MAGNATE

Jeffrey Bezos, el dueño del mundo

El hombre más rico del planeta sigue rompiendo récords de utilidades con Amazon y con su fortuna personal, y sus planes tienen como límite el espacio. ¿Quién es el titán que desplazó a Bill Gates en el tope de magnates?

5 de mayo de 2018

A sus 54 años, Jeff Bezos posee solo el 16 por ciento de la empresa que creó en 1994, lanzó al mercado como Amazon en 1995 y llevó a cotizar en bolsa desde 1997. Ese pedacito de la torta representa casi toda su fortuna, que alcanzó un pico máximo de 132.000 millones de dólares hace tres semanas, gracias a los resultados de lo que va de 2018. La riqueza de Jeffrey Preston Bezos está ligada a los movimientos de la acción en Wall Street. Y cuando esta reacciona positivamente, como sucedió entre el 26 y 27 de abril, Bezos se embolsilla 9.000 millones de dólares más de un día para otro. En 2017, ganó en promedio 107 millones de dólares diarios y ese promedio subirá en 2018. Las cifras del hombre más rico del planeta lo abruman incluso a él. Por eso, la semana pasada aseguró, entre cándido y descarado, que encontrar maneras de invertir “tan grandes recursos financieros” resultaba más difícil de lo que parecía (ver recuadro).

Amazon es ‘el’ monstruo del comercio en internet, con una capacidad pico de despachar 400 artículos por segundo a más de la mitad de la población mundial, un hecho que no es noticia ni siquiera en Colombia donde el servicio y sus ofertas no han llegado del todo. Sin embargo, impresiona la velocidad a la cual sigue creciendo. En los primeros meses de 2018 duplicó las utilidades de los primeros meses de 2017, y parece desarrollarse casi exponencialmente a medida que amplía su oferta. Bezos asegura que si bien ‘abarcar mucho’ contradice preceptos administrativos que aconsejan dedicarse a lo que se hace bien, él ha promovido en todas sus líneas un principio innegociable, la “devoción total al cliente”. Eso unifica y caracteriza sus ofertas, servicios y productos.

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En 2002 lanzó Amazon Web Services (AWS), un brazo de nube y alojamiento web que cada vez gana más dinero y hoy sustenta plataformas como Netflix y Airbnb. Según Bezos, en unos años esta le representará más utilidades que su servicio de envíos. En 2007 lanzó el Kindle, una tableta específica para lectura, y desde entonces se ha hecho con casi el 80 por ciento del mercado de los libros virtuales (e-books). En 2010 lanzó Amazon Studios, su propia unidad de contenidos audiovisuales, que primero apostó a obras de nicho de gran calidad, que ganaron premios y fama, y ahora gasta millonadas para realizar El señor de los anillos y ocupar desde 2019 el lugar que dejará en las series televisivas Game of Thrones.

Y hay mucho más. En 2013 adquirió y salvó de una grave situación económica al diario The Washington Post, al cual le planteó el reto de ser más global que local y que, afirma, está dando buenos resultados más pronto de lo esperado. En 2014 presentó Echo, un parlante inteligente controlable por medio de voz con Alexa, una inteligencia artificial parecida al Siri de los iPhones, capaz de tocar cualquier música y responder cualquier pregunta, incluso las existenciales. Y el año pasado compró la gigante cadena de comidas saludables Whole Foods, con lo que Bezos ya aparece literalmente hasta en la sopa.

En la carta anual a los inversionistas de Amazon, que desde 1997 redacta en abril, Bezos reveló por primera vez datos de su servicio prime. Confirmó que llegó a 100 millones de suscriptores, muchos más de los que esperaba. También anunció que subirá la tarifa a 119 dólares al año (20 más), y muy poca gente alegó, pues quien lo prueba suele quedar enganchado. Nada ilustra como la perspectiva: en 1997 Amazon reportó ventas de 148 millones de dólares a 1,5 millones de usuarios y tenía 614 empleados. En 2007, vendió 178.000 millones de dólares a más de 300 millones de clientes y empleó a 560.000 personas.

