Tauromaquia
Feria de Cali: Joselillo de Colombia, la leyenda
El hijo de quien fuera la primera figura del toreo del país y que hace 64 años inauguró la plaza de toros de Cali, fue una de las glorias que reaparecieron en Cañaveralejo en la noche del festival.
Si Colombia es una nación gracias a Simón Bolívar y los próceres de la independencia, es tierra de toros gracias José Zúñiga Villaquirán ‘Joselillo de Colombia’ (Cali, 1929 - 1997), no sólo el sexto torero colombiano de la historia, sino el prócer de la llamada ‘fiesta brava’ en el país.
Tras tomar la alternativa en Lorca (1953), fue el primer matador colombiano que actuó en ruedos españoles, y el que tuvo que construirlos en Colombia para que se pudieran dar corridas de toros.
Cañaveralejo, la plaza de Cali que es considerada patrimonio cultural y que cumplió 64 años de inauguración, fue levantada gracias a ese ‘quijote’ llamado Joselillo, entre otras, fue uno de los tres toreros -junto a los españoles Joaquín Bernadó y Gregorio Sánchez- que la inauguró el 28 de diciembre de 1957.
No en vano, el cuerpo de Joselillo de Colombia es el único entre los toreros que ha quedado inmortalizado en la plaza de Cali, tallado en una escultura de bronce y tamaño real. A su vera y bajo su sombra entrena a diario su hijo, Edgar Javier Zúñiga del Corral, que aunque nacido en Madrid (1967) es hoy el decano de los matadores de toros en activo, pues a sus 56 años sigue toreando y anunciándose con el nombre que llenó de gloria y fortuna a su padre.
Tendencias
Por eso, la leyenda de ‘Joselillo de Colombia’ será protagonista en la noche del 29 de diciembre en Cali, cuando en un festival de viejas glorias como Manuel Díaz ‘El Cordobés’, Zotoluco, Javier Vásquez, Javier Conde y El Cid, haga también el paseíllo su hijo, en el festival que se anunció en honor al Señor de los Cristales, pero que debía ser en homenaje a ‘Joselillo’, pues sin ese hombre de temperamento recio es probable que Colombia no haya tenido 175 matadores, como lo registra la historia.
Y es que en el siglo pasado, cuando las distancias entre ciudades se medían por días y no por kilómetros, Joselillo de Colombia se abrió paso como un colonizador levantando plazas de toros de madera por todo Colombia. No le importó ser empresario y torero a la vez, aunque esa doble condición siempre generó antipatía, sobre todo en Bogotá, donde además de ‘olés’ oía protestas por el precio de las boletas.
No había tarde en la que Joselillo se apareciera vestido de luces en las taquillas, inspeccionando cada detalle del negocio. Los toros lo hicieron millonario, pues llegó a tener lujosas propiedades en Colombia, España y Estados Unidos.
Eran años en los que las figuras más respetadas por la sociedad eran los toreros. Joselillo era una auténtica vedette que se codeaba con políticos, industriales y hasta reinas de belleza. Manolo Zúñiga, su hermano, también fue matador de toros de gran cartel.
Así como en España emparentaron las familias Ordóñez y Dominguín, en América sucedió lo mismo con las dos sagas más importantes de toreros, los Zúñiga de Colombia y los Girón de Venezuela.
El torero Curro Girón, hermano de César Girón (máxima figura del toreo en los años 50), terminó por esos azares siendo tío de Edgar Javier, que nació entre capotes y muletas, por lo que no tuvo otra que seguir los pasos de su padre. El 23 de septiembre de 1990 tomó la alternativa en la plaza española de Oviedo, de manos de Roberto Domínguez, máxima figura del toreo en aquel entonces.
‘Joselillo de Colombia hijo’ o ‘Joselillo de Colombia II’ se hizo habitual en los carteles de las ferias en esa época de esplendor taurino y, de la mano de su padre a quien tenía de apoderado, recorrió todos los rincones del país sorteando embestidas de toros bravos, y aguantando sus exigencias.
Una noche, luego de cortar cuatro orejas en Getafe, cerca de Madrid, Joselillo bajó al comedor del hotel y allí vio a su hijo entrándole a un solomillo mientras hablaba y reía con su cuadrilla.
-¿En serio vas a comer después de haber estado como una mierda en la plaza?-, le preguntó.
Joselillo hijo soltó los cubiertos, subió a la habitación, y “dejó vivo” medio solomillo. Al día siguiente su padre lo levantó a la madrugada para entrenar.
Eso de puertas para adentro, porque no había quién se batiera como fiera para defender el honor de su hijo. Una mañana, en el aeropuerto de Medellín antes de tomar un vuelo a Bogotá, Joselillo pilló en la sala de embarque a un reconocido cronista taurino colombiano, lo agarró de la camisa y le dijo hasta de qué se iba a morir por destrozar a su hijo en una crónica.
En el callejón, muchas veces se encaraba con los que reprochaban la actuación de su hijo en los tendidos. En la habitación del hotel era el primero en “arriarle”, mientras otras personas no paraban de darle coba.
La última vez que Joselillo de Colombia hijo hizo el paseíllo en Cañaveralejo fue en la feria 1997/1998 ante una corrida de Achury Viejo en la que alternó junto a Vicente Barrera y José Tomás. Ese día ya no estaba su padre, y el público de su plaza lo pitó y nunca más lo volvió a ver vestido de luces.
Aunque nunca se cortó la ‘coleta’, Joselillo hijo continuó la leyenda de su padre como empresario. Se embarcó en auténticas bancarrotas como hacer empresa en Cartagena de Indias, a donde llevó a figuras como César Rincón o Enrique Ponce. Es probable que muchos lo recuerden con una bolsa negra de basura llena de dólares por las calles de Cartagena para pagar los millonarios honorarios de los toreros.
Aunque la pandemia mundial de la covid-19 comenzó en marzo de 2020, Joselillo llevaba años confinado en su propia pandemia, una historia de sombras, dureza y superación que en algún momento seguro que estará dispuesto a contar.
Tan pronto como el Gobierno permitió los espectáculos públicos con aforo restringido, recorrió ganaderías, compró toros y montó festivales en los que volvió a torear. Organizó la corrida de Puente Piedra del pasado 4 de diciembre, la primera de la presente temporada colombiana, donde se llevó un disgusto en las taquillas, como los muchos que acumuló su padre, y paseó una oreja como torero.
En uno de los pasillos de la plaza de Cali, precisamente donde está la estatua de don José Zúñiga Villaquirán, entrenan los toreros colombianos que actúan en la presente feria. Allí, Edgar Javier Zúñiga del Corral goza del respeto y admiración de sus compañeros, no solo porque se mantiene delgado y activo a pesar de haber superado el medio siglo de vida, sino por encarnar el recuerdo de la leyenda llamada Joselillo de Colombia.