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LA TIERRA PROMETIDA

A pesar de la violencia que se vive en el país son muchos los extranjeros que han encontrado en Colombia el paraíso.

23 de noviembre de 1998

Si en estos momentos se les preguntara a los colombianos si están dispuestos a radicarse en el exterior el número de interesados en salir del país podría ser sorprendente. La situación está tan grave que incluso hay quienes han llegado a renegar de haber nacido en esta tierra olvidada de la mano de Dios. Mientras muchos nativos han optado por tirar la toalla y buscar un porvenir en otras latitudes, más de un extranjero radicado en Colombia está dispuesto a luchar hasta el final por la tierra que les brindó abrigo. Aunque según cifras del DAS el número de extranjeros residentes apenas llega a los 21.561, esta proporción es bastante considerable si se tiene en cuenta que un alto porcentaje de ellos no abandonaría este país por nada del mundo, a pesar de que sus actividades no los han convertido en millonarios y en la mayoría de los casos tienen que ver más con su espíritu aventurero que con los deseos de superación material.
SEMANA contactó a seis de estos personajes y tras una larga entrevista pudo comprobar que para algunos extranjeros, Colombia es el paraíso.


Manolo Madueño
Chef - Español
Si la cocina es un arte, Manolo Madueño es un maestro. Por lo menos eso es lo que piensan ministros, alcaldes, actores, empresarios y personas del común que se han dejado tentar por los manjares que este chef prepara en su acogedor restaurante de Villa de Leiva.
Extravagante, alocado y soñador, Manolo llegó a Colombia en 1991 con el fin de prestar una asesoría a la conocida discoteca cartagenera La Escollera. Pero su espíritu latino pudo más que su educación europea y en cuestión de meses ya caminaba por las calles como un colombiano más. "Siento como si hubiera nacido aquí. Tanto que me duele cada vez que matan a alguien".
Convencido del potencial criollo, este chef español sorprende a más de uno con sus comentarios y se considera más optimista que los mismos colombianos en cuanto al potencial del país. "Todos se maravillan por lo extranjero sin darse cuenta de que no siempre lo de afuera es mejor".


Joachim Herzberg
Vinicultor - Alemán
"Los colombianos tienen un nacionalismo ambivalente. Quieren a su país pero prefieren comprar cosas importadas", asegura Joachim Herzberg, un alemán que desde hace varios años tiene un viñedo en Villa de Leiva. Detrás de sus hoscas palabras se esconde cierto toque de inconformismo. Y no es para menos. Ha sufrido en carne propia el rechazo que los colombianos le profesan a los productos nacionales. Para tratar de poner fin a esta situación Joachim ha recorrido varios pueblos de Boyacá con el propósito de recalcarle a los trabajadores y comerciantes la importancia del campo colombiano. Una tarea de semejante dimensión sólo la lleva a cabo un inquieto teutón como él, que es capaz de renunciar a las comodidades de Berlín por los problemas agrícolas de la sabana cundiboyacense.Mientras sus sueños se cristalizan sus planes se centran en el viñedo y en el turismo ecológico que promueve desde las cabañas que alquila en su finca autosuficiente.


Edward Li
Médico - Ruso
Cuando el ruso Edward Li decidió radicarse en Colombia lo único que conocía de esta tierra era su fama de narcodemocracia. Sin embargo esa imagen no logró amedrentarlo. Estaba convencido de que su estancia aquí era una buena oportunidad para reforzar sus conocimientos en siquiatría y medicina oriental. Alentado por este ideal, en 1996 instaló su propio consultorio y desde allí se dio a la tarea de brindar ayuda médica y asesoría espiritual a los más necesitados. Gracias a este contacto pudo descubrir la otra cara de los colombianos. "Cuando me vine, mis amigos me pidieron que dejara listo el testamento porque aquí mataban a mucha gente. Ahora me he dado cuenta de que no todos son narcotraficantes".
A pesar de su buena experiencia, Edward mantiene una posición crítica frente a la violencia social que se vive. "Aquí a las personas les gusta surgir en la vida saltándose etapas. No tienen paciencia para hacer las cosas paso a paso y por eso sus relaciones sociales son un caos".


Bunshiro Takemoto
Ecologista - Japonés
A Bunshiro Takemoto su trabajo como contador en Tokio le parecía abrumador. Su pasaporte al paraíso llegó en 1975 cuando un amigo le habló de los llanos colombianos. Emocionado por la magia de esta región, Bunshiro le dijo adiós al imperio del sol y en compañía de su familia tomó el primer avión hacia Colombia. En Villavicencio se puso en contacto con varios hacendados y en cuestión de meses ya tenía su propia finca. Desafortunadamente su esposa y su hija no comprendieron este amor por el campo y en 1985 regresaron al Japón. Empeñado en salir adelante, Bunshiro creó la Fundación Yamato, una reserva natural que presta protección a varias especies en vía de extinción. Allí cría manatíes, peces, tigrillos, aves y caimanes del Orinoco. La violencia tocó a su puerta en 1992 cuando el ELN lo mantuvo secuestrado durante dos meses. La amarga experiencia no lo desalentó y hoy continúa trabajando. "Yo soy un llanero chiviado. Si los inteligentes son los que se van pues yo soy bruto porque creo que las cosas van a cambiar".



Thomas Defler
Biólogo - Estadounidense
La selva es una droga que embruja y seduce a los investigadores. De eso puede dar fe Thomas Defler, un biólogo experto en primates que hace 20 años cambió la comodidad de su laboratorio en Estados Unidos por la inclemente selva colombiana. Desde entonces su vida y la de su esposa Sara ha girado en torno de la estación biológica Caparu, el centro de investigación que fundaron hace 15 años en la selva del Vaupés. Sin embargo hace cuatro meses la guerrilla invadió Caparu, les quemó los archivos y los condenó al destierro por el simple hecho de ser norteamericanos. A pesar de este contratiempo, Thomas no pierde las esperanzas y mientras aguarda que su situación laboral se defina asegura que hoy más que nunca sus razones para quedarse en Colombia son más poderosas. "Aunque es triste andar con preocupación este es mi hogar y no puedo vivir en otro lado. Me duele mucho dejar la selva. Es lo más importante de mi vida".


Guy Xhonneux
Horticultor - Belga
En 1975 el pasaje más barato en Bélgica para viajar a Latinoamérica era el que llevaba a Colombia. Por eso Guy Xhonneux no tuvo más remedio que seguir el consejo de sus colegas horticultores y apostarle todas sus esperanzas a ese extraño país de Suramérica.
Para fortuna suya la elección fue acertada. Tres años en el Jardín Botánico fueron suficientes para que Guy se dejara deslumbrar por la riqueza de los recursos naturales y decidiera labrarse una vida en el campo colombiano. Ilusionado por una vida bucólica, comenzó a cultivar plantas y con las primeras ganancias compró una parcela en los alrededores de Cachipay.
A pesar de que su negocio de horticultura iba viento en popa su felicidad no era completa. Aún le hacía falta hacer realidad su sueño de infancia: tener un cultivo de cactus. La gran oportunidad se dio en 1983 cuando adquirió los primeros especímenes y comenzó una modesta producción de 300 ejemplares. Los frutos no tardaron en darse y actualmente este ingenioso belga se da el lujo de cultivar alrededor de 1.800 cactus.
Para él la razón de su éxito radica en esta mágica tierra en la que todo germina. "Hay países menos privilegiados que hacen todo lo posible por conservar lo poco que tienen. Aquí hay una riqueza increíble y la gente no se preocupa por cuidarla. Ni siquiera se interesan por preparar académicamente a la gente".