REALEZA
La de Juan Carlos de Borbón, qué bonita familia
Escándalo en España por correos del yerno del rey emérito que enredan a este en los chanchullos que tienen a la familia real en el banquillo.
Nunca, desde que los reyes católicos unificaron la Corona española a finales del siglo XV, un miembro de la realeza enfrentaba un juicio desde el estrado de los acusados. A la infanta Cristina, exduquesa de Palma, hija de Juan Carlos I, hermana del actual rey Felipe VI y esposa del principal acusado del caso, Iñaki Urdangarin, le cayó el oscuro honor. Desde que su hermano asumió el trono en junio de 2014, la monarquía gozaba de una aprobación creciente y un perfil más sensato que soportaban incluso los más republicanos. Pero esa alegría tenía fecha de caducidad, la de su juicio. Estos una vez más saltaron a pedir el fin de la monarquía, ya no solo por anacrónica y costosa, sino ahora por corrupta.
Los ojos de los españoles están puestos en Palma de Mallorca, donde el juicio comenzó el 11 de enero. La Fiscalía acusa a Iñaki Urdangarin, a su esposa y a otras 16 personas de desviar recursos de gobiernos regionales (Valencia, Baleares y Madrid) y justificarlos desde el Instituto Nóos como servicios que varios fiscales consideran ‘ficticios’. El juicio, que se extenderá por casi seis meses, venderá periódicos y elevará ratings en televisión. Para la muestra, la primera audiencia ya ameritó, para muchos medios, el cubrimiento ‘minuto a minuto’ que suele emplearse en los partidos de fútbol.
Pero más allá del sensacionalismo de los medios, las consecuencias del juicio no son menores. Según informa RTVE en su portal web, Urdangarin enfrenta una pena de 19 años y medio de cárcel “como presunto autor de los delitos de prevaricato, malversación, fraude, estafa, falsedad, delitos contra la Hacienda, tráfico de influencias y lavado de capitales. Manos Limpias (una organización de funcionarios públicos que se define como un sindicato anticorrupción) pide para él 26 años y medio y para la infanta ocho años como cooperadora de dos delitos fiscales”.
Considerando el peso de los implicados, la Fiscalía pujó sin éxito por llevar a los estrados a Juan Carlos de Borbón. Pero ha salido a la luz una buena cantidad de correos que indirectamente lo involucra en comportamientos cuestionables. Los mensajes provienen de Diego Torres, el exsocio de Urdangarin, quien en el intento de limpiar su nombre los entregó a la Fiscalía. Apuntan a establecer que el rey sabía lo que pasaba en el Instituto Nóos y se hizo el de la vista gorda. Queda mucho por probar, pero ya es imposible negar que Urdangarin trató de utilizar a su suegro para que intercediera en su favor en muchos patrocinios o negocios con empresas deportivas.
En el correo más escandaloso que se atribuye al esposo de la infanta, este le pide al entonces rey Juan Carlos que presione a Bernard Arnault, del grupo Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH). Urdangarin insta a Juan Carlos a pedirle al empresario francés patrocinar el evento que el Instituto Nóos organizó en Valencia. “Quizá con un impulso del Señor, el tiempo no correría tanto y el señor Arnault decide con rapidez. Creo que la propuesta es de gran interés para el grupo LVMH”, le pide. El tono refleja la cercanía y confianza del yerno con el rey. El francés contribuyó luego con 87.000 euros de los 200.000 que Urdangarin pretendía recibir, pero participó, y sin el accionar del rey, ese dinero no hubiera entrado. Por el evento, Urdangarin cobró 1 millón de euros al gobierno local de Valencia.
Otros correos dejan ver que Urdangarin pidió al rey más favores personales, como acercarse al zar de la Fórmula Uno, Bernie Ecclestone, a Joseph Blatter, presidente de la Fifa, y a Jacques Rogge, del Comité Olímpico Internacional, para pedirles asistir al seminario que impulsaba desde su cuestionada fundación. No queda claro todavía si el monarca aceptó, pero Urdangarin nunca dejó de pedirle favores a su exsuegro. También, para desgracia de toda la familia real, resurgió el nombre de la famosa aristócrata alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein, entonces amante de Juan Carlos, pues Urdangarin le escribió para pedirle que lo ayudara a acercarse a la Laureus Sports Foundation de Londres. El yerno ha tratado de limpiar al rey de cualquier culpa desde sus primeras declaraciones, pero su credibilidad está por el piso.
Exduquesa
Decenas de manifestantes antimonárquicos se congregaron, una vez más, a las afueras del juzgado, y marcaron con su presencia un momento importante para la causa republicana. Considerando que muchos analistas creen que en 20 años la monarquía española será historia, esta mancha la acompañaría hasta el fin.
Por eso, la infanta Cristina define el concepto de paria como pocos en el siglo XXI. Su padre le rogó renunciar a su título de infanta, su hermano le quitó el de duquesa, su nombre ya no designa una de calle la Municipalidad de Palma de Mallorca, y la Generalitat de Barcelona (ciudad que se vistió de gala cuando se casó en 1997 con Urdangarin) está a punto de quitarle la medalla que le otorgó como ciudadana ilustre. Pero, a pesar de todo, ella no se distancia de su amado y no admite culpa.
Su novela personal supera la razón y ha pasado al terreno de la paranoia. La infanta no renunció a sus derechos reales, según argumenta, por sus hijos. Ha cerrado filas con su marido, pase lo que pase, y se siente víctima de una conspiración palaciega. Varios medios, entre ellos el portal Vanitatis, señalan que Cristina culpa personalmente a la reina Letizia, con quien nunca se llevó bien, de separarla de su familia. Después del destape del escándalo, la reina ha sido especialmente intransigente en cuanto a mantener a Felipe VI lejos del problema.
Cristina, la infanta que solía ser duquesa, puede ser una víctima que vive el peor momento de su vida con el caparazón emocional reforzado. Por su causa, su familia está dividida (salvo su madre Sofía y su hermana Elena, todos le han dado la espalda), su país tiene un juicio digno de un reality y su marido casi con seguridad tiene reserva de primera en una celda.