ESCÁNDALO
La historia de Nxivm, la secta que reclutaba esclavas sexuales y las marcaba con hierro vivo
La condena a la heredera de una de las familias más ricas de Canadá puso en el primer plano a un supuesto grupo estadounidense de autoayuda que en realidad reclutaba mujeres para convertirlas en esclavas sexuales. Hay varias celebridades involucradas.
Por muchos años quienes oyeron hablar de Nxivm en Estados Unidos pensaban que se trataba de un grupo de autoayuda. Uno de esos que organizan talleres y charlas para que las personas aprendan a amarse a sí mismas, superen sus traumas y adicciones, y encuentren su verdadero sentido en la vida. No había razón para sospechar que detrás había algo perverso, porque a sus actividades iban empresarios, deportistas famosos y celebridades de Hollywood que hablaban maravillas de las charlas y de Keith Raniere, el líder de la organización.
Pero desde octubre de 2017 han venido apareciendo historias sórdidas de Nxivm (pronunciado nexium), que incluyen tráfico de mujeres, esclavitud sexual y hasta un culto secreto en torno a Raniere. Este terminó en la cárcel por tráfico sexual y explotación infantil, entre otros delitos, y podría recibir cadena perpetua. Esta semana, además, condenaron a seis años de cárcel a Clare Bronfman, la millonaria canadiense heredera de la familia dueña de la desaparecida marca de licores Seagram, por financiar la operación y ayudar a reclutar mujeres ilegalmente.
La participación de una mujer de tan alto perfil y con tanta plata en una especie de secta sexual ha suscitado mucho interés. Sobre todo porque actualmente HBO transmite The Vow, una serie documental que cuenta la historia de Nxvim por medio de las víctimas.
Allí se puede ver que ella no era la única celebridad involucrada. La más mediática, tal vez, es la actriz Allison Mack, reconocida por hacer de mejor amiga de Superman en la serie Smallville, transmitida entre 2001 y 2011. Ella también está presa y espera condena.
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Bronfman y Mack reunían los requisitos que Raniere buscaba en las mujeres que reclutaba: tenían mucho dinero y aparentemente eran exitosas, pero en realidad pasaban por una gran crisis de autoestima. Bronfman, de hecho, llegó al grupo por intermedio de su hermana Sara en 2013. “Luchaba contra la ansiedad social y era incapaz de aceptar mi identidad como hija de un famoso multimillonario”, escribió en una carta a la corte. En los talleres, sin embargo, “comencé a apreciar la vida, a sentirme aceptada, amada, feliz”.
No obstante, detrás de ese aparente crecimiento personal había algo mucho más oscuro.
Raniere y Nancy Salzman habían fundado Nxivm cerca de Albany, Nueva York, en 1998, como una comunidad que buscaba empoderar a las personas. Para ello ofrecían un supuesto método científico creado por el propio Raniere, un tipo carismático nacido en Brooklyn y criado en los suburbios que había logrado estudiar matemáticas y montar empresas multinivel. El programa iba dirigido a gente exitosa y con plata que tenía problemas para encontrar la felicidad. Y era tan efectivo que, gracias al voz a voz, unas 16.000 personas pagaron millonadas para asistir a los talleres en Estados Unidos, Canadá y México.
En el fondo, sin embargo, estaban entrando a una especie de culto a la personalidad en el que lavaban cerebros. A Raniere, por ejemplo, lo idolatraban como a un dios. Lo llamaban Vanguardia y decían que era un genio incomprendido, un hombre con el IQ más alto del mundo al que las agencias gubernamentales espiaban como parte de una conspiración internacional, preocupada por su habilidad para resolver problemas y entender todas las situaciones.
Quienes más tiempo permanecían y lograban un mayor acercamiento al líder, más metidos quedaban, muchas veces a punta de manipulación psicológica. Los delitos graves, de hecho, ocurrían en ese círculo central.
Raniere, con ayuda de Mack, había creado una sociedad secreta dentro de Nxivm, a la que llamaba DOS (un acrónimo de una frase en latín que significa “Señor de las mujeres obedientes”), conformada solo por mujeres jóvenes y bonitas. Funcionaba como una secta de amos y esclavas en la que quienes entraban presentaban un voto de obediencia al “amo”, y a cambio entregaban todos sus documentos y grababan un video contando sus secretos más íntimos y confesando delitos que nunca habían cometido. Todo para amenazarlas con publicarlos si contaban lo que pasaba al interior.
Las mujeres se convertían en esclavas sexuales y tenían que hacer lo que Raniere dijera, incluso someterse a dietas de hambre para mantener la figura. Cada una de esas esclavas, además, podía llegar a ser ama y reclutar a sus propias esclavas en una especie de pirámide interminable. Para entrar tenían que pasar por una ceremonia en la que, completamente desnudas sobre una tabla, debían pronunciar la frase “amo, por favor márcame, sería un honor”, y luego les imprimían con un hierro candente en la piel las iniciales de Raniere.
En ese grupo de mujeres abusadas y esclavizadas hubo varias menores de edad. La Fiscalía de Nueva York tiene claro el caso de tres hermanas mexicanas, una de ellas de 16 años. Las tres fueron obligadas a tener sexo con Raniere, quedaron embarazadas, y él les exigió abortar. A una de ellas la encerró en un cuarto por varios meses cuando le dijo que estaba interesada en otro hombre.
Ellas mismas les contaron a las autoridades que él las utilizaba para hackear las cuentas de las personas críticas con la organización o de los periodistas que los investigaban.
Detrás de todos esos delitos estaba Bronfman. Ella no formaba parte de la pirámide sexual (no es muy agraciada físicamente), pero actuaba como una especie de Ghislaine Maxwell con Jeffrey Epstein. Financiaba a Ranieri y usaba a los abogados de su familia para amenazar a las mujeres y a los miembros del grupo que les daban la espalda. De hecho, llegó a falsificar pasaportes para esconder y albergar a inmigrantes indocumentados.
Cuando algunos de los miembros del grupo decidieron contarlo todo a los periódicos en 2017 –una historia que se puede ver en la serie de HBO–, ella se encargó de amenazarlos y de presionarlos. Incluso publicó una carta para defender a su líder.
Aun hoy, cuando la condenaron a 81 meses de cárcel y le han mostrado los testimonios y las pruebas de todos los delitos que se cometieron con su ayuda, ella sigue idolatrándolo: “Mucha gente cree que debo darle la espalda a Keith, y les resulta difícil aceptar que no lo haya hecho. Pero yo no puedo darle la espalda ni negar el profundo impacto que tuvo en mi vida”. Al parecer, el embrujo continúa.