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OBITUARIO

Adiós al Playboy original

Esta es la fascinante historia de Hugh Hefner, el legendario fundador de ‘Playboy’, la revista que desató la revolución sexual.

30 de septiembre de 2017

Nada en el origen familiar de Hugh Hefner hacía pensar que sería el precursor de un movimiento de liberación sexual que iba a cambiar la historia del siglo XX. Creció en una familia de clase media, conservadora y muy religiosa. Recién terminó el bachillerato ingresó al Ejército durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Una vez finalizó el conflicto, se graduó de Psicología en la Universidad de Illinois.

Tenía un gran talento para el dibujo y comenzó su carrera haciendo ilustraciones para las revistas Children’s Activities y Esquire. Sin embargo, soñaba con crear su propia publicación, a la que pensaba llamar Stag Party. Esa frase se refiere a las fiestas a las que solamente van hombres y, en particular, a las despedidas de soltero. Como no tenía un dólar, convenció a varios amigos de que pusieran los 8.000 necesarios para sacar el primer ejemplar. Antes de publicarlo, encontró que el nombre Stag ya estaba registrado y optó por Playboy. Y en medio ese proceso sucedió un milagro. Descubrió que en un calendario de mujeres desnudas que había en un taller, una de ellas se parecía mucho a Marilyn Monroe. Era crespa y pelirroja, pero las facciones eran inconfundibles. Su cuerpo, sobre un fondo de tela roja, no podía pasar desapercibido, aunque nadie notaba de quién se trataba.

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En ese momento, Marilyn Monroe ya era la mujer más famosa del mundo. En pocos años había conquistado Hollywood y se había convertido en el símbolo sexual de la segunda mitad del siglo XX. Al igual que sucedió con Melania Trump, le habían tomado las fotos cuando era una aspirante a modelo desconocida que no tenía cómo pagar el alquiler. Marilyn bordeaba apenas los 20 años y nunca imaginó que ella, que había crecido en orfanatos y había tenido un breve matrimonio con un policía, iba algún día a convertirse en la Cleopatra de su generación.

Hay que tener en cuenta que antes de Playboy los desnudos prácticamente no existían. Hoy pocas actrices no han aparecido en traje de Eva en algún momento. Pero en los años cincuenta eso era un tabú asociado casi con la pornografía. Por lo tanto, la revelación de que la mujer más famosa del mundo había posado desnuda fue una bomba que los millennials de hoy no entenderían. Ellos en su celular pueden ver en cualquier momento, con un solo clic, más mujeres desnudas y más sexo del que hay en el Kamasutra.

Consciente del tesoro que había encontrado, Hefner ubicó al fotógrafo y compró los derechos. En diciembre de 1953, cuando tenía solo 27 años, salió a la venta la primera edición de la revista Playboy con Marilyn en la carátula. En ese primer ejemplar incluyó un editorial escrito por él mismo en el que exponía la filosofía de la revista. Dicha edición no tuvo fecha, en tanto que el fundador no estaba seguro de que hubiera un segundo número. Contra los pronósticos, la gente devoró la revista. Ver a la actriz más famosa de Hollywood desnuda conmocionó al público estadounidense y los 54.000 ejemplares impresos se agotaron. Hoy, uno de esos originales vale cerca de un millón de dólares.

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Ese éxito convirtió a Hefner en el pionero del erotismo gráfico y en el creador de un producto que haría que el sexo dejara de ser un tabú. Playboy se convirtió en una de las revistas de mayor circulación del mundo y llegó a ser aceptada en las casas de las familias norteamericanas. Por lo general no estaba en la sala, pero sí en un lugar discreto –o clandestino– en el cuarto de los hijos. Art Paul diseñó el famoso logo de un conejo con una corbata elegante para la segunda edición. Desde ese momento ha aparecido camuflado muchas veces en las carátulas durante 65 años. En los días de gloria era un reto encontrar dónde los creativos lo habían insinuado. Hoy, es uno de los logos más valiosos del mundo con su imagen simpática y distinguida.

