El rey de la irreverencia
Machista, homofóbico, racista y sucio. Así es Borat, el personaje creado por un comediante inglés cuya película ha hecho reír a muchos y rabiar a otros.
Borat Sagdiyev no conoce límites. El periodista proveniente de Kazajstán, en Asia Central, no tiene reparo en hablar de porquerías y sexo en una elegante cena, de agarrarse a golpes con su camarógrafo, ambos desnudos, e interrumpir en esas condiciones una importante convención de ejecutivos; y se enorgullece frente a sus entrevistados de que su hermana sea la prostituta número cuatro de su país, y su mejor amigo, un violador.
En su página web de MySpace.com señala que está buscando chicas occidentales sexy “que no tengan historial de retardo mental en su familia”. Cuenta que tiene 34 años, tres hijos y 17 nietos, que su mamá, con 46 años, es la mujer más vieja de su aldea, y que su hermano se volvió loco porque tenía un demonio en la cabeza, por lo que tuvieron que encerrarlo en una jaula en la que se distrae “viendo porno”. Sus anteriores ocupaciones: “heladero y cazador de gitanos”.
Tampoco ve problema en afirmar frente a un grupo de feministas que en su lista de prioridades la mujer figura detrás de Dios, el hombre, el caballo y el perro, y está justo antes de las ratas. Lo hace con la mayor naturalidad, sin que se le mueva un pelo de su abundante bigote, con un hablado pausado, un inglés retorcido y un halo de inocencia que, pese a sus ofensivos comentarios, logra que sus víctimas se conmuevan y respondan a las preguntas.
En realidad está lejos de ser inocente. O quizás el personaje sí lo es, pero no su creador, Sacha Baron Cohen, un comediante y actor británico que decidió ocultar su identidad detrás de su invención, para burlarse de los estereotipos, especialmente de los norteamericanos. A ese alter ego le debe la fama mundial, pues su película Borat: el aprendizaje cultural de Estados Unidos para el beneficio de la gloriosa nación de Kazajstán, genera odios y amores, pero no indiferencia.
Se trata de un falso documental en el que los únicos personajes ficticios son el reportero kazajo y su camarógrafo. Los demás protagonistas son en su mayoría personas del común que creen que Borat es en realidad periodista. El anzuelo fue una llamada telefónica de una compañía de televisión falsa, en la que se les informaba que un corresponsal extranjero estaba interesado en hacer un programa sobre el estilo de vida de los estadounidenses.
Una vez llegaba la hora de la entrevista, se les pedía a los desprevenidos ‘actores’ firmar un documento en el que accedían a ser grabados. “Es absurdo que las mujeres puedan votar y los caballos no”, “Está demostrado científicamente que el cerebro de las mujeres es similar al de una ardilla”, son los comentarios que escandalizaron a la directora de un movimiento feminista. “Yo sabía que algo estaba pasando, pero miraba al camarógrafo y al equipo y todos permanecían impávidos, muy serios”, fue la respuesta de la víctima cuando se enteró de la broma.
“¿Cuál es la mejor arma para acabar con los judíos?”, pregunta en una tienda en la que le ofrecen una pistola calibre 45. Y en un rodeo es aplaudido por la multitud cuando grita que “ojalá Bush beba la sangre de cada hombre,mujer y niño en Irak”. Para muchos críticos, son acciones pasadas de tono. Para Sacha es una efectiva terapia de choque para dejar en evidencia los prejuicios de la gente por medio del humor. Sin duda este particular método ha llamado la atención, pues en su debut en Estados Unidos obtuvo el primer lugar en taquilla, con 27 millones de dólares. “Aunque la gente es ridiculizada, lo que muestra este éxito es que los norteamericanos saben reírse de ellos mismos”, dijo a SEMANA el columnista Álvaro Vargas Llosa.
No todos ríen. El gobierno kazajo es uno de los más ofendidos y ha amenazado con tomar medidas legales contra el comediante, entre otras cosas porque los habitantes del país son presentados como “salvajes que beben orines fermentados de caballo”. Quizá les fue peor a los pobladores de una paupérrima villa rumana llamada Glod, que sirvió de escenario para simular Kazajstán. Aseguran que fueron engañados porque les dijeron que se trataba de un documental, que les pagaron una miseria y que los humillaron al hacerlos meter cerdos en sus casas. Al respecto, la productora 20th Century Fox comunicó que el actor había donado 10.000 dólares a la localidad. Los otros furiosos son dos jóvenes de una fraternidad de la Universidad de Carolina del Sur que aparecen haciendo comentarios contra las mujeres y los homosexuales. Dicen que accedieron a ser filmados cuando estaban borrachos.
Pero la principal víctima es una celebridad. En esta historia ficticia, Borat se enamora perdidamente de Pamela Anderson y decide raptarla. Por eso durante una firma de autógrafos, el periodista se mezcla entre los fanáticos, toma por sorpresa a la actriz y la envuelve en un costal. Alcanza a recorrer unos metros con ella en brazos antes de que unos guardias le propinen una paliza. “No sé si Pamela era parte del juego. Sólo una buena actriz podría fingir tal cara de susto, y ella no lo es”, comenta Vargas. Ahora se rumora que la seguridad de la ex guardiana de la bahía ha aumentado.
“Pienso que la película no se burla de Kazajstán sino de la gente que cree que en ese país las mujeres viven en jaulas y beben orines”, se defendió el comediante en una de las pocas entrevistas que ha dado a nombre de Sacha Baron Cohen y no de su personaje. Porque mientras Borat es un libro abierto, no son muchos los detalles que se saben de la vida de su creador. Sin duda uno de los que más llaman la atención es que es judío mientras su ‘otro yo’ alardea de su antisemitismo: “Yo apoyo las protestas del gobierno de Kazajstán contra ese maldito periodista judío”.
Aunque el fenómeno generado por Baron Cohen es reciente en el mundo, hace años es conocido en el Reino Unido, donde no sólo Borat es un éxito, sino también Ali G y Bruno, otras de sus creaciones que se hicieron famosas en el programa Da Ali G Show. El primero es un rapero que ha entrevistado con preguntas estúpidas a personalidades como Donald Trump y Noam Chomsky, a quien tuvo una hora tratando de explicarle que ser bilingüe no significa ser bisexual. El segundo es un reportero de moda austríaco y gay, que sería el próximo protagonista de una de sus películas.
El problema para este comediante es que cada vez es más reconocido y tendrá que idear más personajes para que sus bromas se sigan tomando por sorpresa. Por ahora con Borat está en su cuarto de hora, como opina el crítico Tom Charity, de CNN: “Si la justicia existe, Sacha Baron Cohen recibirá el Oscar a mejor actor, con Pamela Anderson de su brazo. O tal vez gane el Pulitzer a mejor reportero encubierto”.