LUTO

Jobs y su fama: una relación de amor y odio

Aunque ocupó sonriente unas 100 portadas de revistas, su relación con los medios fue difícil.

Jocelyn Noveck
6 de octubre de 2011
| Foto: AP

Eran los años 80, casi a principios de su carrera, y Steve Jobs se encontraba en Japón. En el lobby de un hotel, un grupo de muchachitas se le acercó a pedirle su autógrafo.
Jay Elliot era entonces un ejecutivo de Apple y viajaba con él. "Pensé, '¡Caray! ¿A cuántos directores de empresa se les acercan chicas a pedirles un autógrafo?", dice ahora Elliot.
 
Durante las siguientes décadas la fama de Jobs aumentó constante y exponencialmente.
 
Al morir el miércoles, tras lidiar durante años con problemas de salud, Jobs había aparecido en unas 100 portadas de revistas y se escribieron muchos libros sobre él, aparte de una obra teatral off-Broadway, una película de HBO y hasta un episodio de la serie animada "South Park". No fue el primer jefe de empresa célebre, y no será el último.
 
Pero quizás fue el primero de los tiempos modernos en trascender el mundo de los negocios hasta convertirse en un ícono de la cultura pop.
 
Pero así como parecía disfrutar del acceso que conlleva la fama, Jobs también entraba en conflicto con ella, guardando celosamente los más pequeños detalles de su vida privada. Y aunque se le ve sonriendo en incontables portadas de revistas, tuvo una relación difícil con los medios y quienes trataron de escribir sobre él.
 
"Steve tuvo una relación de amor y odio con su fama", dijo Alan Deutschman, autor de "The Second Coming of Steve Jobs", una biografía no autorizada. "Quería la fama sin padecer sus consecuencias. Evidentemente, disfrutaba de la celebridad, que le abría todas las puertas, pero quería mantener el control total de su imagen".
 
Y en gran parte lo logró. "Steve era un maestro", dice Deutschman. "Nadie ha igualado a Steve en cuanto a su capacidad para controlar y manipular a los medios y obtener lo que quiere".
 
¿Donde encaja Jobs en el panteón de los grandes empresarios? Los analistas luchan por hallar comparaciones acertadas en el mundo de los negocios.
 
"Él está en otro plano", dice Robert Sutton, un profesor de administración de empresas de la Universidad de Stanford. "Alcanzó un nivel en la conciencia pública que va más allá de la de cualquiera en tiempos modernos. Quiero decir, mi madre no sabe quién es (el expresidente ejecutivo de General Electric) Jack Welch".
 
Sutton y otros consideran que hay que ir más atrás en la historia para poder hacer comparaciones: a Henry Ford, por ejemplo, quien revolucionó el transporte con el automóvil Modelo T, o a Thomas Edison, el inventor que de manera similar transformó el modo en que vivimos. O a Walt Disney, con su vasta influencia en el mundo del espectáculo.
 
El nombre de Edison es el que ha aparecido con mayor frecuencia, en parte porque éste no solo fue un visionario sino, como dice Sutton, "realmente sabía vender; sabía cultivar su imagen".
 
Al igual que Jobs, cuyo nombre es bien conocido entre niños de apenas 6 o 7 años (aun cuando son demasiado jóvenes para leer revistas de negocios o, esperemos, ver un episodio de la ácida serie animada "South Park"), Edison fue emulado por niños en su época, dice Jeffrey Sonnenfeld, un profesor de la Escuela de Administración de Empresas de Yale.
 
Sonnenfeld, quien estudia a líderes empresarios, compara a Jobs — y su fama — con otros "héroes folklóricos" que han emergido en varias áreas en momentos de grandes cambios en la historia de Estados Unidos, sea en la política, la cultura o, en este caso, la tecnología.
 
"Lo que hacen los héroes es personificar un cambio complejo", dice Sonnenfeld. "Es una taquigrafía que usamos. Reduce las cosas al nivel de un individuo". La capacidad de Jobs de canalizar la tecnología en productos que la gente ni siquiera sabía que quería — pero que tenía que tener — es "casi inconmesurable", dice.
 
Inconmensurable, asombroso, místico, tales adjetivos se han usado frecuentemente para describir a Jobs. Pero existe un lado muy distinto. ¿Puede la fama perjudicar el desempeño de un líder empresario?
 
"Es un gran problema cuando el jefe se convierte en la marca", dice Sonnenfeld. "El lado positivo es que le da a la marca términos humanos. El negativo es que nadie es inmortal. Estos jefes a menudo comienzan a creer en su propia inmortalidad".
 
Sonnenfeld, como otros, cree que Jobs debió haberse retirado antes como director ejecutivo de Apple debido a su salud.
 
Pero también podría argumentarse que ninguna regla o generalización rigen para Jobs y Apple. Sutton, en Stanford, escribió hace años que había evidencia de que los empresarios más famosos se dejaban distraer al estar siempre bajo la lupa, para detrimento de sus compañías. Pero, dice, "Jobs claramente no encaja en esa categoría".
 
