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“Fernando Botero quería despedirse de Colombia”: Juan Carlos, hijo del maestro, cuenta en SEMANA detalles de los homenajes en el país
El cuerpo del pintor y escultor llegará a Colombia, desde Mónaco, este jueves. Medellín y Bogotá, epicentro de los homenajes al más grande artista colombiano.
Antes de terminar en la que será su morada eterna, un espacio discreto en el cementerio de Pietrasanta, el pueblo de la Toscana italiana donde creó buena parte de su obra, el maestro Fernando Botero anhelaba un último adiós en su país.
Así lo cuenta en SEMANA Juan Carlos Botero, el hijo menor del artista, autor de El arte de Fernando Botero, uno de los libros más completos sobre el legado artístico del pintor y escultor fallecido el pasado viernes, 15 de septiembre, en Mónaco.
Juan Carlos relata cómo se desarrollarán los homenajes a su padre en Bogotá y Medellín, qué pasará con la obra inédita del maestro y cómo fue la última entrevista que concedió el artista al diario The New York Times que se publicará en los próximos días.
SEMANA: ¿Cómo se han imaginado como familia la despedida en Colombia del maestro Botero?
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Juan Carlos Botero: El cuerpo de mi padre se va a trasladar a Colombia este jueves; el viernes hay una ceremonia en el Congreso de la República, estará en cámara ardiente durante unos días hasta el martes; antes de eso, habrá una ceremonia en la Catedral Primada de Bogotá y la guardia presidencial acompañará el féretro, como lo hicieron con mi madre. Habrá también un evento en el Museo Botero de Bogotá. Luego, el cuerpo se trasladará a Medellín, donde se realizará una ceremonia y estará en cámara ardiente en el Museo de Antioquia y allí se quedará hasta el 28 de septiembre.
SEMANA: ¿Sus restos quedarán definitivamente en Pietrasanta?
J.B: Esa fue su última voluntad. Él quería y nosotros como familia también el traslado a Colombia para que pudiera tener una oportunidad de despedirse de su gente, de su pueblo amado de Colombia, que quiso tanto toda la vida, y también para que la gente pudiera despedirse de él. Eso para él era muy importante. Pero también tenemos claridad de que su última voluntad y la su esposa era que estuvieran enterrados juntos en Pietrasanta, que fue una tierra que quisieron tanto. Y él quería descansar para siempre al lado del amor de su vida.
SEMANA: ¿Cómo es ese comentario que será la última morada del maestro?
J.B: A mí me encanta ese cementerio por lo modesto que es. Es muy sencillo, muy de pueblo italiano. No hay mausoleos, ni nada. Hay una pequeña área, de un par de metros cuadrados, donde está Shopia Vari con una lápida. Al lado estará mi padre, con una lápida muy sencilla también. No es nada grandilocuente. Es un cementerio con vista a las colinas de la Toscana italiana. Es un ambiente muy bello, muy plácido, muy sereno, muy poético. Me parece muy bello que terminen los dos unidos, descansando ahí, unidos.
SEMANA: El maestro, sencillo en la muerte, como lo fue también en vida...
J.B: La sencillez fue el rasgo más distintivo de mi padre, fue siempre una persona muy sencilla, muy aplomada, cero ínfulas de nada, no era materialista. Trataba a todos con enorme calidez. Nunca permitió que el éxito se le metiera a la cabeza, incluso se manifestaba en su acento, cuando hablaba en otros idiomas, lo hacía acento paisa.
SEMANA: Usted ha sido un gran conocedor de la obra de su padre, ¿qué nos puede contar de esa última etapa como creador de su padre?
J.B: Esta última etapa de mi padre me pareció muy poética. Él comenzó pintando acuarelas, cuando tenía 15 años. Primero, soñaba con ser torero, vendía las acuarelas a las afueras de la Macarena. Un tío lo llevó a la plaza y él quiso ser torero, pero tan pronto vio el toro de cerca, se le pasaron las ganas. Entonces sus acuarelas eran sobre el mundo taurino y las tenía a la venta en la taquilla de plaza de toros de Medellín. Un día, una de sus acuarelas se vendió y estaba muy entusiasmado de poder contribuir a la canasta familiar, que había quedado muy golpeada tras la muerte de mi abuelo; en esa época ellos vivían en la pobreza más grande, mi abuela, mi papá y sus dos hermanos. Y cuando iba de camino a la casa a contarles la noticia de la venta, se dio cuenta de que el dinero se le perdió en el camino. Y sus últimos días los pasó pintando también acuarelas, porque ya no tenía las fuerzas para los grandes óleos, de gran formato, que hizo toda la vida.
