Realeza
La persecución de Harry y Meghan en Nueva York revive el trágico accidente en que murió Lady Di
La madre del príncipe perdió la vida cuando una caravana de fotógrafos perseguía el auto en que ella iba con Dodi Al-Fayed por el puente de Alma en París. Muchos detalles del caso aún son un misterio.
Harry creció y sigue odiando a los fotógrafos, porque cree que si un grupo de ellos no hubiese perseguido a su mamá como una presa en la Ciudad Luz, aún estaría viva.
En aquel verano de 1997, aprovechando que él y su hermano William estarían con la familia real en el castillo de Balmoral, Diana aceptó la invitación de su novio, el millonario Dodi Al-Fayed, para pasar unos días en París.
Hasta allí, por supuesto, llegaron los paparazis, que no dejaban de acosarla, a pesar de que ya no era miembro de la familia real. Un año antes, ella se había divorciado del hoy rey Carlos, pero seguía despertando en todo el mundo una fascinación que a ella a la vez disfrutaba y detestaba.
En la confusa noche del 31 de agosto, la pareja salió del hotel Ritz, en medio de una serie de triquiñuelas ideadas por su equipo de seguridad para despistar a los fotógrafos. Pero nada los detuvo, pues cualquier imagen de Diana se vendía por millones en esa época.
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En el túnel de Alma se desató una persecución aterradora, pues tanto fotógrafos como el chofer de Diana y la escolta escalaron las cosas a un plano agresivo, de bandos. Todo terminó en una colisión en que murieron Dodi y el conductor del auto. Solo se salvó un escolta.
Diana alcanzó a reaccionar momentos después del accidente. “¿Qué pasó?”, dijo, pero ahí perdió la conciencia y minutos después murió, cuando los médicos trataban de salvarle la vida.
La noticia de su muerte sumió al mundo en el estupor. Ninguna mujer de la realeza había despertado jamás tal fervor mundial y ahora se iba intempestivamente. Por supuesto, no tardaron en aparecer las teorías de conspiración sobre un supuesto asesinato de la Princesa del Pueblo, como la llamó Tony Blair.
El primero en desencadenar las alarmantes versiones fue el padre de Dodi, el magnate Mohamed Al-Fayed, quien de acuerdo con Tom Bower, biógrafo de la realeza, orquestó el romance de su hijo con Diana. Para el egipcio, el príncipe Felipe lo planeó todo con la ayuda del MI6. ¿La razón? Como su exnuera estaba embarazada de Dodi, con quien se casaría, el esposo de la reina no soportaba la idea de que el futuro rey William, su nieto, tuviera un medio hermano y un padrastro musulmanes. Se especuló también que Carlos fue el autor intelectual y hasta que Diana fingió su propia muerte.
Cientos de programas reiterativos han surgido y seguirán surgiendo mientras persistan las sospechas, pero el año pasado, cuando se cumplieron 25 años de la muerte de Diana, la crítica británica elogió el documental Investigating Diana: Death in Paris, del canal Channel 4, una reelaboración del desastre al estilo de las series de crímenes de las plataformas de streaming.
El programa recuerda que la tragedia de Diana aceleró la conversión de internet en una herramienta de la posverdad para especuladores de sillón que pontifican a su arbitrio sobre lo que sucedió. Por eso, sus directores, Will Jessop y Barnaby Peel, resolvieron rescatar entre el enredo a declarantes serios, que en realidad estuvieron en la escena o tomaron parte en las dos investigaciones oficiales que se llevaron a cabo, para un desfile de testimonios impresionantes.
Habla Jacques Langevin, paparazi que estuvo en el puente de Alma y tomó esa conmovedora foto de Diana, quizá la última de ella con vida, en la silla trasera del coche, observando la carrera que este sostuvo con el enjambre de fotógrafos que la perseguían por el viaducto, solo instantes antes de la colisión que la mató. “Yo estaba haciendo mi trabajo”, se defiende Langevin, “no maté a nadie”.
Los fotógrafos, que podían ganar más de un millón de dólares por las imágenes de Diana, fueron los primeros en ser culpados de su muerte, pero la Policía los descartó cuando se supo que el chofer, Henri Paul, iba borracho.