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Las cifras sustentan los logros titánicos que Jeff Bezos ha alcanzado como empresario, razón por la cual desplazó a Bill Gates del primer lugar de los hombres más ricos del planeta. Fi Bendall, periodista de CEO Magazine, pone el foco en la sintonía que Bezos pide de sus trabajadores. Les exige que vivan siempre como en el “Día 1, esa fase de crecimiento acelerado, aprendizaje e innovación que caracteriza los días iniciales de una compañía”. Esto, pues “el día 2 es quedarse quieto. A este le sigue la irrelevancia, le sigue un declive insoportablemente doloroso, le sigue la muerte”.

Un punto de debate fuerte surge de las condiciones laborales. Informes periodísticos de inmersión han detallado las duras exigencias a los empleados, especialmente en las enormes bodegas desde donde salen los envíos al mundo entero. Medidos milimétricamente en su desempeño, algunos comparan el régimen con una moderna esclavitud. Algunos ejecutivos argumentan que si bien es muy duro trabajar en la empresa, lo que se alcanza bajo el liderazgo de Bezos compensa el estrés y la competencia.

Futuro y pasado

Las entrevistas que Bezos ha dado con el paso de los años prueban que su tono ha cambiado. En 2002, cuando ya era millonario pero no ‘el más’, aún lucía los restos de su cabellera oscura y dejaba escapar una risa que lo graduaba de nerdo incorregible. En 2018, la peculiar risa ha desaparecido. Ahora sin un pelo en la cabeza, entrega sus palabras más lentamente y da más una impresión de gurú que de empresario. Pero es ambas cosas. Como dijo hace pocos días en una conferencia en la Southern Methodist University (SMU), adora salir de vacaciones, pero prefiere el momento de regresar por una razón sencilla: vive en el futuro. Lo planea, lo visualiza y sabe que si le toca pensar en el presente, algo se ha hecho mal.

Por otro lado, su pasado revela matices interesantes. Su madre, Jacklyn Gise, a quien Jeff venera y llama su ‘lotería ganadora’, lo tuvo a sus 17 años, en 1964. Pero cuando el bebé tenía apenas 17 meses, Jacklyn no aguantó el alcoholismo de Ted Jorgensen, el padre, y se separó de él. Cuatro años después, en 1968, Gise conoció a Miguel Bezos, un inmigrante cubano que había llegado a Estados Unidos en 1962 sin idea de hablar inglés. Se enamoraron, se casaron y, con la venia de Jorgensen, Miguel adoptó a su hijo, quien por primera vez y desde entonces se llamó Jeffrey Preston Bezos. “No sería nadie sin mi padre cubano”, ha repetido.

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El joven Bezos se destacó en la escuela, y sus abuelos maternos le dejaron un gran ejemplo. De niño pasaba sus veranos en el rancho texano, arreando el ganado, arreglando viejas camionetas con el abuelo y gozando de la novela Days of Our Lives con su abuela. Jeff exalta que su abuelo no esperaba que nadie le solucionara los problemas.

Bezos, lector empedernido, se graduó de la Universidad de Princeton en 1986 y fue a parar a Wall Street, donde desempeñó varios cargos entre 1986 y 1994. En el último, para una vacante, entrevistó a MacKenzie Tuttle. La contrató, trabajaron juntos, se casaron, y entonces vino el salto de una vida. Con la venia de su mujer, Bezos apostó por dejar la Gran Manzana para mudarse a la costa del Pacífico y armar en Seattle un negocio virtual de distribución de libros que en un principio llamó Kadabra. Sus padres, para quienes internet era un misterio, invirtieron casi todos sus ahorros en el negocio de su hijo. Jeff, por su parte, vio que el uso de la red crecía a un 2.300 por ciento, y su idea podía resultar un gran negocio.

¿En qué gasta su plata?

El magnate confesó que invertir “tan grandes recursos financieros” resultaba difícil. Pero ideas tiene.

Le gusta tomar buenas vacaciones, pero destina la mayor parte de su dinero a Blue Origin, la empresa con la que quiere ofrecer viajes turísticos al espacio. Esta semana le puso presión a sus competidores (Elon Musk y su empresa SpaceX) pues lanzó su cohete reutilizable New Shepard 2.0, que superó los 100 kilómetros de altura, es decir ‘la frontera del espacio’. Si todo sale bien, en 2019 el fundador de Amazon anunciará al mundo su oferta turística precursora.