Entrevista
Eugenio Derbez revela en SEMANA la historia de la película con Al Pacino, en la que no quiso actuar; “me niego a ser el latino matón”
El exitoso actor mexicano estuvo en Colombia, como la estrella principal de la reciente edición de Bogocine.
Invitado por el Festival Internacional de Cine de Bogotá, Bogocine, Eugenio Derbez estuvo en Colombia. Era su segunda vez en el país. “Pero, en realidad, para mí viene siendo la primera. Porque en la otra ocasión vine por trabajo y de entrada por salida, casi no la recuerdo”, asegura el actor mexicano.
Su visita pareció casi la de un rockstar. En cada esquina lo paraban a pedirle autógrafos y fotos. Y él sonrió para todas. En la Universidad Central, donde dictó una charla sobre su vida y su carrera, abarrotó un escenario en el que se esperaban unas 400 personas. Al final, llegaron más de 1.200. Con esa sencillez y carisma, Derbez conversó con SEMANA.
SEMANA: Hablemos de Sergio y el reto de estelarizar por primera vez con un personaje dramático en ‘Radical’, la película que vino a presentar a Colombia.
Eugenio Derbez (E. D.): Tenía muchas ganas de hacer una película más profunda, con un mensaje más serio. Ganas como actor de hacer algo más dramático. Esta película la tenía desde hace 8 años guardada y esperando un momento justo para sacarla. Me preguntaba cómo reaccionaría la gente con una película que no era la típica de humor de Eugenio. Hasta que, por azares del destino, me llaman para hacer Coda, que gana el Óscar a mejor película. Fue donde dije: es el momento. La gente la ha recibido muy bien, pese a no ser una comedia típica en las que siempre me ven. Este es mi primer estelar protagónico haciendo drama. Me dio mucho miedo. Fue complicado. Un día antes de empezar a grabar dije: ¿y si me estoy equivocando y la gente piensa qué hace Eugenio haciendo drama? Me sentí muy vulnerable, pero creo que dimos en el clavo.
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SEMANA: Usted confesó que por primera vez se deprimió grabando una película. Cuéntenos de esa experiencia
E. D.: Siempre he hecho comedia. Y para mí ir a trabajar era igual a ir a reírme. Pero, cuando hago Radical me encuentro con que, de entrada, donde estábamos filmando era un lugar muy duro, un basurero. Tenemos que andar con tapabocas en la grabación porque nos podíamos enfermar. La pobreza que había alrededor era grande. ¿Cómo pueden estos niños vivir aquí?, me preguntaba. Yo aquí estoy solo dos meses, pero hay gente que vive aquí a diario. Eso, sumado a los sentimientos a los que debía apelar y que no estaba acostumbrado, me generó depresión. Le decía a mi mujer: qué raro, siempre soy alegre, nunca he estado deprimido y ahora lo estoy, me daban ganas de llorar por todo. Ese no era yo. Luego entendí que eso me servía para el personaje de ese profesor que cambia la historia de esos niños.
SEMANA: ¿Siente que ahora lo toman más en serio?
E. D.: Totalmente. Es muy raro cómo, cuando haces drama, la gente te respeta de manera diferente. Yo digo que es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar. Porque todos lloramos de lo mismo: la muerte, el desamor, la pérdida. Pero todos nos reímos de cosas diferentes: no se ríe de lo mismo un rico que un pobre, alguien que tiene cultura y el que nunca ha estudiado. Un norteamericano que un colombiano. Hacer una comedia que pueda viajar y hacer reír a todos es más difícil. Sin embargo, muchos ven la comedia como subgénero. Nunca la invitan en los festivales, ni a las entregas de premios importantes. Y ahora que hago drama me siento más respetado.
SEMANA: ¿Eso lo mortificaba?
E. D.: Nunca lo sentí como algo que anhelara. Pero ahora que me sucede, me siento más valorado y respetado. Y haciendo algo que me requiere menos esfuerzo, que antes que hacía comedia, que es mucho más exigente.
SEMANA: Este es su segundo papel como profesor, en ‘Coda’ era uno de piano. ¿Cuáles han sido sus maestros de la vida?
E. D.: Tuve un maestro en la preparatoria que era muy apasionado para enseñar y por lo mismo muy simpático. Involuntariamente cómico. Nadie se quería perder su clase porque era muy gracioso. Daba clases de derecho, que no me interesaba en lo más mínimo. Pero él se las ingeniaba para hacerla divertida, con frases y ejemplos simpáticos. Y, en lo personal, mi mamá ha sido mi maestra de la vida y ahora mis hijos.
SEMANA: Ahora que habla de su mamá, Silvia Derbez, que fue una gran actriz de la época del cine de oro mexicano. ¿Qué tanto lo marco realmente para su carrera en la actuación?
E. D.: Muchas veces me he preguntado qué hubiera sido yo si mi mamá no hubiera sido actriz. Nací en una familia en donde cada vez que tenía un día libre me iba con mi mamá al set. Y entraba a un mundo desconocido donde el set podía ser un banco. En la siguiente escena, una casa. Y en la otra una calle. Eso era fantasía para mí. ¿Estoy en la actuación porque tuve la vocación o porque mi mamá me metió en este mundo? Creo que si mi mamá hubiera sido enfermera o contadora estaría yo en ese mismo oficio, pero contándole chistes a todo el mundo.
SEMANA: Justamente, su mamá creyó que usted se iba a morir de hambre como humorista...
