Realeza
¡Increíble! El monarca de Dubái secuestra y tortura a sus propias hijas
Mohammed bin Rashid Al Maktoum, uno de los hombres más ricos del planeta, ha cometido estas atrocidades con las princesas Shamsa y Latifa por rebeldes, según la justicia británica. Su esposa Haya, de quien se dice que le era infiel, se le voló, temerosa de correr la misma suerte.
Por estos días, el rostro de una joven de rasgos árabes aparece con frecuencia en las primeras planas y sitios en Internet de los grandes medios europeos y asiáticos.
En una serie de videos caseros, ella cuenta lo atroces que son sus días, en un caserón donde, asegura, su padre, el sheik Mohammed bin Rashid al Maktoum, la mantiene cautiva.
“Esta villa se ha convertido en mi cárcel. Todas las ventanas han sido selladas. Hay cinco policías afuera y dos mujeres policías adentro. Ni siquiera puedo salir a tomar aire fresco, así que, básicamente, soy una rehén”.
Quien habla es la princesa Latifa, una de los treinta hijos que el multimillonario jeque tiene con sus seis esposas, y este es solo el último episodio de un que drama circula en la prensa mundial desde 2018.
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En otro video, cuenta que lo está grabando desde el baño, pues es el único lugar donde tiene algo de privacidad. “He estado por más un año en confinamiento solitario. No tengo acceso a atención médica ni a juicio, no se me han formulado cargos, nada. Cada día más estoy preocupada por mi seguridad. La policía me amenaza con que nunca volveré a ver el sol otra vez. Mi vida no está en mis manos”.
Así como hay un movimiento por la liberación de Britney Spears, hay otro por la liberación de Latifa, cuya principal impulsora es Tiina Jauhiainen, una instructora de capoeira, a quien ella le ha enviado las grabaciones para que las difunda.
Pero esta es solo una pieza de la intriga entorno al monarca, quien por un lado se muestra como un hombre de avanzada, que está en pro de la igualdad de las mujeres, en tanto que dentro de sus palacios perpetúa las viejas costumbres que las vulneran.
En abril de 2019 el mundo se estremeció al conocer el motivo de la llegada de la princesa Haya de Jordania a Londres. A diferencia de tantas otras veces, no se encontraba allí para atender negocios, asistir a eventos hípicos, o reunirse con la reina Isabel, sino que huía de su esposo, Mohammed bin Rashid Al Maktoum, dueño de una de las mayores fortunas del planeta, además de monarca absoluto de Dubái, uno de los Emiratos Árabes Unidos, de los cuales es vicepresidente y primer ministro.
Tras un operativo de película, Haya aterrizó en avión privado junto a los hijos que tuvo con el magnate, la princesa Jalila, entonces de 11 años, y el príncipe Zayed, de 8.
El emir montó en cólera y emprendió una multimillonaria batalla en los tribunales ingleses para recuperar la custodia de los pequeños.
En respuesta, ella, quien además se le llevó 38 millones de dólares, interpuso una acción legal que resguarda a víctimas de violencia doméstica, y una protección contra matrimonio forzado en nombre de su hija, a quien su padre pretendía casar con Mohammed bin Salman, polémico heredero al trono de Arabia Saudita, acusado de graves violaciones a los derechos humanos, entre otros desafueros.
Haya, hermana del rey Abdullah II de Jordania, es la más joven de las seis esposas de Al Maktoum y la única que aparecía con él en público.
Hábil amazona, estudió en Oxford, ha sido embajadora de buena voluntad de la ONU y era considerada la cara liberal de la monarquía de Dubái.
De hecho, el sheik ha usado a su favor esa imagen de mente abierta de ella y ha promovido la visibilidad de las mujeres en una sociedad profundamente machista.
¿Por qué se fugó Haya? Se cree que su esposo descubrió que le era infiel con Russell Flowers, un atractivo escolta británico que no la desamparaba ni un instante, y que el temor a violentas represalias la sacaron volando del emirato.