En 1975, Playboy alcanzó un tiraje de 7,5 millones de ejemplares, dos veces el de la revista Time. En ese momento la gente bromeaba con que la compraba no por los desnudo, sino por los artículos. Sin embargo, tenía algo de verdad. Su línea editorial, dirigida por Hefner, exaltaba la libertad sexual como un derecho de todo hombre y mujer.

Esto rompía con la moral de los años de Eisenhower, que tenía algo de victoriana. En los años cincuenta, las niñas bien llegaban vírgenes al matrimonio y los hombres se desahogaban por otros lados. Además del mensaje filosófico que impulsaba, Playboy se convirtió en un foro de estilo de vida, rigor periodístico y literatura de alto nivel. Allá hicieron sus primeros pinitos futuras leyendas como Norman Mailer, Ian Fleming, John Dos Passos, Margaret Atwood y Roald Dahl.

Las extensas entrevistas fueron icónicas. Allá abrieron su corazón personajes tan disímiles como Fidel Castro, John Lennon, Ayn Rand, Salvador Dalí, Martin Luther King Jr., Jean-Paul Sartre, Muhammad Ali, Stephen Hawking y Carl Sagan. Jimmy Carter, puritano de pura cepa, dejó un recuerdo memorable cuando confesó que aunque nunca le había sido infiel a su esposa, sí había tenido pensamientos lujuriosos con otras mujeres.

Con el paso del tiempo Playboy legitimó el desnudo femenino, y muchas famosas aceptaron aparecer en sus páginas. Desfilaron divas como Brigitte Bardot, Ursula Andress, Sophia Loren, Ann-Margret, Farrah Fawcett, Joan Collins, Cindy Crawford, Nancy Sinatra y hasta la hija de Ronald Reagan. Destaparse en Playboy pasó de ser una audacia a un símbolo de estatus. La mujer que más veces ha aparecido en carátula ha sido Pamela Anderson, 14 veces.

Hugh Hefner no solo fue un genio periodístico, sino también del marketing. Se inventó el concepto de que la mejor publicidad que podría tener la revista era justamente la vida de su dueño. Adquirió la mansión Playboy y la convirtió en un centro de hedonismo donde cada mes se registraban sus actividades. En ese entorno confluían las personalidades más famosas de Hollywood, millonarios, políticos y, sobre todo, mujeres despampanantes. La casa tenía una gruta con agua, donde, sin ninguna inhibición, los visitantes se zambullían desnudos. Cada semana había una gran fiesta en la que podían aparecer Jack Nicholson, Robert De Niro, Julia Roberts, Cindy Crawford, algún Rockefeller, Steve Jobs, y, eso sí, una docena de conejitas para entretener a los invitados.

Por esa misma época se lanzó Playboy’s Penthouse, una serie para televisión en la que Hefner, en una fina piyama sobre la cual vestía una bata corta de seda vinotinto, recibía a “amigos de la revista” como Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis y Ella Fitzgerald.

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Con su pipa en la boca, proyectaba la imagen de un James Bond recién levantado. Los lectores de Playboy, probablemente casados y cansados de sus rutinas, seguían con envidia su itinerario. Todo esto con el propósito de convencer a la audiencia de que el matrimonio y la monogamia eran conceptos anacrónicos y que la libertad sexual ofrecía opciones más abiertas y glamurosas., y Hefner era la prueba viviente de que eso era posible.

En los setenta, el imperio Playboy empezó a verse amenazado por la competencia. Primero la revista Penthouse, de Bob Guccione, y luego Hustler, de Larry Flynt. Ambas presentaban sexo más explícito que el de Playboy. En muchos casos, los modelos aparecían teniendo relaciones sexuales reales. Hefner decidió no ir tan lejos, pero para competir decidió mostrar a sus mujeres desnudas frontalmente, exhibiendo el vello púbico, cosa que no había hecho durante los primeros 20 años.

