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Esta es la inspiradora historia del joven colombiano que logró triunfar vendiendo tamales en Nueva York
Empezó con un carrito y ahora su emprendimiento cuenta con dos sedes.
A diario, miles de colombianos piensan en migrar al exterior en busca de mejores oportunidades, sin embargo, el objetivo no siempre es el mismo para todos aquellos que se van a Estados Unidos.
Este es el caso de Alejandro Martín, quien decidió viajar indocumentado al país norteamericano a sus 25 años de edad, pese a que tenía un buen trabajo en Colombia y había hecho parte de varias multinacionales en puestos ejecutivos.
Sin embargo, entre sus metas estaba seguir creciendo y, para ello, buscaba mejorar su inglés. El joven, que nació en Medellín, estudió Comunicación Social en la Universidad Minuto de Dios en Bogotá y su experiencia laboral comenzó haciendo monitoreo de medios a la antigua: tomando nombres de empresas y leyendo a diario los periódicos y revistas para contar cuántas veces era mencionada dicha organización.
Para Martín este era un trabajo muy aburrido y no se hallaba en lo mismo durante mucho tiempo, por lo que optó por seguir formándose en el mundo de las ventas, según contó en una entrevista que le concedió a SEMANA en enero de 2021. “Entré a Alkosto como vendedor y curiosamente me fue muy bien. Era de los que más vendía y los resultados me hicieron escalar muy rápido. Llegué a ser supervisor de ventas. Tiempo después di charlas y capacitaciones sobre cómo llegar de manera efectiva a los clientes”, detalló.
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Luego, recordó que a sus 17 años logró llegar a Sony Corporation en el área de ventas y, más adelante, cuando terminó su carrera, ingresó a Samsung. Allí se destacó tanto que uno de sus jefes le expresó su deseo que se convirtiera en su reemplazo cuando él dejara la compañía; además, le indicó que lo único que debía hacer para que esto se hiciera realidad era aprender inglés.
Aunque Alejandro, como muchos colombianos, intentó aprender este idioma en diferentes centros de educación, no lo logró, por lo que decidió hacer los papeles e irse a Estados Unidos tomando un avión que aterrizó en el país del Tío Sam. Después de nueve meses de estudiar inglés, el joven regresó a Colombia, pero se llevó una gran sorpresa.
Al presentarse al cargo que le había mencionado su jefe como gerente para Latinoamérica de Televisores en Samsung, desafortunadamente recibió un rotundo no como respuesta argumentando que era muy joven. “Me dijeron que era muy joven, que podía entrar en un cargo menor por mi experiencia”, expresó.
En ese momento se le “nublaron” sus planes y cuando hizo cuentas se dio cuenta de que económicamente le podría ir mejor en el país norteamericano que en Colombia y, pese a que no tenía visa de estudiante, se fue de nuevo como turista.
Durante sus primeros meses en EE. UU., trabajó como mesero en un restaurante similar a Andrés Carne de Res en Nueva York para poder mantenerse y dar un apoyo económico a la familia que estaba por conformar: su novia de ese entonces lo acompañó y estaba embarazada.
Tiempo después su permiso para estar allí se venció y como muchos otros indocumentados, Martín hizo hasta lo imposible por continuar en el país y encontró en los negocios un aliado.
Su emprendimiento inició por un antojo de su novia de comer tamal. “Yo fui, le conseguí uno, pero eran horribles, desabridos y no tenían el toque del tamal colombiano de verdad”, comentó. Ante esto, en la cabeza del joven y su pareja no dejaba de rondar la idea de probar en Nueva York este plato.
Al principio le contó su plan a un amigo para que se encargara de venderlos, pero sus proyectos quedaron en veremos. Sin embargo, más adelante su pareja tomó la decisión de llamar vía Skype a la mamá de Martín para que le indicara qué tenían que comprar y cómo podían preparar los tamales.
“Hicimos los tamales más costosos. Se nos fueron 300 dólares comprando el pollo, el arroz, las hojas y todo lo que necesitábamos. Además, desperdiciamos muchísimo, compramos de más, pero bueno, logramos tener nuestros primeros 20 tamales”, afirmó.
Pese a que Martín aseguró que no eran los mejores tamales, indicó que sí marcaron una diferencia frente a lo que se conseguía en Nueva York, por lo que le dijo a su novia que se llevaría unos para el restaurante y los vendería allí cada uno a 10 dólares, lo cual sucedió con gran éxito.
De esta forma, el joven conquistó tanto a clientes latinos como no latinos y se dio cuenta de que ahí había una gran oportunidad para generar ingresos extra sin imaginar que llegaría a ser un reconocido emprendimiento llamado La Tamalería Colombiana USA.
Comenzó vendiéndolos como parte del menú del restaurante en el que trabajaba. Luego se aventuró a comercializarlos en las calles de Nueva York, especialmente en la calle Colombia, y diariamente -nevara o no- estaba de pie con su carrito ofreciendo este producto a los transeúntes.
El negocio empezó a crecer, a tal punto que ya tenía a varios ayudantes en diferentes partes de la ciudad ofreciendo su producto, y se popularizó tanto que “no había un colombiano que no me reconociera o no hubiese probado un tamal de nosotros”.
Así, La Tamalería Colombiana USA creció y hoy en día es una empresa formal que tiene su propio portal web y su propia cocina integral, desde donde hacen domicilios y entregas por encargo, y por si fuera poco, cuentan con unos carritos que, al estilo de los food truck que tradicionalmente se ven en los Estados Unidos, ofrecen el tamal colombiano en combo: con chocolate y croissant por los mismos 10 dólares.
Actualmente, tienen presencia en siete estados, entre los que se encuentran Las Vegas y Los Ángeles. Además, genera nueve empleos directos y más de 150 indirectos. Martín asegura que su objetivo con la compañía, en gran parte, es ayudar a los migrantes que como él van a este país a probar suerte.
Semanalmente, venden entre 5.000 y 8.000 tamales, y su portafolio se ha diversificado, ya que ahora también tienen lechonas, comida que según él tampoco se conseguía en la Gran Manzana y que ofrece precocida junto con el instructivo para que los clientes puedan prepararla en sus casas.
Al menú, el joven ha ido agregando más preparaciones como envueltos de queso y bocadillo, de hecho, también intenta probar con postres como el de tres leches. “Hoy miro los resultados y siento que me hace falta tanto por hacer. Este es solo el inicio porque a futuro quisiera que La Tamalería Colombiana se convirtiera, por qué no, en el McDonald’s de los tamales y conquistar todo el mundo con este plato colombiano”, manifestó.