Fabio Grandas y Mayerly Díaz
Fabio Grandas y Mayerly Díaz | Foto: Cortesía de la familia de Fabio Grandas.

PERFIL

La huella que Fabio Grandas, piloto de avión en Ubaté, dejó en amigos y familia

Él, su esposa, Mayerly Díaz, y Nuris Maza, la niñera de la familia, murieron el martes en un accidente aéreo en Ubaté, Cundinamarca. El único sobreviviente fue el hijo de la pareja, de dos años y medio.

15 de octubre de 2020

Fabio Grandas Ramírez era un tipo precavido. Cuando nació su hijo, a principios del 2018, prefirió evitar los riesgos, y con toda la delicadeza y el cariño que lo caracterizaban, le pidió a su familia que se esperara tres meses, hasta que el niño estuviera más fuerte, antes de que fueran a visitarlos a la casa. Él, un médico cirujano que se había vuelto experto en trasplantes de riñón y que vivía recorriendo Colombia en misiones médicas, sabía que lo mejor era tenerlo todo bajo control.

La anécdota la recuerda su prima, María Judith Grandas, que no puede esconder la nostalgia cuando lo recuerda. “Su mirada siempre reflejaba tranquilidad y paz, y siempre llevaba una sonrisa especial”, dice. “Ése era el mejor de sus gestos, era imposible verlo responder lo que fuera sin una sonrisa”.

Así, sonriendo, es como aparece en todas las fotos que de él que su familia y sus amigos comenzaron a compartir desde el martes en la tarde, cuando se supo que los ocupantes del Piper PA-28 que había caído a tierra en una vereda de Ubaté, Cundinamarca, a 70 km. del aeropuerto de Guaymaral, eran él, su esposa, Mayerly Díaz, su hijo de dos años y Nuris Maza, la niñera que trabajaba con ellos. El único sobreviviente del accidente fue el niño.

Aunque parecía que lo fuera, Grandas no era una persona común y corriente. Su carácter incondicional y siempre interesado en los otros lo hizo muy conocido en las clínicas donde como cirujano –Los Nogales, el Hospital Universitario San Ignacio y la Fundación Santa Fe, entre otras–, pero también en la Patrulla Aérea, organización con la que recorrió diferentes lugares del país en medio de misiones médicas. Incluso en los meses recientes, durante la pandemia, colaboró con programas para controlar el covid-19 en poblaciones de difícil acceso: “Nosotros le agradecemos esa motivación que tuvo y su compromiso con Colombia”, dijo el presidente Iván Duque, el miércoles, durante su tradicional programa nocturno.

Fabio Grandas y su familia en una de las misiones médicas de la Patrulla Aérea Colombiana.

Grandas había llegado a la Patrulla Aérea Civil Colombiana hace aproximadamente doce años. Al principio se vínculo como médico y comenzó a volar al lado de Hans Timcke, uno de los pilotos más veteranos de la patrulla. Verlo en los controles le despertó la pasión y poco a poco fue aprendiendo: “Hay algo que tenía Fabio en su carácter y es que cualquier cosa que soñaba, la lograba. Sus ganas de aprender y su manera de hacerse querer eran tantas, que los otros terminaban enseñándole”, dice su prima, María Judith. “Él se apasionaba, estudiaba y de repente, era un experto. Y solo al final se certificaba”.

Había estudiado medicina por dos razones. Primero, por su familia, que venía de Vélez, Santander –aunque él era bogotano– y que tenía una larga tradición de médicos. Segundo, por su afán de ayudar a los otros. Grandas hizo la carrera en la Universidad Nacional, luego se especializó en cirugía en la Universidad Nueva Granada y finalmente hizo una estancia para aprender sobre trasplantes en el Hospital Universitari Clinic de Barcelona. Como médico era incondicional: su prima, María Judith, recuerda que varias veces él reorganizaba sus planes para poder atender cirugías de emergencia y salía de madrugada a hospitales en Soacha, simplemente porque recibía una llamada de alerta.

La ginecóloga Marcela Celis puede hablar sobre el tema en carne propia: “Él me salvó la vida”, dice. Entonces recuerda que el 31 de octubre tuvo un dolor en el abdomen y aunque ella estaba segura de que era apendicitis, en todas las clínicas a las que iba le daban salida. Finalmente, un amigo le dijo que llamara a Fabio Grandas y finalmente él le devolvió la llamada: “Me llamó cuando se le había acabado el turno y no solo fue generoso con su tiempo y fue a verme, sino que me trasladó a una sala de cirugía especial, me operó y me salvó la vida porque tenía una apendicitis perforada”.

En los controles posteriores, terminaron volviéndose amigos. Y al final, entre cirugía y cirugía, él le escribía por WhatsApp, como a otros amigos y colegas, simplemente para saber cómo estaban: “Él siempre con sus palabras transmitía energía y sacaba de la monotonía o de la tristeza momentánea”, recuerda Celis. “Siempre tenía un comentario amable o amistoso, una sonrisa para compartir con todos”.

Fabio Grandas, Mayerly Díaz y su hijo.

Tal vez fue ese carácter lo que hizo que hace tres años, en 2017, su vida diera un giro de 180 grados. Él, un tipo que llenaba sus ratos libres saliendo a expediciones 4x4 por los Llanos Orientales con su Toyota Land Cruiser o llendo a sitios recónditos del Chocó y el Casanare a misiones médicas, conoció a Mayerly Díaz. Ella, una abogada experta en telecomunicaciones que también venía de una familia santandereana y que trabajó en el MinTIC entre 2012 y 2016, se convirtió en su pareja. Y aunque él nunca dejo de hacer todos esos planes que amaba –al contrario, Mayerly comenzó a participar activamente en ellos–, sí hizo algo que nunca había hecho en la vida: animarse a formar una familia.

También hay fotos de baile. Muchas. Y lo vieron con recelo. Pero Fabio, genuino como era, fue convirtiéndose en alguien incondicional para ellos: “En tres años, Mayerly y los niños se convirtieron en su vida. Fabio siempre fue un hombre dedicado a su estudio, a su trabajo, a ayudar… Pero todo cambió en el 2017 por ese encuentro y encontró a su familia”, dice la prima de Fabio, María Judith Grandas. El Instagram de Mayerly, de hecho, es toda una crónica de esa vida familiar de los últimos años: partidos de tenis, asados familiares, misiones de salud con la patrulla aérea en las que también participaba la hija de Mayerly y caminatas con su perro, Piper, un labrador que los acompañó durante los últimos años y que incluso se subía en el avión de Grandas cuando él participaba con la patrulla aérea en misiones que quedaban en pueblos de tierra fría.

Mayerly Díaz y Piper.
Mayerly Díaz y Piper. | Foto: Cortesía de la familia de Fabio Grandas.

También hay fotos de baile. Muchas. Les gustaba tanto el vallenato que sus vecinos, en el condominio donde vivían, decían que ellos eran “los de la casita alegre”.

Y es que esa alegría es el sello que seguirán teniendo todos los que lo conocieron. A él y a su familia.