HOMENAJE

La marca Warhol

Pocos han logrado transformar el mundo del arte como Andy Warhol, quien convirtió este en un negocio real. En su aniversario número 80 SEMANA recuerda al genio del Pop Art.

2 de agosto de 2008
Andy Warhol siempre usaba peluca blanca y gafas grandes.

Andy Warhol le fascinaba usar joyas, pero las escondía bajo su ropa, pues pensaba que "las joyas no hacen que una persona sea más hermosa, pero sí que se sienta más hermosa". Él sabía que estaba lejos de ser hermoso, pero aunque el mal de San Vito que sufrió en su infancia le dejó graves desfiguraciones y despigmentaciones en la piel, disfrutaba al dejarse tomar fotos y hacerse autorretratos. Es más, resaltaba su extraña apariencia con pelucas blancas y gafas de marco grueso. Cuando era pequeño, sus compañeros lo molestaban por ser raro, pero de adulto todos querían ser sus amigos, recibir su aprobación y asistir a fiestas en The Factory, su legendario estudio. Todo gracias a que el mayor talento de la figura más importante del movimiento del Pop Art fue saber venderse a sí mismo; la fama se convirtió en su arte, y la publicidad, en su oficio favorito. El 6 de agosto habría cumplido 80 años.

Como pocos artistas, Warhol logró ser muy famoso en vida y más aun en muerte. Sólo pocos meses después su fallecimiento, ocurrido el 22 de febrero de 1987, por complicaciones en una operación de vesícula, el valor de sus obras empezó a crecer desenfrenadamente y todavía no ha parado. Se le recuerda porque logró cambiar no sólo el mundo del arte, sino también la manera como la sociedad se ve a sí misma: inauguró el culto a ser reconocido.

Predijo que "en el futuro todas las personas serán mundialmente famosas por 15 minutos". En una era plagada de reality shows, Internet y herramientas como Youtube, su frase visionaria no pudo ser más acertada. Y aunque él no logró vivir ese futuro, comenzó a crear sus bases. Sus películas, famosas por mostrar momentos íntimos y reales de sus ‘actores‘, fueron un paso para eso. Cintas de 16 milímetros que mostraban un hombre durmiendo durante seis horas, otro recibiendo una felación, o a su musa Edie Sedgwick hablando acerca de cómo había logrado despilfarrar su millonaria herencia en un par de meses. Y obviamente con su arte plástico, con el que logró tomar fotos icónicas como las de Marilyn Monroe o Mao Zedong, u objetos tan comunes como las latas de sopa Campbell‘s o las botellas de Coca-Cola, y transformarlas en imágenes que se asocian inmediatamente con él, el artista, y no con el modelo. Warhol se convirtió en una marca.

"Ser bueno para los negocios es el tipo de arte más fascinante de todos", fue otro de sus famosos aforismos. Sin pudor expresó más de una vez que deseaba ser una máquina, pues más que la obra en sí, su interés estaba en la producción en masa. Trabajaba sin parar, al punto de que muchos llegaron a pensar que contrataba personas para que realizaran sus obras. Nunca le interesó desmentirlo, y le importaba tanto que lo vieran en público, con un aura de omnipresencia, que mandaba dobles suyos a hacer presencia en simposios y cátedras.

"Él entendió que la producción artística se beneficia de la vida social", dijo a SEMANA Elizabeth Currid, autora de The Warhol Economy: How Fashion, Art and Music Drive New York City (La economía Warhol: Cómo la moda, el arte y la música dirigen a Nueva York). "Fue el primero en concebir que un artista podía ser un empresario y triunfar económicamente. Él cambió el mundo del arte y lo convirtió en un verdadero negocio".

Pero lo que quizá pocos saben de la vida de Andy, que fue bautizado como Andrew Warhola y era hijo de inmigrantes checoslovacos, es que era un ferviente católico bizantino y que prefería celebrar las navidades junto a indigentes y personas necesitadas en hogares de caridad, a los cuales aportaba no sólo dinero, sino también tiempo y trabajo. No le gustaba que lo tocaran y tampoco dejaba que muchas personas entraran a su casa. El hombre que se vendió al mundo nunca quiso mostrar su verdadero rostro. n