Aparece Martine Monteil, la primera policía en hacerse presente en la escena, quien cuenta: “Fuimos acusados de hacer la investigación más cara del mundo, pero no tuvimos opción”. Desde su arribo, evoca, se obsesionó con hallar las mínimas piezas para esclarecer el accidente. “Vimos signos de frenado, piezas de luces rojas de otro carro a un lado del Mercedes de Diana y Dodi. Incluso encontré algunas pequeñas perlas, que pertenecían a la princesa”.
Por su parte, Frédéric Mailliez, el médico que llegó al lugar del choque a los pocos minutos de ocurrido y fue el último en ver a Lady Di con vida, recuerda que, conduciendo por el viaducto, vio un Mercedes-Benz humeante; se bajó, abrió la puerta y descubrió a sus cuatro ocupantes en pésimas condiciones.
“Una mujer joven estaba sobre sus rodillas en el piso del carro, con la cabeza baja. Tenía dificultad para respirar. Necesitaba asistencia inmediata”. Mailliez se la prestó, llamó a emergencias y solo supo de quién se trataba cuando vio las noticias. “Sé que es extraño (…) Vi que era muy bella, pero mi atención estaba en salvar su vida y confortarla, no tenía tiempo de pensar en su identidad”, declara el doctor. Siempre se sentirá responsable por sus últimos momentos, concluye.
Resultan bien contundentes los aportes de Tony Read, perito forense en colisiones, que tomó parte en la Operación Paget, como se llamó la investigación británica, que analizó 104 alegaciones de conspiración de 2004 a 2008, a un costo de 4,5 millones de libras esterlinas. Asegura que la inspección del Mercedes es la más rigurosa que se le haya hecho a un auto accidentado. Igualmente, se creó un modelo a escala de la escena y se reconstruyó el choque virtualmente. El dictamen fue que el aparato viró a la izquierda y golpeó gravemente uno de los pilares del viaducto.
¿El carro fue arreglado para matar a Diana? El experto contesta que “habría sido casi imposible provocar un choque y garantizar el modo en que el auto impactaría contra el puente”. También refuta otra hipótesis: “Se dijo que los frenos fueron manipulados con fines malévolos, pero no hubo nada malo con ellos. Solo encontramos una falla en uno de los sensores de las pastillas”.
Read recalcó: “Estoy firmemente convencido de que si Diana y Dodi hubieran llevado sus cinturones de seguridad ajustados, habrían sobrevivido”. Esta conclusión se adhiere a lo que determinaron las dos investigaciones: que esa falta de precaución, más el alto grado de alcohol que había consumido el conductor, fueron la causa del funesto desenlace.
No obstante, un cuarto de siglo después, quedan fichas sin encajar que frustran a los investigadores y motivan a los creyentes en que hubo algo más. Testigos, como Sabine Dauzonne, aseguran ver salir del túnel de Alma a un Fiat Uno blanco. La policía Monteil cuenta que, efectivamente, había rastros de pintura de ese tono en el Mercedes, lo que indicaría que los coches rozaron. Sus colegas de la investigación francesa aducen que el chofer de este carro, que no es culpable de nada, podría dar luces acerca de los movimientos del auto de Diana justo antes del incidente. La Metropolitan Police del Reino Unido halló evidencia circunstancial que indica que el conductor sería Le Van Thanh, un guardia de seguridad que tenía 22 años en la fecha del accidente. Sin embargo, él niega haber estado allí.
Otra versión sin resolver y que dejaría abierta la posibilidad de un delito, es la de una moto en el lugar. Otro testigo, Francois Levistre, recuerda que pasó frente al Mercedes, así como un fogonazo de luz, posiblemente de una cámara, que hizo que el carro se estrellara. La Policía no ha podido documentar estos dichos.
También es motivo de suspicacias una carta que Diana escribió diez meses antes de morir, en la cual expresó: “Esta particular fase de mi vida es la más peligrosa. X está planeando un ‘accidente’ en mi carro, (con) falla de frenos y serias heridas en la cabeza, para facilitar que Carlos se case”.
La misiva fue retenida por el mayordomo de Diana, Paul Burrell, y solo la dio a conocer a la Policía en 2002. En el documental de Channel 4, Duncan Larcombe, periodista de realeza y biógrafo del príncipe Harry, afirma en uno de los capítulos que esta nota “implicó un total cambio de juego, otra pieza perdida del rompecabezas. Diana temía ser asesinada, lo que encaja con lo expuesto por Mohamed Al-Fayed y el dato del flash”.
¿Quién era ese X que querría exterminarla? La intriga sigue tan viva como el recuerdo de la princesa del pueblo.