HISTORIA
Un descendiente de Napoleón repite la gloriosa boda del emperador 200 años después
Hace dos siglos, Napoleón Bonaparte se casó con la archiduquesa María Luisa, hija del emperador de Austria. En octubre, las dos dinastías se volverán a unir, gracias a la boda del príncipe Jean Christophe Napoleón Bonaparte, actual cabeza de ese linaje, con la bisnieta del último monarca de la casa de Habsburgo. Este artículo hace parte de la revista Jet-Set
En 1810, Napoleón Bonaparte, emperador de Francia, avasallaba con su inmenso poder a Europa, pero necesitaba urgentemente dos cosas: un aliado en su guerra contra Gran Bretaña y Rusia, y el heredero que no le pudo dar su esposa, Josefina, a quien repudió por eso.
La solución a ambos problemas la encontró en Austria, con cuya ayuda mató dos pájaros de un solo tiro: al casarse con la archiduquesa María Luisa, hija del emperador Franz II, se hizo a un socio poderoso en sus fines bélicos y garantizó la anhelada descendencia.
“Cuando conocí a Olympia, me sumergí en sus ojos y no en su árbol genealógico. Nos da risa esta coincidencia histórica entre nuestras familias”, declaró el príncipe.
Es uno de los episodios más peculiares en el devenir de las monarquías y ahora está a punto de ser replicado por Jean-Christophe Napoleón Bonaparte y su prometida, la condesa Olympia von und zu Arco-Zinneberg.
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Él, conocido sencillamente como el príncipe Napoleón, es sobrino tataranieto del emperador, pues proviene de su hermano menor, Jérôme, rey de Westfalia, y es hoy el jefe de la casa Bonaparte, pues el monarca no dejó descendientes directos.
Ella, por su parte, es bisnieta del Karl I, último emperador de Austria, destronado en 1918 y tataranieto de aquel Franz II que se alió con Napoleón en el siglo XIX.
El príncipe Napoleón, educado en Harvard y residenciado en Londres, es muy parecido a Napoleón Bonaparte. También desciende de los reyes Luis XIV de Francia, Carlos III de España y George II de Inglaterra.
La boda tendrá lugar en Les Invalides, el palacio donde reposan los restos del emperador en París, y ha causado revuelo en la realeza y sectores franceses que ven en el príncipe una esperanza para el resurgimiento de su patria en crisis.
Como lo explicó The Times, de Londres, no es que los galos vayan a deponer al presidente Macron para coronar al apuesto Jean-Christophe. Pero este remake de la unión de dos familias tan determinantes es vista por muchos como un momento propicio para ubicar a Bonaparte “en el centro del escenario europeo, ahora que el continente está perdiendo su fe en los políticos modernos, y darle la oportunidad de jugar un rol influyente en los asuntos públicos”, expresó el diario inglés.
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La idea no salió del aire, si se tiene en cuenta que la unificación de Europa bajo su trono fue justo uno de los fines malogrados de Napoleón Bonaparte, cuya relación con María Luisa tuvo un triste fin, pues casi no vivieron juntos.
Su hijo, el rey de Roma, murió prematuramente en 1832, por lo cual no pudo perpetuar el legado de su padre. Once años antes, este había muerto en la isla africana de Santa Elena, tras su estruendosa caída, fruto de la ambición insaciable.
No obstante, su ideario permanece vivo, debido al movimiento bonapartista, cuyos miembros son quizás los más contentos con el próximo enlace del príncipe y la heredera de la casa de Austria o Habsburgo. “Sus integrantes anhelan el retorno de un líder con estilo imperial, fuerte. Además, añoran la grandeza de la época en que Francia dominaba Europa”, afirmó The Times.
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Educado en Harvard, su alteza imperial (como lo llaman) vive en Londres, donde trabaja en la firma de capitales de inversión The Blackstone Group, y aclara que su casamiento es muy diferente al de sus antepasados.
“Es una historia de amor y no un saludo a la tradición. Cuando conocí a Olympia, me fijé en sus ojos y no en su árbol genealógico. Nos da risa esta coincidencia entre nuestras familias”, le declaró a Le Figaro, de París.
Sin embargo, se comenta que él no es del todo indiferente a las reivindicaciones de los bonapartistas, que se dieron por bien servidos cuando manifestó su deseo de contribuir a la causa de Francia con estas palabras: “Para mí, Napoleón personifica la idea de progreso. Los Bonaparte siempre han sido hombres modernos, que han contribuido al avance de las épocas en que les ha tocado vivir y se han destacado por su extraordinaria libertad. Pretendo firmemente encauzar mi herencia en la misma dirección”.
La condesa Olympia estudió Ciencia Política en Yale y, además de bisnieta de los emperadores Karl y Zita de Austria (derecha), es pariente de los reyes de Italia, Bélgica y Baviera.
El casamiento también tiene encantados a los admiradores de la realeza y sus genealogías, porque supone una fusión de encumbrados linajes. El emperador Napoleón, quien no tenía sangre real, buscó elevar su apellido emparentando con una casa como la de Austria, que se autoproclamó siempre como nacida para reinar.
Alianzas similares hicieron sus parientes, varios de los cuales fueron puestos por él en diversos tronos de Europa. Así, por parte de su madre, la princesa Béatrice, el joven príncipe Napoleón desciende de la casa real Borbón-Dos Sicilias, al igual que de monarcas como Luis XIV de Francia, Carlos III de España, George II de Inglaterra, Frederick William I de Prusia y Louis Philippe de Orléans, el último monarca galo.
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Olympia no se queda atrás. Su parentesco con el emperador Karl I proviene de su madre, la archiduquesa Maria Beatrice de Austria, mientras que su padre es el conde Riprand de Arco-Zinneberg, bisnieto del rey Ludwig III de Baviera. Así mismo, es prima en cuarto grado de su prometido, dado el nexo de ambos con el rey Víctor Emmanuel II de Italia.
Carlos y Camilla, un caso similar
Muy pocos saben que la historia de amor entre el futuro rey Carlos de Inglaterra y su actual esposa Camilla (izquierda), tiene rasgos muy parecidos al idilio del príncipe Napoleón y su prometida.
Cuando ella se hizo amante del príncipe, repitió la historia de su bisabuela, Alice Keppel (arriba), una de las anfitrionas más celebradas de Londres, quien fue la querida del rey Edward VII, el mujeriego tatarabuelo de Carlos.
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Al igual que Camilla hoy lo hace con su esposo, Alice le hablaba al oído al monarca y fue su compañera hasta la muerte, aunque nunca de casaron.
De hecho, se dice que cuando un amigo común los presentó, hacia 1971, ella le dijo al príncipe: “Mi bisabuela fue la amante de su tatarabuelo. Creo que tenemos algo en común”, y ahí mismo comenzó el que habría de ser uno de los romances más polémicos de la historia.
* Este artículo hace parte de la última edición de la revista Jet Set. Puede leer otros artículos aquí.