ESCÁNDALO

La caída del poderoso productor de Hollywood acusado de abuso sexual

Tres mujeres acusaron de violación al productor y cerca de 30 más relataron el acoso sexual al que las sometió. La caída del poderoso de Hollywood tiene amplias ramificaciones en la industria, los medios y la política.

14 de octubre de 2017
Cuando estalló el escándalo, decenas de mujeres se animaron a relatar sus experiencias nefastas con Weinstein. Foto: AFP

No es conoci-do en Colombia, pero en el mundo del cine Harvey Weinstein era, hasta hace días, el hombre más poderoso de Hollywood. Los estudios como Disney, Universal Pictures y Warner Brothers son más grandes que él, se trata de gigantes corporativos. Pero el poder de Weinstein era individual, como hombre fuerte de un negocio exitoso y de renombre, que llevaba su apellido y compartía con su hermano.

Se destacó desde los años noventa. Entre las películas que impulsó y cimentaron su posición en la industria se destacan Sex, Lies, and Videotape, Good Will Hunting, Pulp Fiction, The English Patient, The Crying Game, Shakespeare in Love y The King’s Speech. Con el paso del tiempo, sus más de 300 nominaciones y 6 premios Óscar a mejor película le representaron estatus y el poder de hacer y deshacer, de elevar figuras o desaparecerlas. Además, Weinstein, un hombre tan robusto como astuto, parecía una institución intocable y respetada por los liberales estadounidenses. Aportó a las campañas demócratas de Barack Obama y Hillary Clinton, y se opuso siempre a la posesión de armas.

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Hace un par de semanas, en un bar de Nueva York, el productor de 65 años sonrió por última vez. Junto a su esposa, la hermosa Georgina Chapman, armó una fiesta para celebrar el compromiso de Quentin Tarantino. Invitó a personajes que crecieron en películas dirigidas por su amigo y producidas por él en Miramax (su compañía hasta 2005, cuando la vendió a Disney) y en The Weinstein Company (que fundó con su hermano ese mismo año). Llegaron Harvey Keitel, Samuel Jackson y Bruce Willis, quienes aparecieron en Pulp Fiction; Uma Thurman, protagonista de Kill Bill; y Diane Kruger, quien trabajó en Inglorious Basterds. Harvey mostró su mejor cara, la del amigo que rinde merecido tributo a los suyos, y la pasaron de maravilla. Pero esa fachada estaba a punto de venirse abajo.

En efecto, el jueves 5 de octubre, el diario The New York Times (NYT) publicó un artículo que desnudó su lado más oscuro. En este, la actriz Ashley Judd relató que, años atrás, Weinstein la citó a un desayuno de trabajo, pero al llegar le pidió subir a su cuarto. Allá la recibió vistiendo solo una bata y le pidió hacerle un masaje o, en su defecto, verlo mientras se duchaba. La historia suma más voces de víctimas de esa misma costumbre depravada: el hotel, la bata, los avances mórbidos; y la de la periodista Lauren Sivan, en frente de la cual se masturbó y eyaculó en una matera. Así quedó claro que Weinstein abusó de su posición de poder para acosar sistemáticamente a decenas de mujeres que trabajaban con él, y otras que aspiraban a hacerlo. Probó también que, en las últimas tres décadas, el Midas de Hollywood había llegado a mínimo ocho acuerdos monetarios para acallar demandas de acoso sexual en su contra.

Por décadas, el productor repitió su enfermo ritual de poder para imponerse a jóvenes mujeres. Inspiradas por Judd, estrellas como Gwyneth Paltrow, Angelina Jolie y Rosanna Arquette relataron sus propias historias de décadas atrás, sobre reuniones de trabajo con Weinstein en el hotel Peninsula, la oferta de masaje, y el consecuente shock emocional. “Esta manera de tratar a las mujeres termina acá”, aseguró Paltrow. Jolie afirmó que en cualquier campo y en cualquier lugar, el comportamiento es inaceptable y añadió que, desde ese entonces, recomendó a sus cercanos no trabajar con él.

