Realeza
Fin del cuento de hadas: la separación de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin
El fin de la relación fue una sorpresa en esa historia de amor que había sobrevivido a muchos escándalos.
Un nuevo escándalo se cierne sobre la monarquía española, cuya corona hoy recae en cabeza del rey Felipe VI. Esta vez es por cuenta del anuncio de separación de su hermana la infanta Cristina, de 56 años, e Iñaki Urdangarin, su marido durante 24 años. El hecho que disparó la decisión fue la publicación en la revista Lecturas, la semana pasada, de unas fotos de Urdangarin caminando de la mano de una mujer por la playa.
Cristina e Iñaki, de 54 años, hicieron el anuncio al tiempo que manifestaron continuar con el compromiso por sus hijos, que, según dijeron, “permanece intacto”. También pidieron respeto por la privacidad de todos los involucrados. Era una decisión que se veía venir desde que empezaron a circular las fotos de Urdangarin con una colega suya de la firma de abogados de Vitoria, la capital del País Vasco, donde él está pagando parte de una sentencia por corrupción. Al ser presionado por los periodistas para obtener una explicación de su cercanía con Ainhoa Armentia, dijo “estas cosas pasan”, lo que confirmó la relación. “Es una dificultad que vamos a manejar con la mayor tranquilidad y en conjunto como siempre hemos hecho todo”, agregó.
El escándalo volvió a poner la luz sobre la monarquía española, ya desgastada por otras crisis de imagen, como la protagonizada por el propio Juan Carlos, hoy rey emérito, quien tuvo que exiliarse en Abu Dabi desde 2020 ante alegatos en su contra por corrupción. Las tres investigaciones que involucran a Juan Carlos en millonarias transacciones financieras podrían ser archivadas muy pronto, aunque el presidente Pedro Sánchez señaló que el rey deberá dar explicaciones a su regreso del exilio.
Una de esas investigaciones surgió cuando las autoridades empezaron a escudriñar en las finanzas de Urdangarin, quien en 2017 fue condenado a una pena de cinco años y diez meses por prevaricato, fraude, tráfico de influencias y evasión de impuestos. En el juicio, además, fue culpado por utilizar sus conexiones reales para cobrarles coimas a los Gobiernos locales para la realización de eventos deportivos y turísticos.
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Felipe asumió el trono, en parte, para salvar la monarquía, y uno de los primeros actos de su reinado fue limpiar el buen nombre de la familia con la suya propia, al lado de su esposa, la princesa Letizia, y sus dos hijas. Para ello se distanció de su padre y despojó a Cristina e Iñaki de los títulos de duques de Palma, otorgados en 1997 cuando se casaron. Fuera de eso, borró de todas las funciones reales a sus dos hermanas, Elena y Cristina. La historia de amor de los ex duques de Palma comenzó en 1996 durante los Juegos Olímpicos de Atlanta. En el otoño de ese año, Cristina organizó una fiesta para celebrar la participación de los deportistas en ese evento, a la cual fue invitado Urdangarin.
Dicen las malas lenguas que ella no tuvo reparos en acercarse a él y, más tarde, llamarlo para pedirle que salieran en una cita. Se enamoraron perdidamente, a tal punto que él abandonó a su novia de toda la vida para comenzar una relación con la segunda hija del rey. Ella, prendada de este jugador de balonmano de ojos azules, no perdió tiempo y al año siguiente, en octubre 7, la pareja dio el sí en una fastuosa boda, con 1.500 invitados, que se realizó en la catedral de Barcelona.
Eran la pareja perfecta y mucho más cuando empezaron a llegar los niños. En total tuvieron cuatro hijos: Juan, Pablo, Miguel y, por último, la niña, Irene. La familia daba una muy buena imagen a la monarquía de Juan Carlos. Ella trabajaba en La Caixa y él se había retirado del deporte para desarrollar una carrera en las finanzas. Animado por la infanta, Iñaki hizo un máster en Esade. En 2009 la pareja se fue a vivir a Washington, pues él fue nombrado presidente de la Comisión de Asuntos Públicos de Telefónica en Latinoamérica.
