ANIVERSARIO
El otoño de Hugh Hefner
El creador de 'Playboy' cumple 90 años en medio del desmoronamiento de su imperio.
A finales de los 50, la revista ‘Playboy’ llevaba más de un lustro cosechando críticas de los sectores más puritanos de la sociedad norteamericana a la vez que reivindicaba un estilo de vida bohemio y hedonista. La publicación era la insignia de una revolución sexual que, aunque tenía su conejo como estandarte, necesitaba un rostro. Un rostro humano.
Fue así como nació Hugh Hefner. No el editor creativo ni fundador de la revista que cambió para siempre la mirada de la sexualidad. Sino el ícono. La figura. El hombre que con sus eternas pijamas y su elegante pipa se convirtió en la representación misma de Playboy.
Playboy es Hugh Hefner y Hugh Hefner es Playboy. Es dificil separar al hombre de la revista. El primero es la representación de la segunda. Por eso, ahora que el emblema viviente de la libertad sexual cumple 90 años, ahora que su rebosante energía se ha aplacado, que su vejez le ha hecho perder contacto con el mundo que él mismo inventó, su imperio se apaga lentamente.
En diciembre del año pasado, la revista le dijo adiós a los desnudos. Fue una estrategia de renovación para hacerle frente a una época de internet libre en que la gente ya no paga por ver mujeres sin ropa. Meses antes, ya se había anunciado que la Mansión Playboy, el eje de todo el universo excesivo y fantástico de Playboy, estaba en venta por 200 millones de dólares. Y ahora, la base de todo ese castillo de naipes también está a un suspiro de caer. La compañía ha decidido ponerse en el mercado. Por ella piden 500 millones de dólares, una minucia para el imperio erótico más famoso del mundo entero.
Playboy ya no es lo que era antes. Para 1975, en una de sus épocas más gloriosas, se vendían cerca de 5 millones y medio de copias. El año pasado, la revista solo imprimió 800.000 ejemplares. Su público tampoco es el mismo. En sus años dorados la revista era un objeto de culto, pensada para el lector refinado y vanguardista, pero adquirida casi por cualquiera. Con su cambio de filosofía, la revista le apuntó a una generación más joven, ignorando que, justamente, es la que menos está interesada en las publicaciones impresas.
El timón de la compañía pasó a manos más jóvenes en un intento por resucitar el conejo. Aunque Hefner sigue apareciendo como el jefe editorial en las ediciones, la dirección creativa de la franquicia es manejada por un puñado de nuevos emprendedores de la era digital, que le han apostado a prescindir del referente por excelencia de Playboy: sus mujeres desnudas.
Lo hicieron con la última edición impresa, cuya portada con una mujer en actitud sugerente –pero vestida- imita la estética de la red social Snapchat. Una estrategia para atraer carne joven. Lo hicieron también con el sitio web de Playboy, eliminando sus contenidos explícitos para hacerlo “visitable” en el trabajo.
La cruzada para revitalizar Playboy podría resumirse en un sencillo pero tajante hecho: la frase “entretenimiento para hombres”, que desde la primera portada de 1953 adornó cada número de la revista, fue suprimido.
Y es que desde un principio, Hugh Hefner quiso que su revista reivindicara una nueva imagen del hombre americano moderno. Quería que la pornografía, objeto repudiado por la puritana sociedad de los años 50, se convirtiera en la punta de lanza de su idealización de una vida sofisticada y repleta de placeres. En su estilo de vida soñado había lugar para los autos lujosos, los trajes caros, los licores exclusivos y, claro, las mujeres más hermosas.
La fantasía de Hefner lo llevó a abandonar su trabajo por ese entonces en la revista Esquire, luego de que le negaran un aumento de 5 dólares en su salario. Apostó todo por su sueño. Vendió sus muebles, tocó puertas de inversionistas e incluso se vio obligado a pedirle 1.000 dólares a su madre. Invirtió ese dinero sabiamente. Compró lo que fuera un verdadero tesoro para la época: unas fotos de Marilyn Monroe desnuda, de una sesión de cuatro años atrás para un calendario.