Faltaba lo peor. Cuatro días después, Ronan Farrow (hijo de Mia Farrow y Woody Allen, a quien acusa de abusar de su hermana) publicó un largo recuento en The New Yorker que sumó fuertes acusaciones. Salieron a la luz casos como el de la actriz Asia Argento, quien por temor a ser “aplastada” por Weinstein, guardó silencio 20 años atrás luego de que este la forzó a recibir su sexo oral. Por su parte, Mira Sorvino describió distintos avances obsesivos del productor y confesó que, ante su negativa, su carrera se congeló. Otras mujeres denunciaron que las tocó, otras más que forzó su sexo en ellas. La mayoría guardaron silencio por miedo, pues la palabra, la presencia y el poder de Weinstein eran intimidantes e imparables. En 2000, frente a decenas de personas y fotógrafos, empujó a un periodista de la revista New York Observer por unas escaleras. No hubo registro alguno del episodio en la prensa, excepto en ese medio.

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Días antes de la publicación, Weinstein supo que el NYT estaba cocinando la historia. Confiado, aseguró que el embrollo sería una buena película. Cuando el escándalo comenzó a crecer, por medio de un comunicado pidió comprensión, pues “había crecido en los años sesenta y setenta, cuando esa era la cultura laboral”. También clamó por una nueva oportunidad para someterse a terapia, recuperarse y dedicar sus esfuerzos a luchar contra la NRA (Asociación Nacional del Rifle). En últimas, trató de usar una de las cartas que tenía bajo la manga, su postura política liberal-demócrata. Poco le sirvió. La opinión pública lo consideró un pronunciamiento delirante y poca mella hizo en The Weinstein Co., su propia compañía, cuya junta directiva decidió echarlo. Un par de días después, siguiendo el pedido de su marido de “seguir su corazón”, la elegantísima Georgina Chapman y los dos hijos que tienen en común lo abandonaron.

Tal como en el caso de Bill Cosby (el comediante de las buenas costumbres, acusado de drogar y violar a casi 50 mujeres), las primeras voces provocaron un efecto de bola de nieve. Desde entonces, y hasta el cierre de esta edición, más actrices como Heather Graham, Cara Delevingne, exasistentes y modelos han hablado para denunciar y liberarse de la pesada memoria. Hasta ahora 3 mujeres culparon al exproductor de violación y 25 más han denunciado su acoso y abuso de distintas formas. El miércoles, Léa Seydoux contó su episodio y además puso el dedo en la llaga: Weinstein trató de forzar un beso y ejerció en ella sus métodos nefastos, pero solo es uno entre muchos hombres en la industria que o lo hacen, o lo saben y lo callan. La francesa extendió indirectas a directores con los que trabajó para los cuales acostarse con sus actrices es una obviedad, y decirles “que se las quieren follar, entre chiste y chanza”, es norma. El jueves, Kate Beckinsale sumó su testimonio. Dijo que Weinstein se le propuso cuando tenía apenas 17 años, lo volvió a hacer varias veces, y en un punto, desmemoriado, le preguntó “si había intentado algo”.

Weinstein difícilmente será juzgado en alguna corte, pero la policía de Nueva York y Londres iniciaron investigaciones. Por ahora, abordó un avión a Arizona donde según allegados tratará de rehabilitarse. Entre estos cercanos no está su hermano Bob, a quien Harvey culpó de filtrar documentos y alimentar reportajes, y quien respondió hablando de su hermano como alguien “enfermo que necesita ayuda”.

