Realeza
La humillación que sufrió la reina Letizia el día de su matrimonio, hace 19 años. ¿Pudo más el clasismo?
Con motivo del aniversario de los reyes de España, el pasado 22 de mayo, la biógrafa Pilar Eyre sacó a la luz un detalle que muestra cómo la monarca era menospreciada por ser nieta de un taxista.
Ese día de primavera en Madrid, los Borbón desplegaron la magia del trono con la espectacular boda, inspirada en Goya, del entonces príncipe de Asturias con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano.
La pregunta no es quién fue a la catedral de la Almudena, de Madrid, sino quién no asistió al primer casamiento de un futuro rey de España en años y con una novia española.
Fue el cuento de hadas de la época y un enlace que rompió esquemas, pues, por primera vez, la familia real daba su consentimiento para que un heredero al trono desposara a una divorciada.
Fue, además, la primera vez que un futuro monarca se casó con una mujer que no era de sangre real, lo que sin embargo no significó que se derribaran del todo las barreras sociales.
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Así lo dejó entrever recientemente la periodista y biógrafa de la realeza española Pilar Eyre, en el habitual comentario de su canal de YouTube.
Con motivo del aniversario de Felipe y Letizia, la autora de biografías de la reina Sofía, el rey Juan Carlos y otros antepasados de los reyes de España, contó que aquella vez se dio el rompimiento de un protocolo que, en ese momento, casi nadie comentó, pero que hoy adquiere gran dimensión.
La etiqueta dicta que el novio llega con su madre, tal como lo hizo Felipe con la reina Sofía. La novia, por su parte, lo hace del brazo de su padre; en tanto que la madre de la novia, lo hace con su consuegro.
Es decir, lo indicado era que el rey Juan Carlos hiciera su entrada a la iglesia con Paloma Rocasolano, madre de Letizia.
Sin embargo, entre los cortesanos parece que pudo más el clasismo, de acuerdo con lo dicho por Eyre.
Les pareció, dijo, que era una vergüenza poner a desfilar al rey de España del brazo de una sindicalista, republicana y nieta de un taxista. De otro lado, creyeron que se prestaría para chistes poner a Juan Carlos, que es muy alto, junto una mujer tan bajita como Paloma.
Todo eso fue visto como muy inapropiado por los guardianes del protocolo del palacio, así que se les ocurrió una solución: que el rey no entrara con Paloma sino con su hermana, la fallecida infanta Pilar, que sí era una princesa y casi tan alta como él.
Fue así como Paloma, recordó Eyre, que era una de las personas más importantes del matrimonio, por ser la madre de la novia, quedó relegada a un segundo plano.
En ese día, nadie notó semejante humillación para Letizia, porque a Juan Carlos “todo se lo perdonábamos”, comentó Eyre, haciendo alusión a que en aquellos tiempos no se conocían los malos manejos del monarca, quien se salvó de ser llevado a juicio en los últimos años por lavado de dinero.
Como se recuerda, se ha sabido que recibió millonarias donaciones de monarquías árabes, que eran en realidad pagos para conseguir contratos con empresas españolas. Como estas últimas no le podían girar, los árabes se encargaban de depositarle los fondos en sus cuentas.
Otro trato humillante para Letizia, de acuerdo con Eyre, es que a su padre, Jesús Ortiz, no le permitieron ir acompañado de su esposa, pues para ese momento ya se había divorciado de Paloma.
En fin, fue solo el comienzo de una historia que hizo y sigue haciendo titulares.
Otros datos curiosos
Las fiestas no estuvieron exentas de dramas que sí fueron muy evidentes. Carolina de Mónaco tuvo que asistir sola a la ceremonia porque su esposo, Ernst de Hanover, no se pudo parar de la borrachera que se pegó la noche anterior.
Y los primos de la casa real de Italia, Vittorio Emanuelle y Amadeo de Aosta, se fueron a los puños a causa de su vieja disputa por quién es el aspirante legítimo al trono.
“Nunca más”, dijo el rey Juan Carlos sobre estos dos príncipes.
En cuanto a Paloma Rocasolano, anotó Eyre, con la mala reputación que tiene Juan Carlos hoy, posiblemente debe estar satisfecha de que no la hayan dejado desfilar con él, pues a lo mejor la que estaría avergonzada de semejante cosa, sería ella.