CRÓNICA
La maldición de la multimillonaria familia Getty
El hombre más rico del mundo en 1972 se negó a pagar el rescate de su nieto y solo accedió a hacer el pago tras recibir una de sus orejas en un sobre. El famoso director Ridley Scott estrena una película sobre este rocambolesco caso.
Es fácil saber dónde empezar a narrar la historia del secuestro de John Paul Getty III. Con su abuelo, J. Paul Getty, en su momento “el hombre más rico del mundo”. Desde los años cuarenta se dedicó al negocio petrolero e incluso llegó a hablar árabe para facilitar el comercio. También tuvo el tiempo de casarse con cinco mujeres diferentes, lo que produjo una gran variedad de hijos y nietos. Ese Getty, en control de más de 200 negocios, entre ellos Getty Oil, Getty Inc., Pacific Western Oil Corporation, Tidewater Oil, Skelly Oil, Mexican Seaboard Oil, Petroleum Corporation of America y el Spartan Aircraft Company, además de activos que incluían arte y finca raíz, estaba destinado a la fama así fuera solo por su increíble riqueza. Sin embargo, el hombre que instaló un teléfono de monedas en su mansión para el uso de sus invitados y a quien se le atribuye la frase “los mansos heredarán la tierra, pero no sus derechos sobre los minerales” fue más bien infame.
Pero no fue solo la personalidad caricaturesca del patriarca la que volvió célebre a su familia, ni el hecho de que fundaron Getty Images o el Museo Getty de Los Ángeles. También fue la aparente “maldición” que cargaban y que los llevó a una variedad de destinos trágicos, entre ellos suicidios, divorcios y adicciones, a pesar de, al parecer, tenerlo todo. Ninguna historia lo ilustra mejor que el secuestro de John Paul Getty III.
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El nieto de J. Paul, hijo de John Paul Getty II, fue secuestrado el 10 de julio de 1973 en Roma y sus captores pedían 17 millones de dólares de rescate. A los 16 años se encontraba en esa ciudad luego de que su padre lo llevara por la época en que atendía los negocios familiares allí. Con el tiempo el padre volvió a Inglaterra para dejar atrás la muerte por sobredosis de su nueva esposa, la modelo y actriz Thalita Dina Pol, con la que compartía su amor por la heroína y con quien se casó tras la separación de Gail Harris, madre de John Paul. Getty III acabó quedándose en Roma.
Precisamente Gail Harris fue la primera en recibir la noticia del secuestro y se dice que cuando lo supo les dijo a los raptores que si querían dinero debían llamar a Londres. Pero no para que contactaran a su exesposo, sino al abuelo que, fiel a su estilo, se rehusó a pagar diciendo que tenía 14 nietos, y que si pagaba un solo centavo acabaría con 14 nietos secuestrados.
Getty II, por su parte, declaró que debido a sus esfuerzos por recuperarse de la drogadicción no tenía el dinero para pagar. Además, en un primer momento la familia y las autoridades recibieron la noticia con bastante escepticismo. Getty III era tan solo un adolescente rebelde que vivía solo en Roma y tras ser expulsado de un colegio privado andaba por la ciudad como un bohemio, entrando y saliendo de clubes nocturnos, sosteniéndose con la venta de joyas, cuadros o hasta haciendo de extra en una que otra película.
Los medios lo habían apodado “el Hippie Dorado”, una referencia a su estilo de vida, el color rubio-rojizo de su pelo y la riqueza de los Getty. Por eso no era difícil imaginar que se trataba de un engaño perpetrado por el joven para recibir dinero de su familia. Algunos de sus amigos, incluso, afirmaron que había bromeado con fabricar un secuestro para sacarle algo a su tacaño abuelo. Sin embargo, a pesar de las dudas, el patriarca empezó a negociar con los captores para bajar el precio del rescate.
En respuesta, y cansados del regateo, los secuestradores le enviaron a un periódico italiano una de las orejas de Getty III. Venía con un mechón de su famoso pelo y una carta que amenazaba con devolverlo en pedazos... y además reducía el precio a una suma alrededor de los tres millones de dólares. Pero J. Paul se rehusaba por completo a pagar más de 2,2 millones. Insistía en esa cifra tan específica por una razón simple: sus contadores le habían informado que era el monto desgravable más alto que podía pagar. Un centavo más y ya no era deducible de impuestos.
Luego de meses de negociación, J. Paul entregó los 2,2 millones y le prestó el resto del dinero de rescate a su hijo, cobrándole el 4 % de interés. A pesar de la violencia y la negociación prolongada, los secuestradores honraron el trato y soltaron al chico malnutrido, golpeado y traumatizado. Lo dejaron en una gaso linera abandonada, en medio de una tormenta. Era el 15 de diciembre de 1973, el mismo día en que su abuelo cumplía 81 años. Según narró The New York Times, al poco tiempo de la liberación la madre de Getty III le sugirió llamar a su abuelo para darle las gracias por efectuar el pago del rescate. Cuando lo hizo, J. Paul no quiso pasar al teléfono.