SEMANA: ¿Qué destaca de esas acuarelas de los últimos años?
J.B: Son unas obras muy preciosas porque los colores no son los de una persona que se está asomando a la muerte, no son colores fúnebres, nostálgicos, ni macabros, ni tristes. Al contrario, son de una enorme luminosidad, poesía y belleza. Esas acuarelas son como un canto a la vida. Él decía que comenzó pintando acuarelas y que terminar así era como regresar a casa.
SEMANA: ¿En algún momento llegaron a hablar de la muerte?
J.B: Varias veces, y a lo largo de la vida. Pero, especialmente con mayor frecuencia después de la muerte de Sophia, hace cuatro meses. Él decía que lo que más le impactaba de la muerte era la finalidad radical. “No puedo creer que Sophia ya no pueda enterarse del mundo”, decía. Él se la imaginaba como en un cuarto, del que no pudiera salir. Le mortificaba eso: pensar que Sophia podía estar mirando oscuro a su alrededor. Y cuando él decía esas cosas, era como una manera de indicar que él ya pensaba como nunca antes en la muerte. Con más de 90 años, sentía que ya el fin se acercaba y con su condición de Parkinson con mayor razón. Él, además, fue una persona muy realista, entonces no le hizo el quite a ese tema, sino que siempre habló de la muerte con naturalidad.
SEMANA: Usted es el autor de uno de los libros más completos de la obra de su padre, ¿ha pensado en la reedición?
J.B: Justo ayer hablé con mi editor de Alfaguara. Lo vamos a reeditar pronto, porque desde que lo publiqué hasta ahora ha surgido muchísima información que quiero incorporar. Es un libro que me complace mucho haber escrito porque yo tenía un tesoro de información sobre la filosofía y el arte de mi padre y sus convicciones estéticas. Cada vez que él hablaba sobre algún concepto del arte, que lo hacía, además de manera tan brillante, tomaba nota con mucha disciplina. Y eso nadie más lo tenía. Y él decía que era el mejor libro que se había escrito sobre su obra.
SEMANA: ¿Cómo veía el maestro Botero el arte de hoy?
J.B: Él fue muy crítico del arte conceptual que se hace hoy en día. Y aseguraba que el problema es que el día de mañana, los arqueólogos cuando excaven las ruinas de nuestras ciudades y traten de encontrar cuál era el arte de la época, no lo podrán distinguir de lo que existe en los basureros. Años atrás, un campesino encontraba los restos de una escultura, y así no fuera ni culto ni leído, sabía que se trataba de una pieza de valor que había que preservar. Pero eso no pasa hoy cuando la obra de arte es un banano pegado contra la pared. Ese tipo de arte para mi padre era efímero e intrascendente y no pertenecía a las grandes corrientes del arte que él celebraba.
SEMANA: ¿Dejó mucha obra inédita?
J.B: Muchísima. Mi padre era un hombre muy prolífico. Como él no tomaba vacaciones, pintaba todo el tiempo y alcanzaba a producir muchísima obra; y gran parte no se conoce por el público. La idea de la familia, de los tres hijos que estamos unidos en el proyecto de promover su legado y su obra, es realizar exposiciones para que la gente pueda conocer el arte de mi padre. Él siempre dijo que el arte se hizo para crear placer y su arte le habla directamente al espectador, no necesita un intérprete.
SEMANA: The New York Times tiene la última entrevista concedida por el maestro antes de su muerte y usted lo apoyó en ese proceso...
J.B: Por las dificultades que él ya tenía para hablar y escribir debido al Párkinson, yo le ayudé a responder la entrevista. Pulir el lenguaje y esas cosas. La envié ayer lunes y se publicará pronto. La entrevista va acompañada de la imagen de un cuadro que tiene varios elementos autobiográficos porque es una mujer costurera con tres asistentes, como fue la historia de mi abuela materna. Ella fue definitiva en su vida, porque mi abuelo materno murió cuando mi padre tenía solo 4 años. Y mi abuela entonces se quedó en la pobreza y con tres hijos que sacar adelante. Y el único oficio que ella sabía hacer era la modistería, vivían de lo que ella lograba coser en su máquina. Entonces ese cuadro tiene esos elementos autobiográficos. La entrevista será reveladora porque mostrará la consolidación de muchos conceptos y de la manera en que mi padre concebía el arte.