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Herencia maldita
Patty Hearst, nieta de William Randolph Hearst, lleva a las cortes su lucha por saber a cuánto asciende la fortuna que dejó su abuelo.
La tercera generación de la familia Hearst, una de las más poderosas y ricas de Estados Unidos, está en pie de guerra. La razón: nadie, ni ellos mismos, sabe a cuánto asciende la fortuna dejada por William Randolph Hearst, el patriarca de la familia, ni mucho menos cómo se está manejando. Una de las más activas en esta lucha legal es Patty Hearst, cuyo famoso secuestro en los años 70 fue precisamente la razón para que el testamento de su abuelo se rodeara de tanto misterio.
Cuando en 1974 la joven Patty, de solo 19 años de edad, fue secuestrada por el Ejército Simbionés de Liberación (SLA por sus siglas en inglés), los miembros del consejo de administración del fideicomiso Hearst, que agrupa toda la fortuna que logró amasar el abuelo, corrieron a hacer sellar el testamento, alegando que este proveía a cualquiera con la información necesaria para secuestrar a otro miembro de la familia. Para acabar de completar, más de un año después las cámaras de un banco de San Francisco que estaba siendo robado captaron la imagen de Patty, una de las asaltantes, empuñando un rifle AK-47. Esto hizo que los fideicomisarios decidieran no volver a levantar el secreto que desde entonces cayó sobre el documento, aun cuando en septiembre de 1975 Patty fue capturada por el FBI y alegó haber sufrido un lavado de cerebro a manos del SLA.
Pero los herederos no están contentos con la medida. A pesar de que de los 13 miembros del consejo de administración cinco son de la familia, la información sobre qué se tiene, cómo se maneja y cuánto recibe por sus servicios cada fideicomisario descansa más que todo en los ocho miembros externos. Esta repartición la decidió el propio patriarca, quien además quiso curarse en salud al añadir una cláusula in terrorem que dispone que cualquier Hearst que demande el testamento será desheredado.
"Creo que tenemos derecho a saber el verdadero valor de la compañía", dijo Patty a la revista Variety. Este afán es entendible si se tiene en cuenta que Hearst Corp., avaluada por algunos en una suma cercana a los 18.000 millones de dólares, posee importantes porcentajes en varios canales de televisión por cable y publica 18 revistas en Estados Unidos, entre ellas las exitosas Cosmopolitan y Oprah, además de una docena de diarios como el San Francisco Chronicle y el Houston Chronicle.
Paradójicamente el esposo de Patty tiene más acceso a los negocios familiares. Bernard Shaw, quien fue guardaespaldas de la heredera antes de contraer matrimonio con ella, es hoy el vicepresidente de seguridad corporativa de la empresa en la cual desempeña un papel bastante activo. Mientras tanto la ex terrorista arrepentida se dedica a tratar de sacar adelante su carrera como actriz, en la que no ha tenido mucho éxito a pesar de aparecer regularmente en películas de bajo presupuesto.
De tener éxito en su apuesta legal Patty podría no sólo dejar al descubierto el secreto familiar mejor guardado de los últimos tiempos, sino también convertirse ella misma y su familia en nuevos blancos de la violencia. Todo con tal de conocer la verdad.