Inicialmente, la revista se iba llamar ‘Stag Party’ (nombre que reciben las fiestas de solo varones en Estados Unidos), pero por motivos legales –ya había una revista llamada Stag- Hefner se vio obligado a cambiarle el nombre, optando por una sugerencia de un amigo.
Así, en la primavera de 1953, y con una coqueta Marilyn Monroe en la portada, nació Playboy. Hefner no creía que su publicación tuviera el éxito inmediato que tuvo. Fue por esto que decidió no colocarle número a la primera edición de la revista, pues creía que no habría una segunda.
La visión hedonista y libertaria de Playboy convulsionó una sociedad que el mismo Hefner describía como “reprimida” y “con marcadas raíces puritanas”. Él mismo fue arrestado un par de años después bajo el cargo de “venta de literatura obscena”, luego de que Playboy publicara una controversial edición con fotos de la bomba sexual del momento, Jayne Mansfield.
Y si bien el tratamiento abierto que se hizo del sexo fue el componente que lanzó a Playboy a la fama mundial, el resto de su contenido editorial también supuso una revolución no menos admirable.
Playboy fue durante sus épocas doradas la ventana de grandes escritores. Por sus páginas pasaron plumas de la talla de Hunter S. Thompson o Truman Capote, en el lado periodístico, mientras que, por entregas, la revista ofreció relatos de Ray Bradbury, John Irving o Kurt Vonnegut. Se ganó la reputación de una publicación intelectual y sofisticada. A la vez que ganaba adeptos por sus fotos vanguardistas y sus modelos de lujo.
Y una vez Hugh Hefner estuvo imbuido de su cautivadora reputación, sus intereses –y los intereses de Playboy- se dirigieron a servir de megáfono en la aceptación racial y cultural. Playboy se adelantó a su tiempo y prefiguró una sociedad igualitaria, en la que todos tenían cabida. Dio lugar en sus secciones a personajes como Martin Luther King o Malcolm X, precursores de los derechos civiles para los afroamericanos. Invitó a actuar en sus clubes a Ella Fitzgerald o Sammy David Jr, en fiestas en las que los negros se mezclaban con los blancos, algo inusual para la época.
Con el tiempo, Playboy no solo se convirtió en la cara más visible de la revolución sexual, sino que transformó por completo la industria de la pornografía. Hefner no la inventó, pero le dio un estatus de refinación y un hálito artístico. Después de Playboy, la pornografía dejó de estar relegada a un círculo oscuro y empezó a ser comentada por todo el mundo, e incluso a ser vista como algo ‘cool’.
Pero ahora, y luego de 62 años de trayectoria, 3 esposas, un número indeterminado de amantes, un estilo de vida repleto de excesos y el rótulo de profeta de la revolución sexual, Hugh Hefner atraviesa el otoño de su vida. Y el otoño de Playboy.
El futuro no pinta nada bien para la franquicia. Algunos incluso comentan que los 500 millones de dólares que piden es demasiado para lo que es. Lo único valioso que le queda a la compañía es su conejo. El logo hace parte de las referencias culturales más conocidas a nivel mundial. El derecho a explotarlo supone un verdadero tesoro que muchos están ávidos de poseer.
Este año la celebración será amarga para el fundador de Playboy. Acabó de morir su hermano menor y gran confidente, Keith Hefner. Por ello, puede que su tradicional cita de cumpleaños, que consiste en proyectar su película favorita, ‘Casablanca’, en compañía de su familia y amigos, quede aplazada.
Sea cual sea su festejo, de algo puede estar tranquilo Hugh Hefner: aun podrá celebrarlo en su Mansión. La Mansión Playboy. El eje de un imperio irreal que quien sabe cuánto tiempo más le quede. Desde su aviso de venta, se dejó algo muy claro: quien compre la propiedad, tendrá que convivir con él adentro. Porque nadie puede sacar a Hugh Hefner del mundo de Playboy.