De todos modos, no se ha salvado de la venganza. En marzo de 2019, tras diez meses de audiencias en que ambas partes gastaron casi seis millones de libras esterlinas en abogados, y a pesar de los esfuerzos de Al Maktoum por mantener los detalles del juicio en secreto, se reveló que había orquestado una campaña de intimidación contra su esposa.
La atacó con insultos cada vez más fuertes y, en dos ocasiones, ella encontró una pistola sobre su cama, una evidente amenaza de muerte.
De remate, la justicia británica confirmó las otras alarmantes circunstancias que motivaron el exilio, incluso más escabrosas que los maltratos a Haya, y que han afectado seriamente las relaciones entre el Reino Unido y el país árabe.
Y es ahí justo donde salen a relucir no solo la desventurada Latifa, sino una de sus hermanas.
Todo se remonta al verano de 2000, cuando la princesa Shamsa, de 19 años, hija del príncipe con Houria Ahmed Lamara, otra de sus esposas y madre también de Latifa, se escapó del palacete del jeque en Londres, ante su negativa de que estudiara en la universidad.
Semanas después, un grupo de hombres la raptaron a la salida de un bar en Cambridge. Al año siguiente, ella contactó a la policía inglesa y le informó que su propio padre había ordenado a sus esbirros secuestrarla, drogarla y ponerla en Dubái, donde desde entonces permanecía sometida a torturas y aislada.
Se ignora si Shamsa aún vive, pero Tiina Jauhiainen, una de las pocas personas que la han visto, asegura que está anoréxica y ha tratado de suicidarse tres veces.
El emir esquivó la delación, quizá con ayuda de la secretaría para las relaciones exteriores del Reino Unido, que habría intercedido para evitar una crisis diplomática con uno de sus más generosos inversionistas, según medios como The Guardian y el Daily Mail.
Mucho más difícil ha sido para él ocultar el episodio de Latifa, quien también intentó evadirse de su mano de hierro en 2018.
Con un elaborado plan, que involucró viajes en carro, jet ski y barco, alcanzó aguas internacionales cercanas a las costas de India, donde fue interceptada por la policía local y hombres al servicio de su padre.
Según declaró en las cortes británicas Tiina Jauhiainen, testigo de la captura, pues era su principal cómplice, Latifa fue sacada del bote a la fuerza, mientras gritaba que prefería que la mataran antes que regresar a Dubái.
Previendo lo que le podía pasar, la princesa de 33 años dejó un video en el que exponía los graves vejámenes a los que estaban expuestas las mujeres en su país y en su familia. Igualmente, corroboró el destino trágico de su hermana Shamsa.
A raíz de este último evento, Haya empezó a preocuparse por sus hijastras. Al comienzo creyó en la versión de su marido, que aseguraba que Latifa era desequilibrada y había sido víctima de una extorsión, pero investigó y descubrió con sus propios ojos las atrocidades que el jeque era capaz de cometer, incluso con los de su propia sangre.
Sus pesquisas se volvieron cada vez más incómodas para el emir, que le advirtió que no se metiera en asuntos que no eran de su incumbencia.
Ante la creciente tensión en ese matrimonio que a la luz pública era perfecto, la princesa jordana se esfumó para proteger su vida y la de sus hijos.
Ahora, la publicación de los videos de Latifa ha puesto de nuevo el tema de su seguridad en el tapete.
Uno de los abogados de Latifa, Rodney Dixon, ya logró que su nombre fuera puesto en la lista de personas desaparecidas de las Naciones Unidas.
Espera, además, que la nueva evidencia acelere el proceso en el Consejo de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en cuyo seno países como Gran Bretaña podrían firmar una petición por la liberación de la princesa.
Así mismo, Dixon le está solicitando al primer ministro Boris Johnson que apoye acciones contra el jeque, como congelar sus activos o limitar su entrada al país.
Hasta la reina Isabel, a su manera, le ha hecho mala cara por su conducta. Como reputados caballistas, tienen una muy buena relación y no era raro verlos en las carreras de Ascot o Epsom. Desde que estalló el escándalo, la monarca cortó toda relación con él.
Con información de la revista SoHo.