo de 100 millones de dólares que sospechosamente fue visto saliendo de Alemania hacia Rusia solo unas semanas antes de la invasión a Ucrania sin que aún terminara sus reparaciones.
El apartamento de 4,1 millones de dólares en Mónaco, comprado mediante una empresa en el extranjero por una mujer que, al parecer, sería su amante, es otro de los bienes que le endilgan, así como una costosa villa en el sur de Francia vinculada a su exmujer.
Su fortuna ha vuelto a ser noticia debido a que Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea impusieron sanciones severas sobre un listado de millonarios rusos, entre los que figuran Roman Abramovich, el magnate dueño del Chelsea, como presión por la invasión de Rusia a Ucrania. Pero el pez gordo, que en este caso sería el propio presidente Putin, no está en la lista y la razón es sencilla: ninguno de estos activos mencionados pueden conectarse directamente con el presidente ruso.
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Oficialmente, Putin recibe un salario de 140.000 dólares y posee un remolque, tres carros y un apartamento de 74 metros cuadrados, un patrimonio que no llega a los talones de los hombres más ricos de su país. Pero todo indica que Putin sí es un oligarca, más que su círculo íntimo y más de lo que el Kremlin deja entrever. Filtraciones como los papeles de Panamá y los de Pandora, que contienen información sobre quienes escondían dinero en paraísos fiscales extraterritoriales, revelaron que individuos rusos con estrechos vínculos con Putin han acumulado fortunas de cientos de millones de dólares.
Un primer misterio es a cuánto asciende su fortuna. Los cálculos más conservadores señalan que su patrimonio sería de 100.000 millones de dólares. A esta cifra llegó el economista sueco Anders Aslund, autor del libro Russia’s Crony Capitalism: The Path from Market Economy to Kleptocracy, quien para el cálculo se basó en la riqueza de los hombres de confianza de Putin. El economista estima que los amigos de Putin tienen entre 500 y 2.000 millones de dólares cada uno.
Pero otros como el financiero estadounidense Bill Browder, quien ha sido un crítico acérrimo de Putin, considera que su fortuna es mucho mayor. Browder es uno de los principales defensores de la Ley Magnitsky, que permite a ese país aplicar sanciones económicas y migratorias a ciudadanos extranjeros sospechosos de graves violaciones de derechos humanos o corrupción a gran escala.
Él testificó ante el Senado de los Estados Unidos en 2017 y dijo que Putin tendría activos por un total de 200.000 millones de dólares. Otro tema igualmente misterioso es cómo Putin logró volverse un multimillonario. La teoría de Browder es que Putin lo logró al extorsionar a los millonarios rusos. Uno de ellos, Mikhail Khodorkovsky, quien alguna vez ostentó el título del hombre más rico de Rusia con una fortuna estimada en 15.000 millones de dólares, fue encarcelado por fraude y evasión fiscal en 2003.
Ante eso, su fortuna se congeló y su empresa, la compañía petrolera Yukos, se disolvió. Se da por descontado que Putin estuvo detrás de su encarcelamiento y que usó el hecho para hacer un trato con los demás oligarcas rusos: “O me das el 50 por ciento de tu riqueza y te dejo quedarte con el otro 50 por ciento. O tomo el ciento por ciento de tu riqueza y te meto a la cárcel”.
La segunda teoría es que Putin amasó su riqueza gracias a su influencia en el Gobierno para ayudar a sus amigos cercanos y familiares a ganar dinero. A cambio, según la revista Forbes, aquellos de su círculo íntimo le ofrecían efectivo o participaciones en las empresas que adquirían. La prueba es que muchos de los amigos de la infancia del líder ruso y aliados cercanos hoy son millonarios. Su exyerno, Kirill Shamalov, logró serlo a los 34 años y su amigo Arkady Rotenbergm recibió más de 7.000 millones de dólares en varios contratos estatales en el periodo previo a los Juegos Olímpicos de Sochi 2014.
La última teoría es la que explora la posibilidad de que Putin en realidad no tenga una gran riqueza y solo le gusta que la gente piense que sí la tiene. Leonid Bershidsky, columnista de Bloomberg, sugirió en 2013 que el presidente ruso no necesitaba riqueza personal porque “tiene a todo el país a su entera disposición. Basta con que Putin chasquee los dedos y las empresas estatales cederán activos a sus amigos a precios de ganga. Un susurro de él, y ricos empresarios privados contribuirán a la lujosa remodelación de una residencia presidencial”.
De esta manera, el ejercicio de conocer la riqueza personal sería inútil, pues él, en la práctica, sería dueño de todo.Esta teoría no es tan descabellada si se tiene en cuenta que muchos analistas dicen que el poder ha nublado la mente de Putin al punto de sentir que tiene derecho a todo.
El diario The Times cuenta una anécdota de 2005 durante una visita de una delegación de empresarios a San Petersburgo entre los que estaba Robert Kraft, propietario de equipo de fútbol americano New England Patriots, quien llevaba en su dedo un anillo de diamantes con el logo del Super Bowl, el evento máximo de este deporte. Putin pidió verlo y se lo puso en el dedo, luego de lo cual dijo “Podría matar con esto” y dicho eso lo guardó en su bolsillo y salió intempestivamente.
En otra ocasión, durante su visita al Museo Guggenheim de Nueva York, los curadores le mostraron una réplica en vidrio de una pistola Kalashnikov que hacía parte de una exhibición. Según testigos, Putin les hizo un guiño a sus guardaespaldas, quienes tomaron la pieza y se la llevaron. El Kremlin insiste en esta versión: que Putin es un hombre sencillo, de gustos simples, que le gusta de vez en cuando escaparse a los bosques siberianos a pescar y relajarse. En caso de necesitar algo solo debe decirlo y alguien se lo concederá.
Pero esta versión es la menos probable. El año pasado, el mayor enemigo de Putin, Alexéi Navalni, realizó un video con imágenes tomadas por drones que sobrevolaron el famoso palacio de Putin. En la pieza, que fue divulgada cuando Navalvi fue encarcelado tras su llegada a Rusia, se ve una gran edificación de 17.000 metros cuadrados que albergaría un teatro de cine, un bar de narguiles y un escenario para striptease.
En el sótano habría una pista de hielo para hockey. El complejo tendría además helipuerto, un anfiteatro, bahía privada y muelle. Lo más escandaloso es que esta versión moderna del palacio de Versalles, con vistas al mar Negro a un costo de más de 1.000 millones de dólares, habría sido construido con fondos provenientes de impuestos o de corrupción, robos y sobornos.
El billonario Arkady Rotenberg, amigo de la niñez de Putin, salió a decir que esa propiedad era suya y que la desarrolló como complejo hotelero y de vivienda. Pero para muchos no hay duda de que este gran palacio es obra de un autócrata, narcisista como Putin, que se cree una especie de zar ruso moderno. Aunque su fortuna sea tan opaca que la misma revista Forbes no ha podido incluir a Putin en la lista de billonarios, todos saben que cuando el río suena, piedras lleva.
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