CRIMEN

Jack el Destripador: los científicos que aseguran haber descubierto la verdadera identidad del famoso asesino gracias a un análisis de ADN

La policía londinense nunca ha logrado identificar al más notorio de sus asesinos en serie, que infundió el terror en las calles de la capital británica a finales del siglo XIX. Mataba, sobre todo, a prostitutas.

Alianza BBC
20 de marzo de 2019
Anteriores investigadores han intentado descifrar el enigma e incluso poner rostro al asesino en serie sin identificar más notorio de la capital británica. | Foto: BBC

Acusado de haber matado a al menos cinco mujeres en el año 1888, Jack el Destripador (Jack The Ripper, en inglés) cometió sus asesinatos en el barrio londinense de Whitechapel, en el este de la ciudad.

Sus víctimas fueron casi todas prostitutas, a quienes mutiló y desfiguró, llegando a extirparles los órganos, de ahí su apodo.

Ahora, un grupo de científicos dice haber resuelto el misterio gracias al "análisis genético más sistemático y avanzado hasta la fecha en relación con los asesinatos de Jack el Destripador", según cuentan en la revista científica Journal of Forensic Sciences.

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Pero también hay expertos que ponen en duda esta investigación.

Foto: La mayoría de las víctimas de Jack el Destripador eran prostitutas a las que cortaba en cuello, cara y áreas genitales para después extraerles los órganos (GETTY IMAGES)

Un viejo conocido

Ni las pruebas ni el análisis genético convencen a todos los expertos como para poder asegurar que se ha desvelado el misterio

Los científicos Jari Louhelainen y David Miller, de las universidades inglesas de John Moores y de Leeds, respectivamente, aseguran que su análisis genético apunta a que el autor de los asesinatos es Aaron Kosminski, un barbero de origen polaco de 23 años que ya había sido el principal sospechoso de la policía hace 131 años.

Esta es la primera vez que la acusación es sustentada por una prueba genética que se llega a publicar en una revista científica.

Las pruebas

Los resultados provienen del examen forense de un chal de seda que, según Louhelainen y Miller, se encontró junto al cuerpo mutilado de Catherine Eddowes, la cuarta víctima del asesino, en 1888.

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En la prenda hay salpicaduras de lo que se cree son sangre y semen, este último correspondiente al asesino. De ahí es de donde los autores del estudio extrajeron y ampliaron la muestra genética.

Del análisis de ADN, también se puede concluir que el asesino tenía cabello castaño y ojos marrones.

Del análisis de ADN, también se puede concluir que el asesino tenía cabello castaño y ojos marrones

Después compararon los fragmentos del ADN mitocondrial (el que heredamos de nuestra madre) extraídos del chal con muestras de ADN de descendientes vivos de Eddowes y Kosminski.

¿El resultado? El ADN coincide con el de un pariente vivo de Kosminki, aseguran Louhelainen y Milleren en su estudio.

Del análisis de ADN, también se puede concluir que el asesino tenía cabello castaño y ojos marrones. Eso coincide con lo que declaró en la época un testigo ocular, pero es una prueba poco concluyente.

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"Estas características seguramente no son únicas", admiten los científicos en su artículo, si bien es cierto que los ojos azules son más comunes que los marrones en Inglaterra, puntualizan.

Las críticas

Pero ni las pruebas ni el análisis genético convencen a todos los expertos como para poder asegurar que se ha desvelado el misterio de la identidad de Jack el Destripador.

Algunos apuntan a que nunca se ha probado que el chal fue encontrado en la escena del crimen y otros que la comparación genética no tiene en cuenta ciertas consideraciones que puede alterar los resultados.

Foto: Todos los asesinatos atribuidos a Jack el Destripador ocurrieron en el East End londinense (GETTY IMAGES)

Hansi Weissensteiner, un experto en ADN mitocondrial de la Universidad de Medicina de Innsbruck, en Austria, le dijo a la revista Science que el análisis mitocondrial no es decisivo para apuntar a un solo sospechoso.

Walther Parson, un científico forense de la misma universidad austriaca, también criticó en Science que los científicos no publicaran los resultados de las secuencias de ADN mitocondrial, que no representaban riesgo alguno para la privacidad de los involucrados y que deberían haberse incluido en el documento "para que el lector pueda interpretarlos por sí mismo".

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Mick Reed explica en The Conversation que no hay un registro que pruebe que el agente de la policía metropolitana de Londres Amos Simpson, el primero en acudir a la escena del crimen, recogiera un chal.

E incluso si ese fuera el caso, asegura, su origen también es polémico, pues su composición podría indicar que se fabricó tanto entre 1901 y 1910, o incluso mucho antes, a principios del siglo XIX.

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