Sumándose a la increíble fama que alcanzó Jobs está la temprana edad a la que lo logró. Pasó virtualmente toda su carrera a la vista pública, cofundando Apple a los 21 años. Su primera portada de revista fue cinco años después, a los 26, en la revista Inc., con el titular: "Este hombre ha cambiado los negocios para siempre". Cuatro meses después estaba en la portada de la revista Time, lo que en Estados Unidos es un indicio de fama no superado.
 
Una de las portadas que más deseó, empero, fue una que no consiguió. Finalista para la edición Hombre del Año de 1982 de Time, Jobs sucumbió ante una máquina: la computadora. Un artículo adjunto sobre él incluía descripciones de Jobs como un jefe a veces temido, y el hecho de que tuvo una hija, Lisa, con una exnovia, a quien no reconoció y no daba manutención. (Más tarde reconoció a Lisa, quien se convirtió en parte de su familia).
 
"Steve estaba indignado", recordó Deutschman, el autor, quien también da clases de periodismo en la Universidad de Nevada en Reno. "Desde entonces fue muy controlador de todo — excepto por pequeñas cantidades de información cuidadosamente manejadas —".
 
Claro, eso sólo llevó a una gran curiosidad respecto a Jobs, impulsando su fama. "Él no hacía alarde de ella como Donald Trump", dice Scott Galloway, un profesor de mercadotecnia de la escuela de Stern de la Universidad de Nueva York. "No posaba para Architectural Digest. ¿Acaso alguien reconoce la cara de su esposa?". De hecho, Laurene Powell Jobs, con quien Steve se casó en 1991, fue rara vez fotografiada con él, sus hijos aún menos.
 
Sin embargo, Jobs también mostró desde temprano que disfrutaba de su fama.
 
En el Macworld Expo de 1999 fue la estrella del espectáculo, con su característico cuello tortuga negro, jeans y zapatillas de deporte, las manos juntas como en oración, presentando "el resurgimiento de Apple". Pero de hecho no era Jobs. Era el actor Noah Wyle, de "ER", quien le encarnó en la película de HBO "Pirates of Silicon Valley".
 
El verdadero Jobs, quien le había pedido a Wyle que actuara como él, apareció en el escenario y le dijo al actor en broma que todo lo que dijo estaba mal, para regocijo de la multitud. El acto terminó con Jobs pidiéndole a Wyle un papel en "ER".
 
Como celebridad, Jobs tuvo fácil acceso a otros famosos. Previo a su matrimonio, se dijo que salió con Joan Baez, y, en algún momento, Diane Keaton.
 
Y de momentos Jobs parecía repudiar su fama. Deutschman describe un incidente en el que Jobs ayudó a una mujer que se cayó en la calle en Palo Alto, California, no lejos de la sede de Apple en Cupertino. "¡Ay Dios mío, es Steve Jobs!", reaccionó ella. Y Deutschman dice que esto molestó a Jobs profundamente.
 
Aparte de cómo Jobs se sentía en cuanto a su fama, no hay duda de que un elemento clave fue su lucha — y triunfo — con la adversidad.
 
Era el verdadero sueño americano: primero logró el éxito pese a sus orígenes humildes. Luego fracasó al ser despedido de su propia compañía. Y finalmente, en un giro de gracia, encabezó Pixar y luego volvió a Apple para apuntarse una serie de enormes éxitos que continúan hasta el día de hoy.
 
También enfrentó, como se sabe, la enfermedad en sus últimos años. Manteniendo su tendencia al secretismo, pocos detalles fueron compartidos. Sin embargo, su determinación para seguir trabajando — aun cuando lucía cada vez más alarmantemente delgado — animó a muchos, dice Galloway.
 
"Toda persona mayor de 30 años en Estados Unidos ha padecido alguna vez alguna enfermedad", dice. "Esto lo humanizó. Uno se compadecía de él. Era difícil no darle ánimo".
 
Tras años oponiéndose a los intentos de escritores de capturar su vida — no sólo negándose a cooperar en biografías sino desalentándolas activamente — Jobs finalmente aceptó en el 2011. Simon & Schuster anunció en abril que Walter Isaacson, quien escribió biografías de Ben Franklin y Albert Einstein, publicaría "iSteve: The Book of Jobs" a principios del 2012. La fecha luego se movió a noviembre.
 
Como una pequeña muestra del gran interés en Jobs, la noticia de su primera biografía autorizada encabezó los grandes blogs esa semana — una rara incidencia para una historia de tecnología — y la segunda noticia más comentada en Twitter, según el Pew Research Center.
 
"Hay muy pocas personas de negocios que han sido héroes culturales, íconos, figuras heroicas para la gente común, y desesperadamente queremos a estos héroes", dijo Deutschman.
 
"Necesitamos la historia de Steve".
 
Agencia de noticias AP