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“Ella es todo para mí”: la conmovedora historia de amor entre Socorro Oliveros y Rodolfo Hernández
Socorro Oliveros ha logrado mantener un bajo perfil, a pesar de la creciente popularidad de su marido, Rodolfo Hernández. Pero es su gerente de campaña, su mayor consejera y, quizás, la única que le jala las orejas.
A Socorro Oliveros de Hernández nunca la vieron por la Alcaldía de Bucaramanga. A pesar de que su esposo comandaba la bella capital de Santander, ella jamás hizo presencia por esos lares. Mientras el ingeniero tuvo el mando de la ciudad, a Socorro, en cambio, sí se la veía mucho por la constructora HG. Allá siempre está de bota, casco y gafas protectoras. Conoce el negocio como nadie y ha estado al frente de este por dos décadas. En campaña no apareció casi nunca públicamente. Apenas concedió una entrevista para televisión, en la que recibió a los periodistas en una obra en Bucaramanga.
Igual de simpática que el ingeniero, en esta se mandó varios apuntes de antología. Describió su relación con Rodolfo como Google Trends, con subidas y bajadas, “con dificultades”. Pero aseguró que la gente ve a su marido muy bravo en lo público, pero que en lo privado es un “merengue” y que la que más lo regaña es precisamente ella.
El mes pasado la pareja llegó a sus bodas de oro: 50 años de casados. Se conocieron en un paseo de río al que él fue con otra amiga. Cuando regresaron de ese paseo, decidió llamarla. Rodolfo cuenta que casarse con ella fue lo más acelerado que ha hecho. Adelantó la misa para sellar esa unión por lo católico y el evento sucedió finalmente el 6 de abril de 1976. La pareja comenzó su vida de casados con gran amor, pero con los años comenzó a sentir la ausencia de los niños que no llegaban al hogar. Decidieron entonces adoptar un bebé.
Como contó SEMANA en un reciente reportaje, un día Socorro tomó un carro y pidió que la llevaran a un orfanato dirigido por religiosas católicas, en Bucaramanga. Y allí, después de cumplir con las normas y documentos exigidos, le entregaron a Juliana.
Fue tanta la alegría que inundó el hogar con la niña que Hernández le pidió a su esposa regresar al mismo lugar y adoptar un segundo bebé. Querían un hombre y completar la pareja. Uno de los huérfanos, Mauricio, se aferró al dedo de Socorro al verla y no se desprendió de ella. Ambos entendieron que se trataba de un mensaje divino. Era el escogido.
Después de que los dos bebés iluminaron la familia, Socorro finalmente quedó embarazada y nacieron sus otros dos hijos, Luis Carlos y Rodolfo José. La historia de Juliana fue ampliamente conocida en esta campaña y es el mayor dolor que carga la pareja, especialmente Socorro, que tenía con ella una relación entrañable. En 2004, la joven se fue de paseo con sus amigas de quinto semestre de Derecho de la Universidad Santo Tomás. Todas se quedaron en una finca cerca de Ocaña. Según cuentan, hombres armados se llevaron a Juliana y a una de las compañeras, a la que liberaron al poco tiempo, pues era claro que su familia no tenía con qué pagar el rescate. A Juliana se cree que la mataron, aunque nunca apareció el cuerpo.
La familia de Socorro lleva años intentando sanar este dolor. Han buscado por muchos medios encontrar la verdad, meditan, se entregan a la oración. Rodolfo ha dicho que se arrepiente de no haber pagado el rescate, pues el sufrimiento ha sido inmenso, pero también se ha sostenido en que lo hicieron para evitar una historia sin fin de extorsión. Socorro ha vivido las duras y las maduras con Rodolfo. Lo de Juliana es lo más duro, pero no lo único. En 1994, casi quiebran.
Rodolfo le contó a Vicky Dávila en una portada de SEMANA que en ese momento juró no volver al banco. No porque fuera malo o bueno, sino porque se puso a hacer cuentas de cuánto pagaba de intereses por la financiación de los proyectos de vivienda y resolvió hacer un plan para cancelar todo y trabajar con capital propio. Desde ahí la pareja comenzó a ser muy parca en los gastos.
“Uno no se quiebra de vivir bien, sino de hacer negocios pendejos”, suele decir él. La pareja hoy maneja una fortuna cercana a los 100 millones de dólares. Son una de las grandes fortunas del departamento. Pagan 20 millones en impuestos diarios, 7.000 millones al mes. Si su esposo es presidente, Socorro será una primera dama muy atípica, quizás la más distinta que ha tenido el país. Comenzando porque ya anunciaron que no vivirán en la Casa de Nariño, sino que la convertirán en un museo de arte contemporáneo, arte moderno y una sala de arte itinerante de nivel internacional. Abrirá a las diez de la mañana y cerrará a las cuatro de la tarde.
Tampoco tendrán avión grande, pues él considera que se monta mucho lagarto. Rodolfo ha sido polémico en lo que respecta a su familia. En la semana previa a la elección, se conoció un audio en el que él, a propósito de Socorro, decía: “Es bueno que ella haga los comentarios y apoye desde la casa. La mujer metida en el Gobierno, a la gente no le gusta… Ven que es invasiva, que ella no fue a la que eligieron, al que eligieron fue al marido. Entonces, si hay algo que me tenga que decir, Socorro, mi esposa, ella me lo va a decir en la casa. ‘Hombre, yo estoy viendo eso, analicemos eso’”.
Las redes cayeron con ferocidad contra Rodolfo, pero la realidad es que fue descontextualizado. El ingeniero no decía eso por machismo, sino porque piensa que la familia no debe inmiscuirse en los Gobiernos. A Vicky Dávila le había dicho: “Mi familia no tiene ningún poder allá.
Es más, después de la posesión voy a mandar una circular a todas las dependencias del Estado, a los ministros, a los directores de los departamentos, que ni mi esposa, ni mis hijos, ni mi mamá, ni nadie de mi familia puede intervenir en el funcionamiento del Estado”. Lo que siempre ha dejado claro el candidato es que la que manda en la casa es ella. Es la única que lo regaña y quien, con mucho trabajo y destreza, sustentó el imperio en el sector de la construcción que los hizo ricos.