Pero ese cuento de hadas comenzó a resquebrajarse en 2011 cuando Iñaki fue imputado en el caso Palma Arena, que terminó abriendo otra investigación contra el Instituto Nóos, la empresa que fundó Urdangarin junto con Diego Torres, un profesor que conoció en Esade, a fin de prestar asesoría a otras empresas. Ante eso, y para proteger a sus hijos del lío jurídico, la familia se mudó a Ginebra, Suiza, donde Cristina aún vive. En 2014, ella fue arrastrada al escándalo, pero declaró no saber nada de los negocios de su marido, por lo que fue absuelta de toda culpa, aun cuando debió pagar una multa de 136.000 euros. Aun así, pasará a la historia como la primera y única integrante de la familia real en haber tenido que comparecer ante la justicia.
En junio de 2018, el esposo de la infanta ingresó a la prisión de Brieva, en Ávila. La decisión judicial puso una gran tensión en la pareja porque implicaba una separación forzosa. Sin embargo, ambos permanecieron unidos a pesar de toda la humillación que recibieron en la investigación y los juicios, más la presión del rey, quien entonces abogaba por separar a su hija de Iñaki para preservar el buen nombre de la familia real. Asimismo, tuvieron que vender su residencia, y el nombre de Iñaki fue borrado de la página de la casa real. El fallo también implicó un distanciamiento de Felipe, el hermano menor de Cristina y hoy rey de España.
Iñaki ya ha pagado buena parte de esa sentencia en prisión. En marzo pasado logró tener libertad bajo control electrónico debido a que su madre, Claire Liebaert, se encuentra en delicado estado de salud. Esto le permite a Iñaki dormir fuera de la cárcel, aunque debe someterse a controles presenciales y telefónicos. También pudo reinsertarse en la vida laboral, por lo que consiguió una consultoría en una firma de abogados cuyos socios son cercanos a la familia Urdangarin. Todo eso llevó a Iñaki a pasar más tiempo en esa ciudad, en casa de su madre, mientras su esposa permaneció en Suiza. No obstante, en las vacaciones de diciembre Iñaki se unió a Cristina y sus cuatro hijos para festejar la Navidad.
La semana pasada, la revista Lecturas publicó unas fotos de Iñaki y su amante mientras caminaban desprevenidamente por la playa. Las tomó un francés que se encontraba en Vitoria por razones de turismo. Al principio, el fotógrafo dudó de si Iñaki era el esposo de la infanta. Pero una vez aclaró sus dudas comenzó a disparar su cámara sin piedad. Luego vendió el material a la revista, que publicó las fotos en un santiamén. Enseguida, la prensa solo quiso saber la identidad de la mujer, que resultó ser Ainhoa Armentia, casada desde 2003 y con dos hijos menores de edad, que aparentemente estaba en proceso de divorcio de su marido, aunque todavía seguía viviendo con él. La pareja se habría conocido en el bufete de abogados donde ella trabaja como contadora.
La situación judicial de Iñaki vuelve a estar en duda ante esta nueva historia. Algunos creen que fue un error darle este permiso de semilibertad y lo mejor es que vuelva a prisión, a pagar el cuarto de su condena pendiente, que, según los cálculos, terminará en 2024. También creen que el escándalo podría afectar su solicitud de libertad condicional anticipada, lo que le permitiría más autonomía y menos controles. No se espera que Iñaki pierda su empleo, pero sí tendrá que soportar al menos por un tiempo el asedio de los periodistas que querrán saber cómo va su romance con Armentia.
Cristina, además del escrutinio de la prensa, tendrá que resistir la tristeza de ver su sueño de amor hecho trizas por esta infidelidad. Un revés de la vida un poco injusto, pues, como lo dice Ramón Pérez-Maura, a pesar de todos los crímenes de Iñaki, ella siempre estuvo a su lado, incluso hasta hace poco cuando fueron fotografiados esquiando juntos a comienzos de año. Curiosamente, los expertos en la monarquía señalan que la separación le hará bien a los Borbón. “Iñaki solo ha traído problemas a su esposa y su familia y esto la libera a ella del gran peso que ha debido soportar por muchos años”, dijo Pérez-Maura en un editorial del diario conservador El Debate. “Ella lo ha dado todo por él, mientras que él escapó con otra mujer”.