POLÉMICA
Culebrón real: el rey de Bélgica no quiere reconocer a una hija ilegítima
La familia real de Bélgica enfrenta uno de los peores escándalos de su historia. El rey Alberto, quien abdicó en 2013, se niega a reconocer a una hija ilegítima y podría enfrentar una multa de 5.000 euros diarios por no aceptar una prueba de paternidad.
Cuando el rey Alberto II de Bélgica anunció su decisión de abdicar para dejarle el camino libre a su hijo Felipe, a mediados de 2013, casi todos los Gobiernos y los medios de comunicación en Europa lo aplaudieron y le rindieron homenajes. Y no era para menos: durante los 20 años de su reinado, Alberto supo convertirse en un factor de unidad para su país, agobiado por el crecimiento de los partidos xenófobos (como el desaparecido Vlaams Blok) y por la exacerbación del separatismo flamenco, que amenazaba con dividirlo para siempre.
Y es que Bélgica tiene dos regiones muy diferentes en lo lingüístico, lo cultural y lo social, y las crisis políticas siempre están a la vuelta de la esquina. Pero con sus exitosos llamados a la calma, Alberto supo consolidar la monarquía como el factor aglutinador, como un símbolo de la unidad nacional solo comparable con la selección de fútbol.
A mediados de los años sesenta Alberto tuvo un affaire de casi diez años con la baronesa Sybille de Sélys Longchamps
Seis años después, sin embargo, las cosas son muy distintas: el rey retirado, con 84 años, ya no recibe homenajes ni alabanzas. Por el contrario, ahora protagoniza uno de los escándalos más grandes en la historia de la monarquía belga: podría tener una hija ilegítima. Este hecho lo enfrenta a una decisión judicial que amenaza el prestigio de la familia real y, de paso, sus finanzas, todo por cuenta de una aventura de su juventud.
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El escándalo estalló en 1999, cuando salió a la venta una biografía no autorizada de su esposa, la reina Paola. El libro se convirtió en un fenómeno en ventas, pues contenía una bomba: a mediados de los años sesenta, mucho antes de subir al trono, Alberto había tenido un affaire de casi diez años con la baronesa Sybille de Sélys Longchamps, una reconocida aristócrata de su país. Para esa época, ambos estaban casados y el entonces príncipe (reinaba su hermano Balduino) ya tenía tres hijos. Por eso, según el libro, cuando de esa relación extramatrimonial nació una hija ilegítima, ambos decidieron ocultar las cosas y la hicieron pasar como hija del esposo de Sybille, Jacques Boël.
La relación entre el rey Alberto y Sybille de Sélys Longchamps (izquierda) duró casi diez años. Para ese momento, él ya estaba casado con la reina Paola (derecha) y tenía tres hijos. Ella nunca ha hablado en público de la aventura de su marido ni del escándalo por su paternidad.
Los periodistas, encantados con la revelación, comenzaron a rastrear la historia y llegaron hasta Delphine Boël, una artista que para entonces ya tenía 31 años. Al comienzo, ella y su madre decidieron ocultarse de la prensa y se negaron a declarar sobre el tema. El rey, por su parte, negó todo y dijo que se trataba de chismes y rumores sin fundamento.
Él le respondió que no era su padre y le pidió que lo dejara en paz. Eso la habría dejado muy herida hasta el punto de revelarlo todo.
Pero en 2005, la joven decidió dar la cara en una entrevista. No solo confirmó la historia, sino que agregó mucho más: según su relato, basado en lo que le contó su madre, Alberto estuvo pendiente de ella cuando nació y du0rante los primeros años de infancia. Incluso, dijo que estuvo a punto de divorciarse de Paola para irse a vivir con ellas, que se habían mudado a Inglaterra. Pero se arrepintió y en 1976 cortó todos los lazos, pues cayó en la cuenta de que, ante la falta de descendencia de su hermano, él sería el futuro rey y no quería arriesgar su derecho al trono.
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Delphine, quien solo supo quién era su verdadero padre a mediados de los años ochenta, cuando cumplió la mayoría de edad, había decidido no hacer nada al respecto. No obstante, cuando el tema llegó a la prensa y varios paparazzi comenzaron a seguir a su madre en todo momento, intentó comunicarse, preocupada, con el entonces rey Alberto II, su supuesto papá, para pedirle que hiciera algo. Pero, según ella, él le respondió que no era su padre y le pidió que lo dejara en paz. Eso la habría dejado muy herida hasta el punto de revelarlo todo.
La gran venganza llegó en 2013, cuando Alberto abdicó al trono. Como con esa decisión el ahora rey retirado perdía la inmunidad ante la justicia belga, Delphine interpuso una acción judicial para obligarlo a hacerse una prueba de ADN. De inmediato, el caso se convirtió en uno de los principales temas de conversación en Bélgica.
Los jueces le ordenaron al rey someterse a la prueba de paternidad dentro de los tres meses siguientes al fallo. Si no lo hace, la justicia lo declararía padre de Delphine.
La prensa de ese país incluso cuenta que los abogados de ambas partes alcanzaron a llegar a un acuerdo: que el rey escribiría en una hoja firmada con su puño y letra que efectivamente era el padre de Delhpine, pero que esta solo se haría pública después de su muerte, y que no tendría ningún efecto legal. Pero todo se cayó porque ella consideró que, al no tener control sobre lo que decía la misiva, no podía establecer si así quedaba “reparada emocionalmente”.
El caso avanzó lentamente hasta que, en noviembre pasado, una corte de Bruselas falló a favor de ella. Los jueces le ordenaron al rey someterse a la prueba de paternidad dentro de los tres meses siguientes al fallo, y establecieron que, de no hacerlo, la justicia lo declararía padre de Delphine.
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Como el plazo se cumple este mes, los abogados del rey decidieron hacer una jugada arriesgada: remitieron el caso al máximo tribunal de apelación de Bélgica, que solo se pronuncia sobre cuestiones que requieren interpretar la ley y la Constitución.
El jueves pasado, en pleno Día de San Valentín, el tribunal escuchó a ambas partes. Los abogados de Delphine argumentaron que a ese máximo tribunal no le corresponde juzgar el caso, y pidieron una multa diaria de 5.000 euros por cada día que el rey falte a la prueba.
De ganar el pleito, le correspondería una quinta parte de los bienes de Alberto, lo que afectaría directamente al actual rey Felipe y a sus hermanos
Mientras tanto, el equipo legal de Alberto explicó por qué para ellos el tribunal sí debe estudiar la apelación. En los próximos días se sabrá la respuesta, pero, si los magistrados deciden estudiar el caso, la solución se podría retrasar otro año más. En caso contrario, el rey deberá hacerse la prueba de paternidad o pagar la millonaria suma.
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Si se comprueba que Delphine es hija del rey, el caso no solo tendría implicaciones legales, sino también económicas. Ella siempre ha declarado que no tiene interés en obtener una compensación monetaria, sino restablecer su buen nombre y conseguir una reparación emocional. Aunque, de ganar el pleito, le correspondería también una quinta parte de los bienes del rey, lo que afectaría directamente al actual rey Felipe y a sus hermanos.
Alberto, además, perdería parte del respeto que ganó durante sus 20 años de reinado. Porque, más allá de ser el rey que unió a los belgas, pasaría a la historia como el hombre que se negó a reconocer a una hija durante 30 años.