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La salud no espera: el impacto del coronavirus en otras enfermedades
Por miedo a la covid-19, muchos han postergado sus controles, y los especialistas ahora reciben casos más complejos. Advierten que el virus llegó para quedarse y las pesonas deben volver al médico cuanto antes.
María, de 70 años, por el nuevo coronavirus ha postergado durante más de nueve meses sus exámenes de control de diabetes, hipertensión y las visitas al endocrinólogo, cardiólogo y ginecólogo. Por esa razón no sabe cómo va su tensión arterial, no conoce los niveles de colesterol ni si tiene o no el azúcar en regla. “Es como si mi vida estuviera suspendida en materia de salud”, dice. Ella explica que a su edad tiene un riesgo alto de covid severo y eso la ha dejado en una encrucijada: ya no sabe qué es peor, si el coronavirus u otras enfermedades crónicas.
Como ella razonan muchas personas que, con la llegada de la pandemia, han preferido postergar sus citas de control de tratamiento o de diagnóstico de enfermedades como el cáncer, problemas coronarios y otros males crónicos. Es un fenómeno que se registra no solo en Colombia sino en el mundo, y que tiene preocupados a los expertos en salud. Los médicos lo observan a diario porque sus consultas se han reducido a la mitad.
Aunque la apertura de la economía permitió la reanudación de la vida y la gente ha vuelto a los controles médicos, el flujo de pacientes no es como antes. “En urgencias, en la clínica Reina Sofía de Bogotá, teníamos en promedio 6.000 pacientes, y ahora son solo 3.500”, dice el médico Joaquín Luna. Él en su consultorio ha visto cómo sus pacientes se han esfumado; antes veía 20 en una tarde y hoy solo aparecen seis o siete.
La postergación de las citas y otros obstáculos para acceder a tratamientos han sido documentados en muchos sondeos. El Observatorio Pulso del Consumidor de Sinnetic reveló que, al principio de la pandemia, cerca del 71 por ciento de los encuestados aplazaron sus citas o procedimientos médicos. El 62 por ciento reportó haber aplazado citas de medicina general; el 41 por ciento, con especialistas; y el 20 por ciento pospuso inmunizaciones o vacunas.
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Además, el informe muestra que 41 por ciento ha dejado de hacerse los exámenes de laboratorio de rigor, lo que implica una desaceleración en el diagnóstico de enfermedades. Esto resulta preocupante, ya que, como dice Vivian Lee, pediatra y directora médica de Bayer, hay pacientes nuevos no diagnosticados y “lo que va a pasar es que en unos años vamos a ver que necesitarán tratamientos en estadios más avanzados”.
Esto es especialmente cierto con el cáncer. Las cifras del Instituto Nacional de Cancerología (INC) registran que desde marzo de 2020 ya viene cayendo de manera significativa el número de pacientes oncológicos. No es que este mal haya desaparecido, sino que desde la cuarentena la gente no va a las citas, lo que implica menos nuevos casos. Esto explica la caída del 52 por ciento de estos enfermos, pues se pasó de 9.708 pacientes a 4.688. Para junio bajó la atención en 37 por ciento.
Casi todas las enfermedades se han afectado. Están las de la piel, por ejemplo, y en especial la psoriasis, ya que su tratamiento incluye inmunosupresores que pueden implicar un mayor riesgo de tener covid severo; pero al mismo tiempo estos enfermos deben seguir con los medicamentos. Solo es posible detenerlos con la supervisión de un médico, pero la gente no consulta. También están las enfermedades huérfanas y las crónicas no transmisibles (ENT).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de 163 países encuestados en el mundo, 122 reportaron interrupciones parciales o totales en los servicios de atención dirigidos a este tipo de enfermedades, entre ellos el control de la hipertensión, la diabetes y el tratamiento del cáncer. De esta manera, la covid-19 ha afectado a estos pacientes por punta y punta, aumentando la mortalidad general. Aunque los enfermos por ley deben recibir atención integral, un gran porcentaje de ellos se ha visto afectado por la emergencia debido a retrasos en la entrega de medicamentos y la falta de oportunidad en la asignación de citas médicas.