Condenas y silencios

La tormenta obligó a la realeza de Hollywood a pronunciarse. George Clooney y Judi Dench, que han trabajado numerosas veces con Weinstein, así como Meryl Streep y Glenn Close aseguraron no estar al tanto de la conducta deleznable de su antiguo aliado y la condenaron enérgicamente. Pero la naturaleza tan influyente y conectada de un personaje como Weinstein ha dado pie a denuncias de hipocresía. Jessica Chastain insinuó que “los rumores siempre estuvieron ahí”. La actriz Lena Dunham hizo eco del artículo de Farrow al enfatizar que la compañía sabía claramente que Weinstein era un degenerado y, en consecuencia, lo echó solo porque esa verdad quedó expuesta. También condenó a los hombres que desde la acción o el silencio han permitido que suceda. La situación ha complicado a aquellos con rabo de paja. Ben Affleck expresó su reprobación y recibió un “calla tu puta boca” de la actriz Rose McGowan, quien lo culpa de cubrirle la espalda al hombre que la violó y le dio alas a Good Will Hunting, la cinta que los dio a conocer a él y a su amigo Matt Damon. Un par de videos viejos de Affleck tocando a las presentadoras que lo entrevistaban desvirtuaron su indignación.

Damon, por su parte, también salió salpicado. Varios medios replicaron información según la cual, en 2004, cuando una experiodista del NYT trabajaba una historia sobre el lado oscuro de Weinstein, él y Russell Crowe la llamaron para interceder en favor del productor. Damon se defendió diciendo que solo habló con ella para contarle que Fabrizio Lombardo, un colaborador de Weinstein de quien se rumoraba que le conseguía chicas, era un buen asistente, y añadió que no todo el mundo que conocía a Harvey o trabajaba con él sabía de sus coerciones sexuales, pues “estas se dan a puerta cerrada”. La llamada existió, y la periodista corroboró la versión de Damon y también se quejó de que en ese momento el NYT no publicara su reportaje.

Así pues, las ramificaciones del ‘silencio hipócrita’ de medios que cubrieron ampliamente a Donald Trump y su infame “Grab them by the pussy”, el caso de Robert Ailes y Bill O’Reilly (excabeza y expresentador de Fox News) tocaron al periódico que desató el escándalo y también a la NBC. Ronan Farrow aseguró que cuando presentó la historia de Weinstein sustentada con varios testimonios grabados, la cadena rechazó emitirla. Además, los comentaristas nocturnos de la televisión estadounidense, ágiles para denunciar a los abusadores de corte republicano, han guardado relativo silencio. Solo Seth Meyers, John Oliver y Samantha Bee se atrevieron a abordarlo de frente. Esta última, lanzó una advertencia: “No tenemos que soportar esta mierda. Depravados de Hollywood, sabemos quiénes son y vamos por ustedes”.

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En la frontera política, por los lados del Partido Demócrata todo fue sorpresa e indignación. Weinstein oficiaba como un poderoso artífice de la relación entre Hollywood y el partido del burro (con su familia aportó, desde 1992, más de 1,4 millones de dólares al Partido Demócrata), por lo que suscitó pronunciamientos. Barack Obama aseguró que “Cualquier hombre que humilla a una mujer de esa manera tiene que ser condenado y responsabilizado”, y Hillary Clinton, quien se benefició de varias colectas organizadas por el productor, expresó admiración por las valientes que hablaron y prometió devolver las contribuciones que recibió del paria.

Cuando estalló el escándalo de Weinstein aseguró que era un tema del pasado. Pero en su edición web, el reportaje de The New Yorker sumó una grabación que la Policía consiguió en 2015. En esta se oye a Weinstein insistirle una y otra vez a la modelo Ambra Battilana de estar con él, pidiendo no dañar la amistad entre los dos por solo cinco minutos. La voz de Battilana revela su temor e imposibilidad de apagar el deseo del acosador. Weinstein acepta haberle cogido un seno, pues a eso “está acostumbrado”. Para ella es demasiado y lo expresa, como una niña atemorizada, pero poco le importa. La Policía no actuó en su momento, pero ahora que el secreto a voces se destapó y Weinstein está acabado, quizás los muchos otros depredadores que se creen intocables cojan escarmiento.