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“Es hora de hablar de las víctimas”, dice Juan Pablo Raba, protagonista de la miniserie Noticia de un secuestro
El actor Juan Pablo Raba protagoniza Noticia de un secuestro, la serie de Prime Video que vuelve a recordar un pasado doloroso de Colombia. A él lo devolvió a una vieja herida, que aquí cuenta.
Durante la pandemia, el único trabajo que Juan Pablo Raba tuvo fue participar en el audiolibro de Cien años de soledad. Sin duda, un acercamiento a la obra de Gabo que lo dejó con ganas de interpretar historias en las que la pluma de Gabriel García Márquez estuviera presente. Y la vida le dio ese regalo.
Raba forma parte de la miniserie, de seis capítulos, sobre el libro que escribió el nobel en 1996 y que recién se estrena en Prime Video. Cuenta con la participación de otros actores colombianos, como Majida Issa, Cristina Umaña, Julieth Restrepo, Carmenza Gómez y Constanza Duque. Noticia de un secuestro se centra en el crudo episodio que narra Gabo cuando diez personajes de la vida nacional estuvieron cautivos bajo el yugo de los Extraditables. Raba interpreta a Alberto Villamizar, el esposo de Maruja Pachón y hermano de Beatriz Villamizar, dos de los diez secuestrados.
La serie es dirigida por el chileno Andrés Wood (Machuca y Violeta se fue a los cielos) y cuenta con la producción y supervisión de Rodrigo García Barcha, hijo del nobel. “Yo no había visto Machuca, pero la tenía en mente. Me enviaron el link de la cinta sobre la vida de Violeta Parra y, a los diez minutos de verla con Moni (Mónica Fonseca, su esposa), ella me dice: ‘Tú tienes que trabajar con este señor’. Terminamos la película. Llanto absoluto, en fin”, cuenta.
SEMANA: ¿Cómo fue regresar a esa realidad colombiana que marcó tanto al país?
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JUAN PABLO RABA: Yo creo que los colombianos, y esto es fuerte decirlo, llevamos siempre una herida abierta, es parte de nuestra historia, y digo que es fuerte porque es triste tener que decir algo así. En mi familia, en esa época, sufrimos mucho y muy de cerca. Mi tío Óscar Rivera murió en el avión de Avianca, iba para Cali, trabajaba en la Federación de Cafeteros y murió en ese avión. Esa herida está ahí. Colombia es un país muy violento y, a la vez, es un país con una berraquera infinita y con una capacidad insuperable de salir adelante. Efectivamente, con esta historia abrimos otra vez esa herida.
La verdad es que estuvimos todos secuestrados. Mi personaje, Alberto Villamizar, encontró las herramientas para hacer algo, y es que él se puso como objetivo de vida liberar a su mujer y a su hermana, y encontró una forma de hacerlo, con herramientas legales, herramientas de vida, de malicia, de inteligencia. Él no se quedó en la casa esperando simplemente a ver qué iban a hacer los Extraditables con sus seres queridos.
SEMANA: No es la primera vez que se enfrenta en la ficción a la historia, lo hizo en Narcos. ¿Qué se aprende desde el lado del verdugo?
J.R.: Cuando hice Narcos, recibí un montón de críticas, que yo perpetuando la mala imagen, que Colombia es más que traquetos, etcétera. Y efectivamente Colombia es mucho más, pero la gran victoria de eso, para bien de la industria, es que Narcos fue el primer proyecto de más de 100 millones de dólares que se hizo en Colombia, y después de eso grandes estrellas han venido a filmar acá. Hacer estas series, desde el punto de vista de los victimarios, es otra cosa. Lo que más me conmovió de Noticia de un secuestro es que es una historia desde el punto de vista de las víctimas. Con esos proyectos pasa un poco lo mismo que con las noticias, como que terminamos insensibles ante tanta tragedia, invisibilizando a las víctimas. Siempre decía: yo no hago apología del narcotráfico, yo realmente hago es de un pobre desgraciado, un ser despreciable. Yo no hago de narco, asesino o de corrupto porque me guste, lo hago porque, de alguna forma, es necesario para contar cierta historia, y lo hago como con un gran ejercicio de empatía porque de todas formas tú defiendes a tu personaje, sea el que sea.
Lo importante es que no podemos olvidar a las víctimas. Ese otro lado tiene mucho valor, y, por eso, estoy muy agradecido con la plataforma y me parece importantísimo que por fin empecemos a contar esas historias. A veces a la gente le interesa más el narco porque es llamativo y hasta divertido, pero esta serie, por ejemplo, es intensa, nada lenta ni mamerta. Es una gran historia con todos los elementos.
SEMANA: En Colombia interpreta historias que hablan de la realidad nacional y en Estados Unidos lo contemplan para cintas de acción de gran factura. ¿Qué tan difícil es ser un actor de acción en Hollywood y alcanzar el nivel de un Liam Neeson, por ejemplo?
J.R.: Lo más difícil es romper con el estereotipo que tiene Hollywood del latino. Siempre he pensado que tenemos que construir un puente entre las dos culturas, y ese puente es como jugar una partida de ajedrez. Mucha gente quiere que los resultados sean ya y que seamos reconocidos ya, pero eso no va a pasar de la noche a la mañana. Cuando tienes figuras como Sofía Vergara en la comedia más exitosa de Estados Unidos, cuando tienes a un Óscar Isaac haciendo Star Wars o un Pedro Pascal en The Mandalorian, un Édgar Ramírez, uno dice lo estamos haciendo. La forma en la que yo rompo estereotipos es demostrando que nosotros somos muy distantes de eso y buscando el profesionalismo. Siempre he trabajado con personas que después quieren volver a trabajar conmigo. Peppermint, con Jennifer Garner, fue un papel al que me costó mucho decirle que sí porque era el cliché del cliché.
Lo lamenté mucho, fue un momento duro porque terminé, de alguna forma, cediendo a una presión y haciendo lo que ellos querían. Pero, lo que es la vida, tuve tan buena relación con el director que años después me llamó para volver a trabajar con él en Freelance, una comedia de acción. Hoy en día, la mayoría de los latinos tenemos ese objetivo claro. No es fácil abrirse camino y no es fácil, sobre todo, tener que decir tantas veces no a papeles que sencillamente no me interesan y no quiero seguir representando. Hay que tener paciencia para esperar y así llegan los más interesantes.
SEMANA: Siempre viaja con su familia a todo lado. ¿Cómo logran adaptarse tan fácil?
J.R.: Sí, nosotros somos muy la patota. Fue la decisión de vida que tomamos con Mónica. Siempre dijimos: no vamos a hacer la que hemos visto tantas veces y que fracasa, y es ella en la casa con los niños y yo por el mundo dos, tres semanas, o dos y tres meses filmando, porque no funciona. Metimos a nuestros hijos en un sistema educativo que nos permite viajar con ellos y que arranquen colegio en cualquier parte. La gran artífice es ella. Eso hace toda la diferencia. Yo no me he perdido los primeros pasos de mis hijos, sus primeros días de colegio porque, y esto me lo dijo un amigo, el tiempo de calidad es importante, pero la cantidad es más.
Todos los días pasan cosas, la crianza es un tema de todos los días, hay situaciones que resolver, negociar, cambiar, ajustar. Entonces, yo le agradezco mucho a Moni porque es un gran soporte para mí, y siempre le digo que, si no fuera por ella, por esta forma en la que nos hemos inventado vivir, no sé si hubiera sido posible para mí estar en Los Ángeles y hacer lo que estoy haciendo.