HISTORIA
La historia de la reina Victoria, la mujer que logró salvar a la monarquía británica
Tuvo el segundo reinado más largo en la historia del Reino Unido, solo superado por Isabel II. En ese tiempo su país vivió una época de gloria, pero ella tuvo que enfrentar varias desdichas. Este mes se conmemoran 200 años de su nacimiento.
La primera vez que Victoria supo que algún día reinaría sobre el Imperio británico solo tenía 10 años y estaba en clase de historia con una institutriz privada en el palacio de Kensington. Pero lejos de asustarse, reaccionó con una frase corta y contundente: “Seré buena”.
Por estos días el Reino Unido conmemora los 200 años de su nacimiento, ocurrido el 24 de mayo de 1819, y muchos han recordado la anécdota para hablar de su carácter. Porque a pesar de ser una mujer bajita, robusta y poco atractiva, Victoria terminó por convertirse en una de las figuras más importantes de la historia británica y en una institución para la monarquía europea.
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Su reinado de 63 años fue el más largo en la historia del Reino Unido, hasta cuando la reina Isabel II la sobrepasó en 2015. En esa época, que los historiadores llaman era victoriana, el Imperio británico alcanzó su máximo esplendor e Inglaterra pasó de ser un país agrario y rural, a una nación industrializada.
El régimen que vivió cuando niña en el Palacio de Kensington era bastante estricto: no la dejaban salir a la calle, no podía jugar con otros niños y recibía clases sola.
A pesar de la vigencia de su legado, la vida de Victoria estuvo llena de altibajos y de tragedias. No solo sufrió la muerte de varios seres queridos, sino que vivió episodios depresivos, sufrió picos de impopularidad e incluso intentaron matarla siete veces mientras iba en su carruaje por las calles de Londres.
Como sucede con frecuencia con los grandes monarcas, ella no estaba destinada a ser reina, pues cuando nació apenas era la séptima en la línea de sucesión al trono. Pero la muerte de su padre y de varios tíos que no dejaron hijos legítimos la convirtieron en la heredera del rey Guillermo IV.
Sin embargo, tuvo una infancia triste y aburrida. Su madre, la princesa alemana Victoria de Sajonia, y su amante, el mayordomo sir John Conroy, la tomaron bajo su cuidado y la mantuvieron enclaustrada y encerrada en el palacio de Kensington, el mismo donde hoy viven el príncipe William y Kate Middleton.
Foto: El príncipe Alberto y su criado John Brown, los grandes amores de su vida. Al fondo, con los tres reyes que la sucedieron: Eduardo VII, Jorge V y Eduardo VIII (Getty Images)
El régimen que vivió allí, que pasó a la historia como el sistema Kensington, era bastante estricto: no la dejaban salir a la calle, no podía jugar con otros niños y recibía clases sola. Se dice que su madre y Conroy querían volverla débil y dependiente para manejarla a su antojo, y que muchas veces intentaron hacerla firmar un papel que lo convertía a él en su secretario privado. Pero la niña nunca se dejó.
Si el rey Guillermo hubiera muerto antes de que Victoria fuera mayor de edad, habría asumido su madre como regente. Pero la vida no lo quiso así y el 20 de julio de 1837, un mes después de cumplir 18 años, la princesa ascendió al trono.
Al comienzo fue bastante impopular. Su corta edad y su cercanía con el primer ministro Lord Melbourne generaron rumores en la corte. Varias veces, además, tomó partido por los whigs (liberales) en el parlamento, lo que generó la ira de los tories (conservadores) y de mucha gente que no estaba de acuerdo con que interviniera en política.
Entre sus descendientes están Isabel II de Inglaterra, el rey Felipe VI de España, el rey Harald V de Noruega, el rey Carlos XVI Gustavo de Suecia y la reina Margarita II de Dinamarca.
Pero todo cambió cuando se casó con su primo, el príncipe Alberto de Sajonia, con quie estaba comprometida desde que eran niños. Él no solo se convirtió en su más grande consejero, sino que la hizo más feliz que nunca.
A lo largo de su matrimonio tuvieron nueve hijos y varios de ellos se casaron con miembros de la realeza de otros países, una idea de Victoria para forjar alianzas. No por nada se ganó el sobrenombre de la abuela de Europa, pues muchos de sus nietos gobernaron reinos como Alemania, Dinamarca y Noruega. Hoy, además de Isabel II, entre sus descendientes están el rey Felipe VI de España, el rey Harald V de Noruega, el rey Carlos XVI Gustavo de Suecia y la reina Margarita II de Dinamarca.
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Los historiadores, sin embargo, cuentan que Victoria detestaba el embarazo, no le gustaba amamantar y varias veces sufrió depresión posparto. Aún así, su numerosa familia se convirtió en el símbolo de una nueva monarquía.
Pero la felicidad terminó en 1861, cuando Alberto murió de fiebre tifoidea. Victoria, destrozada y deprimida, entró en un larguísimo duelo: se enclaustró en sus palacios, dejó de asistir a actos públicos y empezó a vestirse de negro, una costumbre que mantuvo hasta su muerte.
En esa época se acercó mucho a uno de sus criados, el escocés John Brown, quien se convirtió en su nuevo confidente. La prensa de la época decía que en realidad tenían un romance y que se habían casado a escondidas, aunque nunca lo comprobaron. En broma, comenzaron a llamarla Señora Brown. Su confinamiento y la historia del romance causaron su peor crisis de popularidad, justo en el momento en el que los movimientos republicanos ganaban fuerza.
Foto: Victoria, en 1984, con varios familiares, incluyendo al Zar Nicolás II, al Kaiser Guillermo II y a su nieto, Jorge V. Los tres se enfrentaron luego en la Primera Guerra Mundial (Getty Images)
A finales de 1871 su hijo Eduardo, el heredero al trono, también enfermó de fiebre tifoidea y ella comenzó a esperar lo peor. Él se recuperó y Victoria, agradecida, salió a la calle nuevamente.
En una de esas salidas, y luego de una misa de acción de gracias, un hombre le disparó, pero Brown le salvó la vida, empujándola. La solidaridad generada por el episodio y sus reapariciones le ganaron poco a poco el amor de sus súbditos.
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Años después tuvo que enfrentar la muerte de varios de sus hijos y de Brown, a quien lloró amargamente. Para esa época, sin embargo, Victoria ya era un símbolo: los británicos la veían como una madre y como un estandarte de la moral y buenas costumbres.
Además, las celebraciones por sus 50 años (jubileo de oro) y sus 60 años en el trono (jubileo de diamante) habían sido fiestas inolvidables que engalanaron las calles de Londres y subieron la moral de sus súbditos.
Foto: La celebración del jubileo de diamante, cuando Victoria cumplió 60 años en el trono, en 1897, fue una gran fiesta patriótica y militar (Getty Images)
Finalmente murió en 1901, a los 81 años, y su funeral fue uno de los grandes eventos de la monarquía europea antes de la Primera Guerra Mundial. Dicen que en su ataúd pusieron una foto y un molde en yeso del brazo de Alberto, así como un mechón del cabello de Brown.
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Hoy descansa junto a su esposo en los terrenos del Castillo de Windsor. Para muchos es la directa responsable de que la corona británica siga viva. Tal vez sin saberlo, creó el concepto de monarquía familiar, que representa muy bien su tataranieta, la reina Isabel II.