PERSONAJE
Gary Oldman, un grande con o sin Óscar
Gracias a su talento, y a un milagro de maquillaje, Gary Oldman compite este domingo por el premio Óscar a mejor actor que lo ha eludido por años. Gane o no, su estatus como uno de los grandes actores de su generación no admite polémica.
Muchos planetas tuvieron que alinearse para que Gary Oldman, al borde de los 60 años, recibiera una venia generalizada de la crítica y del público y una segunda nominación al Óscar. Su rol como Winston Churchill en Darkest Hour, una película cautivante cuyo único pecado es exagerar la dosis de patriotismo británico, le ha valido merecidos aplausos y varias nominaciones traducidas en premios. Entre otros ya se llevó el Globo de Oro, el SAG y el Bafta, y este domingo en la noche puede recibir el más mediático de todos. Si no es ahora, parece que la estatuilla dorada nunca le llegará al actor británico.
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Oldman no es ajeno a las transformaciones radicales, y mucho menos a meterse de cabeza en un papel. Lo ha hecho muchas veces en una trayectoria que empezó en los años ochenta y sigue tan campante con varias producciones en el tintero. Pero sin el equipo de maquillaje en Darkest Hour (también nominado) canalizar el icónico personaje le hubiera sido imposible. Oldman confiesa que ya había rechazado interpretar a Churchill varias veces por la enorme sombra del personaje porque en la pantalla grande ya lo habían interpretado grandes actores como Robert Hardy, Brendan Gleeson, Albert Finney, Brian Cox, y porque físicamente no tenía nada en común con él.
Oldman se emocionó al recibir el guion de Darkest Hour del productor que lo incluyó en Sid and Nancy (1986), y descubrió que abordaba un momento clave en la historia de la Segunda Guerra Mundial poco registrado en el cine. Pero sabía que debía transformarse para que la experiencia valiera la pena. A sus 59 años le resultó impensable engordar o recurrir a efectos especiales, pero tenía al hombre perfecto para la misión, Kazuhiro ‘Kazu’ Tsuji, un aventajado alumno de Rick Baker, siete veces ganador del Óscar a mejor maquillaje. El japonés había dejado una gran impresión en el actor cuando coincidieron en una versión de El planeta de los Simios de la cual se retiró, y también por su trabajo en How The Grinch Stole Christmas (en la que transformó a Jim Carrey) y The Curious Case of Benjamin Button (en la que hizo lo mismo con Brad Pitt). ¿El problema? Kazu se había retirado de las películas para dar vuelo a su carrera de escultor, y alguien tenía que convencerlo de regresar.
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“Si Kazu se hubiera negado, no hubiera aceptado el papel”, asegura Oldman, quien no tuvo mayor problema en integrar al japonés al proyecto. Con las condiciones reunidas, empezó un proceso de preparación tan largo que hoy día rara vez se ve en la industria cinematográfica. Durante un año Oldman preparó su papel, sumergido obsesivamente en literatura churchilliana (que cuenta con más de 800 libros), de la cual extrajo incontables detalles, como que Churchill se fumó en sus 90 años una cantidad estimada en 165.000 puros.
Mientras tanto, definía junto a Kazu los pormenores de su mutación. Tomaron como punto de partida algunas fotos del personaje en 1940, y luego el mago del maquillaje puso manos a la obra. Tomó medidas de Oldman y las comparó al milímetro con las de Churchill para hacer en silicona los moldes necesarios. Por su parte, Oldman tuvo que afeitarse la cabeza, dejar crecer y aclarar sus pestañas y cejas, y pintar sus dientes para imitar la dentadura del líder antes de entregarse al japonés en su estudio de Los Ángeles.
Allá se integró al proceso que culminó con cinco piezas claves: cuello, los lados derecho e izquierdo de la cara, nariz y mentón. Al descubierto quedaron la frente y los labios del actor. “61 veces en total usé el ‘maquillaje’… demasiado, pero trabajar con Kazu es otra cosa, pues logró casi una piel sintética que no me restringió en absoluto”.
Oldman tampoco se guardó elogios para Sarah Greenwood, la diseñadora de producción, pues hizo una enorme diferencia con sus sets: “Eran tan reales y detallados que se sintió como tocar la historia o volver en el tiempo. El curador que nos llevó a visitar el cuarto de guerra real, que me permitió sentarme en la silla en la que Churchill se sentó, no podía creer el set. Así, claro, usas tu imaginación, pero mucho de ese trabajo de los otros te está haciendo las cosas más fáciles”.
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En una entrevista a profundidad con Kris Tapley, en su programa radial Playback, Oldman compartió detalles de su carrera. El actor, al que el diario The Guardian llama “el último de cuello azul” por sus orígenes humildes en Londres, respondió que el mejor papel de su carrera es “el que viene”, pues “necesito alimentar al actor en mí”. Además, enfatiza en que no le pone atención al pasado: “No podría decirte cuántos filmes he hecho, ni podría hacerte una lista. Aprecio mi carrera, soy muy afortunado, pero es genial mirar para adelante”, concluyó.