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Con el tiempo, nueve hombres fueron arrestados en conexión con el crimen, entre ellos un carpintero, un enfermero, un expresidiario y un vendedor de aceite de oliva. Solo dos pagaron una codena. El resto, incluyendo uno que fue señalado como el líder de la mafia calabresa y autor intelectual del secuestro, fueron dejados en libertad por falta de evidencia. Por su parte, John Paul Getty III lidió el trauma con alcohol y drogas. Se mudó a Nueva York, se fue de fiesta con el grupo que rodeaba a Andy Warhol y, en 1981, una sobredosis le causó un derrame cerebral que lo dejó cuadripléjico, sin habla y casi ciego. Como su abuelo había muerto en 1976, tuvo que demandar a su padre para poder costear los gastos médicos.
En 2011, finalmente, murió con tan solo 54 años. Lo sobrevive un hijo, a quien, rompiendo la tradición, decidió llamar Balthazar en lugar de John Paul.
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Los detalles del secuestro de Getty, y lo que le siguió, parecen ideados por un guionista de Hollywood. Sin contexto podría ser la descripción de la próxima película de Scorsese, o quizá de Tarantino. La adinerada pero atormentada familia, dorada por fuera y podrida por dentro, el niño descarriado y abandonado por sus padres, la madre noble tratada cruelmente por familiares desalmados, que por fin logra reunirse con su hijo tras un rapto horripilante y sangriento perpetrado por una mafia italiana. El contraste de las frías negociaciones con el sufrimiento del secuestrado y las frases tan memorables como “si pago un centavo tendré 14 nietos secuestrados” parecen ser toques demasiado literarios para haber salido de la realidad.
Es más, a una película seguro se le criticaría usar un detalle tan torpemente obvio como liberar al nieto el día del cumpleaños del abuelo tacaño, pero una adaptación de la historia estaría escudada por lo novelesca que puede ser la vida real. Eso debió pensar Ridley Scott cuando se puso en la tarea de rodar All The Money In The World (Todo el dinero del mundo), una versión cinematográfica del episodio que, en teoría, se estrenaría el 22 de diciembre de este año en Estados Unidos.
Con un elenco compuesto por Michelle Williams, Mark Wahlberg y Kevin Spacey, la película parecía destinada a ser un éxito crítico y comercial, pues la fecha de estreno le permitía ser candidata a la larga temporada de premios de principio de año. Los tráileres hacían énfasis en el “ganador del Óscar” Kevin Spacey, quien ya empezaba a perfilarse como uno de los candidatos para el premio a mejor actor por su papel como J. Paul Getty, uno de los hombres más notorios de la cultura popular estadounidense. Pero la desdicha que persiguió a los Getty no perdonó ni a los cineastas.
A finales de octubre, Anthony Rapp acusó a Spacey de acoso sexual, señalando un incidente en una fiesta en 1986 cuando Rapp tenía 14 años y Spacey, 26. A estas declaraciones le siguieron un torrente de acusaciones de varias fuentes, una torpe salida del clóset de Spacey —que fue tildada de oportunista— y hasta la cancelación de House of Cards, la exitosísima serie de Netflix protagonizada por él.
Todo eso ocurrió dentro del complejo marco de las acusaciones por abuso sexual en contra del reconocido productor Harvey Weinstein, que desató una serie de denuncias contra hombres poderosos en Hollywood. Al ver la tormenta, Ridley Scott tomó una decisión: eliminaría a Spacey de su película. No consultó con el estudio, simplemente anunció la medida el 8 de noviembre, con solo un mes para volver a grabar las escenas de Spacey, cuyo papel no se podía cortar del largometraje. Scott escogió a Christopher Plummer para hacer de J. Paul Getty.
Irónicamente, Plummer era el preferido de Scott para el papel desde el principio, pero el estudio lo había obligado a contratar a Spacey porque era más famoso y popular. Se estima que se necesitarán unos ocho o 10 días para filmar suficiente material, algo que va a añadir más de 10 millones de dólares al presupuesto. Eso es sin contar los cambios en el material publicitario y el nuevo proceso de clasificación al que deberá someterse la película, lo cual puede retrasar el estreno. Es un detalle curiosamente apropiado para concluir, ojalá, la larga y trágica saga de John Paul Getty III, el menos afortunado de los muchos descendientes de una de las familias más ricas del mundo.
* Este artículo fue publicado originalmente por Revista SoHo. Compartimos este contenido con su amable autorización.