Gente
Kaleth Morales: así lo recuerdan sus hermanos a 17 años de su muerte
SEMANA habló con los hermanos del artista vallenato que aún sigue en los corazones de los colombianos.
‘Todo de cabeza’, así quedó el país al conocer que la historia se había repetido: la voz de muchas parrandas y de amores idílicos se convirtió en el sonido rechinante de las ruedas de un carro siniestrado en una carretera luego de un show musical.
En 1995 había sido Patricia Teherán. Una década exacta después, el destino insistió en cometer un especie de déjà vu, con la excepción del sexo elegido. El resto era igual: un artista joven que sonaba en las parrandas de cada fin de semana y en las tarimas de un pueblo en las madrugadas. “Ha muerto la dinastía Morales, ha muerto Kaleth Morales”, anunciaba la radio.
El 24 de agosto de 2005, un día después del accidente, el hijo mayor de Miguel Morales, también artista vallenato, murió a causa de traumas en su cerebro. Un día antes iba en su carro, junto a su hermano Keyner, por la carretera entre Cartagena y Valledupar, rumbo a este último, su pueblo natal.
“Veníamos hablando de lo que queríamos del CD nuevo, de las presentaciones de los artistas que estuvieron con él ese día. Hablábamos de lo emocionado que estaba, de las ganas que tenía de llegar a Valledupar, de ver a su gente. Lastimosamente, no logró llegar a casa”, contó el propio Keyner en entrevista con SEMANA.
Kaleth era médico de profesión y artista por vocación. Con sus hermanos Kanner y Keyner se las arreglaban para jugar a los músicos, aunque tenían una ventaja genética, su padre ya era uno de los grandes. Mientras Kanner cogía un balde, Keyner un rallador o la tapas de las ollas, Kaleth componía. Los Morales jugaban al estudio de grabación, que en principio fue el cuarto de su progenitor, pero con el tiempo pasó a ser el de un productor musical.
Aunque Kaleth creció entre las estrofas vallenatas de ‘Sirena encantada’, ‘Diosa humana’ y ‘Que me puedas amar’, la música de su padre no fue la única. Sus hermanos cuentan que uno de sus primeros géneros fue la salsa, la cual interpretó cuando era muy pequeño en una orquesta de Valledupar. Su playlist incluía mucha salsa, a Laura Pausini, Juan Luis Guerra, los Vengaboys, entre otros.
Desde pequeño, Kaleth iba a las parrandas, aunque para esa época se llamarían “minitecas”. Algunos las recordarán por ser las fiestas de niños, que imitaban a una discoteca de adultos. A sus diez años, Kaleth no lideraba un grupo de vallenato, sino de baile que él mismo fundó.
La movida era clara. Keyner, Kanner y tres amigos que le siguieron los pasos a Kaleth acudían a las minitecas para ofrecer su show de baile. En ese entonces aquello del folclor y la música colombiana no fueron elegidos por Kaleth. En esa época, que algunos deben recordar, la electrónica era protagonista y se combinaba con el bamboleo de los brazos y saltos de los pies.
“Él era el que organizaba los bailes, él era el que escogía las canciones que teníamos que bailar, él era el que hacía el conteo y todo. Y nosotros, sin pena y sin nada, solo por seguirle la locura, nos poníamos a bailar en medio de la miniteca. Bailábamos trans y Kaleth inventaba los pasos. ¡Eso era una locura!. Todo el mundo aplaudiéndonos, riéndose, ¡Y no cobrábamos, era nada más pa’ que nos vieran!”, cuenta Kanner entre risas, mientras Keyner lo acompaña con una carcajada.
Si el accidente no hubiera pasado, Kaleth hubiera llamado a su madre para avisarle que en poco tiempo llegaban. Era la excusa perfecta para pedirle que no olvidara su bienvenida típica con su plato favorito: 15 patacones con sus respectivos cuadritos de queso.
A la mañana siguiente, a las 6:00 a. m., Kaleth se despertaría y empezaría a componer. El rasgueo de su guitarra se convertiría en el despertador de los demás miembros de la casa de los Morales. Sería la segunda, porque la primera que le dio su padre se la partió en la cabeza a un amigo por un “pequeño inconveniente”.
En la tarde, cuentan sus hermanos, podría sentarse un rato a ver un programa de tv, tal vez un caso de CSI. No trasnocharía a menos que fuera haciendo música. En el caso ‘De millón a cero, solo le tomaría un día para hacerlo, pero en el de ‘Acróstico’, pediría ayuda a su hermano Kanner para completarla. Esta vez no en sueños, sino junto a él, sentados en la sala de su casa.
Sus amores, sus amigos y su vida fueron las musas de sus composiciones. Aquella canción que no le cuadraba fue la que encajó en todos. ‘La tía Universal’ pasó a ser la de muchos y a estar en la familia de todos. Kaleth arrastró al limbo a muchos jóvenes enamoradizos que buscaban conquistar a la dueña de su vida con una que otra serenata.
“Me llamó, raro, porque Kaleth no me llamaba mucho para consultarme cosas; pero esa llamada no se me olvida. Me dice: mira, la última canción que estoy haciendo. Y me canta ‘Vivo en el limbo’, la parte donde dice “no piensen que este disco está rayado…” y después me canta el coro y él me pregunta: ¿Mani, tú crees que eso le puede gustar a la gente? Yo no sé por qué mi respuesta, pero yo lo admiraba tanto que era incapaz de decirle: no, mani, eso está raro, eso no les va a gustar. Y yo le dije: ¡claro, eso le va a gustar a todo el mundo. Eso que estás haciendo está bien hecho. ¿Te vas a poner a dudar? ¡Eso va qué va!”, relató Kanner.
El relevo
¿Y ahora qué? Fue la pregunta que quedó en el aire cuando los médicos confirmaron la muerte de Kaleth. Sus padres sin un hijo, sus hijos sin padre y sus músicos sin líder. El origen de Los K Morales (Keyner y Kanner) tiene un propósito claro: relevar el legado que su hermano mayor inició.
“Cuando se bajó la tensión yo les dije: muchachos, no se preocupen, pero esto no lo vamos a dejar acabar. Nosotros tenemos que continuar con esto. Juan K Ricardo me dijo: ‘Kaleth siempre me dijo que confiaba en tu talento, por esa razón, yo voy a creer en ti. Y si tú me dices que vas, yo voy”, detalla Kanner.
Los K Morales han logrado construir su propio camino, sin dejar atrás su historia familiar. Fueron el primer grupo vallenato en ir a Viña del Mar, uno de los eventos internacionales más importantes de música. Han creado su estilo musical, distinguiéndose de su padre y su hermano. Y han entendido que su propósito es ser diferentes, sin olvidar sus raíces.
“Yo siento que mi papá hizo hasta un punto, pero Kaleth tuvo que relevarlo. Le entregó y Kaleth continuó. Y luego Kaleth vino y nos entrega a nosotros. Y sabemos que nosotros le vamos a tener que entregar a otro. Por eso somos una dinastía”, señaló Kanner.
Al final, no era tan cierto como se pensaba hace 17 años. La carrera musical de este apellido no había finalizado, solo daba tiempo para pasar el ‘testigo´ a la nueva generación.
La dinastía Morales no ha muerto. Las K con son vallenatero aún siguen permaneciendo en el tiempo. Y como decía Kaleth, es la “purita verdad”.