E. D.: Cuando mi mamá me vio por primera vez en un escenario haciendo comedia no entendía nada. “Tú siempre has sido un niño introvertido, ¿cómo que ahora humorista?”, me preguntaba. Decía que era como si tuviera una doble personalidad. Creo que esa timidez hace que en las fiestas donde no conozco a nadie sea el que se hace en un rincón, observando, como antisocial. No hablo con nadie, soy tímido. Eso hice toda mi vida. Y ese ejercicio de observación ha sido el insumo para volverme humorista.
SEMANA: Pero, en su caso fue una vocación tardía, usted se da cuenta de que es chistoso como a los 25 años…
E. D.: Fue, de hecho, a los 27. Antes de eso quería ser actor dramático. Y no sabía que podía hacer reír. No era algo que tuviera contemplado. De repente, me invitaron a un programa de comedia, y como mi sueño era ser actor, dije: ‘bueno, todo con tal de estar en un set de grabación’. Y me di cuenta que me sale bien y puedo hacer reír a los demás.
SEMANA: ‘No se aceptan devoluciones’, la película que le dio fama mundial, fue un parteaguas en su carrera. ¿Imaginó cuando la escribió que se convertiría en la película de habla hispana más taquillera de la historia?
E. D.: Yo podría hacer una película de cómo hice No se aceptan devoluciones y de cómo me cambió. Fue un parteaguas. Como si me hubiera muerto y vuelto a nacer. Fue tan drástico el cambio de mi vida, que no sé explicar, pero me cambió en todos los niveles.
SEMANA: Pero la fama parece que no cambió su forma de ser. La gente que lo conoce dice que usted carga la sencillez como moneda suelta en los bolsillos...
E. D.: Y nunca va a cambiar. Mi mamá era una persona muy famosa que me enseñó que uno nunca debe perder la sencillez, por más fama que tengas encima. Me enseñó que si me dedicaba a esto no podía dejar de saludar a la gente y volverme un sangrón. Y le he cumplido.
SEMANA: Ahora que habla de fama, Variety dice que usted es el hispano más influyente. Cómo va por la vida con eso...
E. D.: Siento una gran responsabilidad. Variety, que es la revista más importante de Hollywood hizo un estudio entre todos los latinos en EE. UU. y me dio ese título. Es una gran responsabilidad saber que con una decisión tuya puedes influenciar una vida, a una persona. Lo aprecio, pero también sé que a raíz de eso debo cuidar muy bien qué tipo de personajes elegir en mi carrera.
SEMANA: ¿Le ha pasado, como a otros actores, que le ofrezcan papeles de latinos estereotipados?
E. D.: He rechazado películas en las que me ofrezcan interpretar a un latino negativo y matón. Ya me ofrecen esos personajes cada vez menos, porque saben que digo no. Pero, cuando recién llegué a Estados Unidos, me hablaron de una película con Al Pacino. Un actor que admiro desde siempre. Y me explicaron que el personaje era de un asesino y narcotraficante. Y pagaban millones. Y dije no. Y creo que la vida después recompensa esas decisiones.
SEMANA: ¿Cómo han sido esas recompensas?
E. D.: La vida se las arregla para eso. Me he negado a hacer esos papeles a pesar de tener buena paga y tener al lado a gente con la que siempre he querido trabajar. Rechacé una película importantísima que, me dijeron, iba a estar en los Óscar, por estar en el parto de mi mujer. Era con Jake Gyllenhaal, que hace de boxeador en Southpaw. Me estaban ofreciendo dos papeles, uno de entrenador y otro. Me estaba apenas mudando a Los Ángeles, era una película producida por Harvey Weinstein, que todo lo que tocaba era oro, y sería mi primer gran papel en Hollywood. Pero, al final dije, ya he cometido muchos errores en la vida y debo estar en el nacimiento de mi hija. Lo rechacé sintiendo que se partía el alma. Pero la vida me regaló dos cosas: primero, la peli no estuvo ni siquiera nominada, y luego me da un papel en Coda, que sí se gana dos Óscar.
SEMANA: Hace poco, su nombre sonó para candidato a la Presidencia. ¿Lo ha tentado la política?
E. D.: Me propusieron incluir mi nombre en una encuesta del diario Reforma. “Creemos que tienes muchas posibilidades”. Y dije sí, más por curiosidad. Y un día abro el periódico y veo que había sido el más votado. Tuve una plática muy fuerte después de eso con mi mujer y mis hijos. Soy un luchador social nato, me hierve la sangre con las injusticias sociales, y me meto en problemas por apoyar causas. Y dije: si puedo apoyar a mi país, creo que tengo muchas ventajas: uno, no soy político, no le debo favores a nadie. Y dos, ya tengo lo que quiero. No necesito robar. No tengo un avión, un barco o un castillo, pero nunca los he necesitado. Pensé que era un regalo muy grande poder ayudar a mi país, a 120 millones de seres humanos a tener una mejor vida. Pero al final, cuando empecé a sentir los ataques, no me gustó la vibra y cómo me sentí. Mi energía se empezó a apagar, no soy esta persona, dije.
SEMANA: Usted ha sido crítico del gobierno de Andrés Manuel López Obrador...
E. D.: Creo que han sido reflexiones, más que ataques. Más bien, lo he tratado de ayudar y me he metido en problemas por eso. Y por eso digo que no quiero ni pensar lo que ha de ser llegar a ese puesto de presidente. Ahora mismo con Radical, que habla sobre la educación, le propuse a este Gobierno transformar la educación en México como lo hizo Sergio, el protagonista de la película, que fue un caso de la vida real. Ya ha habido varios acercamientos. Espero que cumpla.