En el caso de personas con enfermedades huérfanas que no tienen un trabajo fijo, la pandemia las ha dejado sin ingresos, lo que retrasa el pago de sus obligaciones con el sistema de salud. Ante la falta de cubrimiento, algunos no han podido reclamar sus medicamentos ni ir a controles. Esto es un problema mayor, pues estas patologías, que son costosas, ya presentaban obstáculos para acceder al sistema y tenían una ruta de atención poco clara.
Ahora la situación es más complicada. Felicia Knaul, economista experta en salud, dice que en los países de América Latina la detección tardía ya era un inconveniente, ya que la tercera parte de los pacientes llega a su tratamiento cuando el tumor está en fase tres y cuatro. A esas fallas estructurales ahora se le suma el miedo y otros obstáculos. “Es una carga adicional que se viene encima a los problemas que ya teníamos”.
La OMS también encontró que 53 por ciento de los 155 países encuestados ha interrumpido parcial o totalmente los servicios de tratamiento de la hipertensión; 49 por ciento, de la diabetes y las complicaciones relacionadas con dicha enfermedad; 42 por ciento, del tratamiento del cáncer; y 31 por ciento, de emergencias cardiovasculares. Además, en 94 por ciento de las naciones el personal de salud que trabaja en el área de las enfermedades crónicas no transmisibles (ENT), las que más mortalidad generan en el mundo, fue reasignado parcial o totalmente a apoyar a la covid-19.
Así, el coronavirus ha causado un impacto en la práctica médica por partida doble. Por un lado, la emergencia ha llevado a que muchos de ellos tengan que prepararse para atender a los pacientes en los hospitales y, en un acto de heroísmo, arriesguen su vida para salvar la de otros. De hecho, han muerto más de 900 médicos y enfermeras en el planeta durante esta pandemia. Pero también ha provocado que muchos médicos especialistas que no están en el frente de batalla pasen las duras y las maduras por falta de ingresos, pues no trabajan a sueldo sino que dependen de sus consultas para subsistir. Aunque más grave todavía es tal vez lo que este fenómeno implica para la salud de todos aquellos que hoy quieren mantenerse alejados de los hospitales.
La hipertensión no duele; la diabetes tampoco, y una persona a simple vista no puede saber si su presión sanguínea o sus niveles de colesterol son óptimos. De esta manera, puede parecer más sano no salir de casa y evitar la covid que seguir con el control de estas enfermedades. No obstante, eso podría estar creando silenciosamente un problema mayor, pues una hipertensión no tratada que provoca daño renal o un infarto tiene tanto riesgo de muerte como el coronavirus. Según los expertos, hoy algunas ucis están llenas, pero más de la mitad son por complicaciones no covid: una hernia que se postergó y ahora es una cirugía compleja; un infarto que fue atendido tarde o una cirugía electiva que no pudo esperar más.
Es cierto que con la pandemia muchos procesos tecnológicos se han desarrollado rápidamente, y la telemedicina no es la excepción. Las consultas virtuales, una solución que antes se creía imposible, han sido un alivio; sin embargo, aún necesitan más desarrollo para que puedan ser virtuales, pues hoy carecen de las herramientas para medir la presión, auscultar al paciente y escuchar su pulmón y corazón. Además, tienen límites, ya que muchos exámenes de diagnóstico solo pueden hacerse de manera presencial.
Los médicos están invitando a la gente a volver a sus consultorios y a los servicios de diagnóstico que hoy cuentan con todas las medidas de bioseguridad para reducir el riesgo de contagio de covid. En este momento, cuando se conoce más sobre este patógeno, es absurdo no ir al médico por miedo al coronavirus, pues, como dice Luna, “estarían corriendo riesgos más graves”. El mensaje es sencillo. La covid no se irá pronto, y la gente no puede esperar a enfermarse para ir al médico. n