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Gorda Fabiola: amigos y familiares reconstruyen en SEMANA los días de sobrepeso, infartos y angustias que le costaron la vida a la humorista
Fabiola Posada divirtió al país por más de 30 años, pero durante la última década libró una angustiante batalla contra su mala salud. Así la recuerdan amigos y familiares en SEMANA.
Durante la última entrevista que Fabiola Posada le concedió a SEMANA, la humorista desempolvó en su casa una vieja foto, a blanco y negro, en la que no tendría más de un año. Había nacido con “once libras y media de peso y dos dientes abajo”. Por eso, dijo, “yo había llegado a este mundo para hacer reír”.
Y ese día sonrió muchas veces, claro. Lo hizo al lado de su hijo Nelson David, hoy de 24 años, fruto de su relación con el también humorista Nelson Polanía y el menor de los tres que tuvo la samaria, fallecida el pasado jueves a los 61 años y quien desde hace una década libraba, literalmente, una batalla a muerte contra la mala salud. Primero fue el sobrepeso, una condición que acompañó a Fabiola Emilia Posada Pinedo desde muy joven: con 15 años, ya pesaba los mismos 90 kilos con los que llegaría a Bogotá de su tierra natal para estudiar Comunicación Social en la Universidad Externado.
Los mismos que tenía cuando se casó a escondidas, por primera vez, en 1981, y “tal vez un poco más” cuando Gonzalo Acosta, entonces productor de Sábados Felices, salió a la esquina de la 19 con 4 –a pocos pasos de donde grababa el programa– “buscando, en 1984, a una gordita que nos grabara una corta escena. Fabiola pasó en ese momento. Le hice la propuesta y aceptó. A Alfonso Lizarazo le gustó su registro y la invitó de nuevo. El resto es historia”, recuerda Acosta en SEMANA.
Fabiola se quedó en el elenco por más de tres décadas. Una carrera que solo interrumpió para ser concejal de Bogotá, por los tiempos de la alcaldía de Antanas Mockus. Un paso por la política que recordó con amargura, pues se vio inmersa en un caso de compra de votos.
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Gracias a ese programa no solo se ganaría el cariño de los colombianos. Conocería, 25 años atrás, a Polanía, Polilla, en ese momento un novel comediante que buscaba ganar el concurso de cuentachistes que promovía Lizarazo. Con un tiquete en la final, le pidió a Fabiola que participara de su performance con chistes en los que se burlaba de la gordura; la samaria aceptó encantada.
Polanía fue el ganador de esa noche, convirtió a Posada en su amiga más cercana y al poco tiempo en su esposa, tras pedirle matrimonio, en vivo, en un programa que grabaron para Univisión. “Me fui corriendo a la notaría antes de que se arrepintiera”, contó Fabiola en esa última entrevista, en medio de carcajadas. “Coloqué todos los edictos del caso y nos casamos de jeans y camisetas blancas”. Ya para entonces había nacido Nelson David, quien confesó que amaba ver reír a su mamá, “después de tantos problemas de salud”.
Es que Fabiola, diagnosticada con diabetes, había sufrido, una década atrás, cuatro infartos en cuestión de días. Sucedió cuando grabó Se nos armó la gorda, su debut en el cine al lado de su Polilla, a quien le llevaba ocho años. Juntos habían terminado una escena en la que debían correr sobre la playa, al encuentro del otro. El plano terminó con un beso y un abrazo y ambos recostados en la arena, uno junto al otro. Solo cuando escuchó “corten” Fabiola confesó que le dolía el pecho y no podía respirar. Sintió la muerte cerca.
Tres arterias tapadas y un sangrado interno la pusieron de inmediato en el quirófano. No fue bueno el pronóstico mientras estuvo en cuidados intensivos. Polilla alcanzó a llamar al elenco de Sábados Felices para el último adiós, pero la humorista se recuperó. “Ese día, contó que alcanzó a ver el túnel, pero se devolvió porque lo construyeron los Nule y estaba sin terminar”, cuenta César Corredor, Barbarita. Ese es el recuerdo que hoy atesora de Fabiola: “Nunca, ni siquiera en los momentos más oscuros, dejó de sacarnos una sonrisa”.
La escena se repitió en 2020, cuando Fabiola permaneció más de 20 días en coma en uno de los momentos más críticos de su lucha contra la diabetes, cuando se veía obligada a tomar hasta 12 medicamentos. Años atrás, con 126 kilos a cuestas, complicaciones con su tensión arterial alta y fallas en su corazón –que nunca la abandonaron– se había sometido a un bypass gástrico, buscando paliar los efectos de su enfermedad. Nunca mejoró del todo, sin embargo. Y en plena pandemia, su esposo, en medio del dolor de verla de nuevo entre la vida y la muerte, tomó la difícil decisión de desconectarla. Los médicos iban a proceder, y justo el día de la desconexión, la humorista empezó a mostrar mejoría. De nuevo, se salvó.
María Auxilio Vélez, amiga y colega en el popular programa de humor, hoy llora la partida de la samaria. “Fue el alma del elenco. Cuesta imaginar que ya no esté, pero todos sabíamos que su salud se estaba deteriorando”, asegura.
Eso lo conoció de cerca Pedro González, Don Jediondo, quien recuerda que hace tres años lo llamó Polilla, de madrugada, pidiendo que orara por la salud de su esposa. “La gordita se nos está yendo”, susurró en medio del llanto. “Después de varios días, se puso bien. Y así se la pasaba ella, con temporadas buenas y malas. Al final, tuvo una falla sistémica. Hoy creo que se fue una de las mejores personas que conocí en el mundo”, relata el humorista boyacense.
Álvaro González, músico y paisano de la comediante, que compartió con ella su último show en vivo el pasado 13 de septiembre, en una viejoteca de Bogotá, supo que algo no estaba bien esa última vez que la vio. Al notarla demacrada y sin ánimos, “algo inusual para una mujer tan llena de energía siempre”, le insistió para que no se presentara. “Déjame hacerlo sentada en una silla”, respondió ella. “Y así lo hizo. Era alguien que no se permitía dejar plantado a su público. Esa noche lucía decaída, pero se quedó hasta el final”, recuerda el artista en SEMANA.
En su último adiós en el Concejo de Bogotá, este viernes, Nelson David trató de contener las lágrimas y le dedicó en SEMANA unas sentidas palabras de despedida: “La vida no te prepara para perder a una mamá, pero me dejó para siempre el recuerdo de su fuerza. Ella bien lo dijo un día: había llegado a este mundo para hacer reír. Y cumplió”.