Sepelio real
El sepelio de Felipe: ¿qué significan las insignias que engalanan el altar de la capilla de St. George?
El príncipe escogió estas medallas, bandas y demás distinciones por medio de las cuales se podría contar su excepcional vida. En especial, quiso rendirle homenaje a su nacimiento como príncipe de Grecia y Dinamarca.
En ese majestuoso escenario que es la capilla de St. George del castillo de Windsor, llamaban la atención nueve cojines de terciopelo con un despliegue de condecoraciones y otros objetos que encerraban un hondo significado para el desaparecido duque de Edimburgo.
Se destacaba, por ejemplo, la Orden del Redentor, la máxima distinción que concede la moderna Grecia, donde Felipe nació en 1921.
Era nieto del rey Geórgios I, quien fue obligado a abdicar cuando Felipe tenía 18 meses. A causa de ello, él fue sacado de la isla de Corfú, donde nació, oculto en una caja de naranjas durante la huida de la familia a Francia.
Nunca volvería a vivir en la tierra de Homero y cuando se casó con la reina Isabel renunció a sus derechos dinásticos sobre ese trono.
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Sin embargo, siempre conservó un especial recuerdo de sus orígenes y por eso la Orden del Redentor estaba ahí.
Todos los príncipes de la casa real de Grecia son, además, príncipes de Dinamarca, porque su abuelo Giórgios I, el fundador de la monarquía helena, era hijo del rey Christian IX de Dinamarca, el abuelo de Europa.
Su casamiento con Isabel igualmente lo llevó a declinar ese título, pero llevaba en el corazón esos orígenes, de modo que ordenó que la Orden del Elefante, a su vez la más distinguida condecoración de ese reino, figurara en sus exequias.
Otros que recibieron la insignia danesa fueron Winston Churchill y Nelson Mandela.
En fin, a partir de estos curiosos objetos se podría contar la historia del príncipe.
Para Stephen Segrave, secretario de la Cancillería Central de las Órdenes de Caballería, elegir no debió ser nada fácil para Felipe, pues cada una le recordaba un momento muy especial.
“El duque de Edimburgo mereció alrededor de 61 condecoraciones y premios de 53 países y no había espacio suficiente para ponerlas todas en los cojines”, le explicó Segrave al Telegraph.
No podía faltar la Muy Noble Orden de la Jaretera, la cofradía de caballería más antigua del mundo, que evocaba para el príncipe su boda con Isabel en 1947.
De hecho, fue uno de los honores que le hizo su suegro, el rey Jorge VI, con motivo del matrimonio, además de los títulos de duque de Edimburgo, conde de Merioneth y barón Greenwich.
A propósito de la capilla de St. George, cuya cripta ahora guarda sus restos, es la sede de la Jarretera, fundada por Edward III en 1348.
Sus miembros, entre ellos la reina Isabel, el príncipe Carlos, el rey Felipe VI de España y el rey Willem-Alexander de Holanda, se reúnen allí una vez al año en una vistosa ceremonia.
Otras distinciones presentes eran el collar y broche de la Real Orden Victoriana, el collar y broche de la Orden del Imperio Británico y la Orden Victoriana al Mérito.
Otra pieza llamativa era el bastón de mariscal de campo, la mayor posición a la que se puede llegar en las Fuerzas Armadas del Reino Unido.
Figuraban las alas de la Royal Air Force, RAF, que Felipe mereció por primera vez en 1953. Tres años más tarde obtuvo las de piloto de helicóptero y en 1959 las de piloto privado. Cuando vino a Colombia, en 1962, condujo el avión en que fue de Bogotá a Cartagena.
El príncipe fue también un gran aliado de Isabel en su objetivo máximo de mantener unida la Commonwealth, la mancomunidad de naciones que pertenecieron al Imperio ritánico y por eso escogió distinciones como la Orden del Caballero Australiano, la Orden de Nueva Zelanda, la Orden del Canadá, la Orden de Logohu, de Papúa Nueva Guinea, la Orden de la Estrella Brillante de Zanzíbar, la Orden de Darjah Utama Temasek, de Singapur. En fin, una selección que evoca la travesía por los cuatro puntos cardinales de la Tierra que el príncipe hizo de la mano de Isabel II.