Realeza
La mamá loca y las hermanas nazis del príncipe Felipe que la reina Isabel siempre escondió
Poco se sabe de la madre de Felipe de Edimburgo, la princesa Alicia de Battenberg. Pero la serie “The Crown” se encargó de desempolvar su historia, pese a los intentos de la casa real por mantenerla oculta. No era para menos, pues su vida es trágica.
En la larga vida del duque de Edimburgo hubo muchas polémicas y desencuentros. Pero quizá no hay una historia más escondida y sórdida que la de su madre. Poco se sabe de ella, la princesa Alicia de Battenberg.
Alicia nació sorda en el castillo de Windsor en 1885. Su madre era nieta de la reina Victoria, su padre era hijo de un príncipe alemán y se pensaba que tenía algún tipo de retraso; sin embargo, le enseñaron el lenguaje de los signos y aprendió a leer los labios en inglés, alemán, francés y griego, lo que le permitió desenvolverse con soltura en el mundo de la monarquía europea.
La fastuosa ceremonia tuvo lugar en Alemania en 1903 y por 12 años Alicia tuvo un matrimonio feliz. Vivían en Grecia, donde formaban parte de la familia real, y tuvieron cinco hijos: cuatro niñas y Felipe, el menor.
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Pero en 1922, cuando el pequeño apenas tenía 18 meses, la familia tuvo que salir exiliada del país, pues Grecia había perdido una guerra con Turquía, y el pueblo, indignado, quería la cabeza del rey. Alicia, Andrés, sus hijas y el bebé, que viajó escondido en una caja de naranjas, llegaron a París, en donde vivieron de la caridad de la familia.
La presión del exilio acabó por enloquecer a Alicia: tenía alucinaciones y oía voces del más allá, entraba en estados depresivos y solía perder el control frente a su esposo y sus hijos. Hacia 1930, cuando le diagnosticaron esquizofrenia, la llevaron a donde Sigmund Freud, quien recomendó electrochoques y dosis de rayos X en los ovarios para controlar su libido. Pero ante el fracaso del tratamiento, la internaron en un manicomio de Suiza. Andrés la abandonó para irse a vivir con una de sus amantes.
Sus hijas Cecilia y Sofía se casaron con oficiales nazis, y Felipe, de solo 9 años, terminó viviendo en un internado en Inglaterra bajo la tutela de su tío Louis Mountbatten (el mismo apellido Battenberg, pero traducido al inglés para no despertar sentimiento antigermano de la época en el Reino Unido). La más ferviente defensora del régimen nazi fue Sofía, quien llegó a decir que Hitler era “un hombre encantador y modesto”.
En 1937, Cecilia murió en un accidente de avión junto con su esposo y sus pequeños hijos, y el funeral, lleno de oficiales de Hitler y de saludos nazi, fue una oportunidad para que Alicia reencontrara a sus descendientes. Por muchos años, Alicia de Battenberg vivió como cualquier persona del común en las calles de Grecia como parte de la comunidad de as Hermanas de Marta y María.
Usaba hábito, trabajaba como voluntaria de la Cruz Roja y salía en las noches, incluso en medio de los toques de queda en la Segunda Guerra Mundial, para alimentar a los pobres y acompañar a los enfermos.
Su comunidad cerró por falta de plata y de voluntarias, cuando su salud estaba muy deteriorada y Grecia vivía un golpe de Estado, lo que llevó a que la reina Isabel y el príncipe Felipe, en 1967, la invitaran a vivir con ellos al palacio de Buckingham. Allí vivió hasta su muerte, ocurrida dos años después.
En el libro Los royals y el reich, Felipe habló por primera vez del pasado nazi de su familia y exculpó parcialmente a sus hermanas, recordando las “expectativas de cambio” que trajo en sus inicios el partido nazi en la Alemania deprimida a la salida de la República de Weimar.
Pero las palabras más lindas las reservó para su madre: “Sospecho que nunca pensó que sus actos fueran especiales. Ella simplemente pensaba que ayudar a quienes estaban en aprietos era una reacción natural y así actuó toda su vida”.