Para esas épocas no solo la revista era una mina de oro, también los clubes Playboy, en donde había casinos. Los socios recibían una llave y las conejitas los atendían en el bar antes de pasar a las mesas de juegos. Las grandes ciudades de Estados Unidos y algunas europeas tuvieron estos clubes hasta la década de los ochenta. Hefner los visitaba en su Boeing 727 privado, con el logo del conejito en la cola del avión, pintado de negro.

Esa inolvidable fiesta comenzó a decaer en los noventa. Las licencias de los casinos se perdieron. La circulación de la revista cayó e internet está dando la estocada final. Entretanto, Hefner, divorciado desde 1958, se casó a los 63 años –en 1989– con la playmate del año, Kimberly Conrad, quien en ese momento tenía 21 años. Ella misma contó la anécdota de cómo se conocieron. Acababa de posar desnuda y estaba nerviosa ante lo que eso significó. Le pusieron una batica y le dijeron que Hefner estaba en el cuarto siguiente y que quería saludarla. Ella, petrificada, entró, y él le estrechó la mano diciéndole: “Hola, soy Hef. Me gustaría mucho hacer el amor contigo”. Ella le respondió desconcertada: “Lo siento, señor Hefner, pero nunca he hecho el amor con nadie mayor de 25 años”. Él le replicó: “Yo tampoco”.

En todo caso, se casaron y tuvieron dos hijos. Durante unos años, la mansión Playboy tuvo más triciclos, trenes eléctricos y niñeras que mujeres desnudas en los predios. Esa etapa terminó en 1998 con un divorcio cordial, pero de ahí en adelante comenzó la decadencia del imperio. Hefner, a los 80 años, pretendió revivir la vida que tuvo en los 30, los 40 y los 50, pero se veía algo ridículo. Vivía simultáneamente con 3 mujeres o más, a las cuales les daba 1.000 dólares semanales a cambio de su disponibilidad de tener relaciones con él. Este rito podía ser individual o colectivo, ya que todos los viernes, después de ir a una discoteca, las tres tenían que ir a la cama con el jefe.

De ahí surgió el reality de televisión The Girls of the Playboy Mansion, que mostraba la rutina del sultán con su harén. La serie no tenía contenido sexual, más bien una trama que contrastaba con lo que sucedía cuando no estaban las cámaras. Fue un éxito de rating, similar al que gozan hoy las Kardashians. A finales de 2010, Hef de nuevo estaba comprometido con la que fue su tercera esposa, Crystal Harris, otra playmate.

Ese matrimonio ya era grotesco. Él le llevaba casi 70 años y era obvio que a ella solo le interesaba la plata. En sus últimos días, sordo, pesaba apenas 45 kilos y nadie podía verlo. Su hijo Cooper, de 26 años, viene manejando la revista, pero sin éxito. Después de una caída fuerte en la circulación, eliminó los desnudos para competir con Esquire y GQ. El experimento fue un fracaso, pues la deserción de lectores aumentó. Un año después, se volvió a los desnudos con un contenido dirigido a los millennials. Desafortunadamente, esa generación no lee en papel, por lo que la revista de hoy no es “ni chicha ni limonada”. La mansión fue vendida el año pasado por 100 millones de dólares a su vecino, con el compromiso de que Hefner pudiera permanecer allí hasta su muerte. Esta se hizo oficial el miércoles en la noche, cuando Cooper confirmó que su padre había fallecido de causas naturales. La mansión tiene un nuevo dueño, y su era llegó a su fin. Pero deja un legado robusto y cumple el deseo que alguna vez definió: “Me gustaría ser recordado como alguien que jugó un rol en cambiar nuestras ideas hipócritas e hirientes sobre el sexo... y se divirtió mucho en el camino”.