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Los amores de Carlos Fernando Galán y el papel que han jugado en su carrera política
El nuevo alcalde de los bogotanos, Carlos Fernando Galán, cuenta su historia de amor en SEMANA y cómo su familia ha sido su gran baluarte para construir su carrera política.
Todo comenzó con una entrevista. Era diciembre de 2007 y Carolina Deik trabajaba para Politizarte, una revista de la Universidad Javeriana, donde cursaba sus últimos semestres de Derecho. La futura abogada venía realizando una serie de entrevistas con líderes políticos, como Carlos Gaviria, Samuel Moreno y Enrique Peñalosa, y en ese camino se había propuesto llegar hasta el expresidente Álvaro Uribe, pero una semana antes del cierre de la publicación el encuentro se canceló.
Alguien entonces le comentó que conocía a un concejal recién electo, que había logrado la votación más alta en la historia de Bogotá. Podría funcionar como personaje, le dijeron. Era Carlos Fernando Galán, un joven de 30 años que daba sus primeros pasos en la política.
La entrevista con Galán se cumplió en casa de su madre, Gloria Pachón. El novel concejal había olvidado la entrevista, pero al final ambos dialogaron largamente sobre los destinos de la ciudad y los retos que enfrentaba como concejal. “Creo que esa entrevista fue un desastre, no fui capaz de aterrizar nada porque quedé embobado desde el principio con Carolina”.
Así lo recuerda el propio Galán en SEMANA, en medio de una sonrisa tierna y cómplice. En su caso, fue un flechazo inmediato. Quedó deslumbrado con la belleza de la abogada barranquillera y también con su notable inteligencia.
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El mismo amigo en común que los había puesto en contacto hizo las veces de ‘celestino’ y al día siguiente armó plan para salir a jugar bolos, una idea que sorprendió a Carolina en ese entonces, pero al que accedió, movida por la curiosidad.
Como era diciembre, Carolina planeaba viajar a su ciudad natal para pasar unos días con sus papás. Y enterado del asunto, Carlos Fernando se inventó un viaje por tierra a Cartagena para tener la excusa de pasar por la Arenosa. Pero la entonces estudiante de Derecho terminó pasando unos días en la Heroica. En ese romántico escenario se dieron el primer beso. Poco después, formalizaron su relación. Era la mujer perfecta, pensó Carlos Fernando. No pasó mucho tiempo antes de que les confesara a sus amigos que un día se casaría con ella.
Y lo logró. Sucedió en julio de 2011, en una boda que se celebró en la iglesia Inmaculada de la capital del Atlántico y que terminó en el Gran Salón del Country Club, a la que asistieron varias de las más reconocidas figuras políticas del país.
Galán reconoce que para conquistar a Carolina fue necesario dejar de lado la timidez que lo habita desde niño y enfrentarse al desparpajo y sinceridad de una mujer caribe. La misma timidez que lo acosó cuando llegó a Francia a terminar su bachillerato tras la muerte de su padre, Luis Carlos Galán, en 1989. “No hablaba nada de francés y me costó acercarme a las mujeres. Me demoré un poco en poder tener una novia”, confiesa Galán. Pero ese amor completa ya más de una década y lo disfrutan junto a sus hijos Julieta, de 10 años, y Juan Pablo, de 4.
“No he conocido a nadie tan inteligente como ella. Es mucho más inteligente que yo; todo en Carolina me fascina”, asegura Galán, hoy de 46 años, quien confiesa que sigue tan enamorado de su esposa como en el primer día.
Y Carolina es una mujer brillante. Cuenta con una especialización en Derecho Administrativo de la Javeriana y una maestría en Derecho de la Universidad de Harvard. Además, es doctora en Derecho de la Universidad de París y de la Universidad Externado de Colombia. Se ha desempeñado además como profesora de las universidades Javeriana, Andes, Santo Tomás y Externado, y es autora de varios libros académicos.
Una profesional que combina su labor como madre con un exigente cargo en la empresa de abogados que ella misma fundó, Deik Acosta-Madiedo Abogados, firma que nació hace más de tres años, especializada en litigio, asesoría y consultoría en derecho público y privado.
El amor y la política
El de los dos ha sido un amor que se ha puesto a prueba con la vida política de Galán, quien después de ser concejal se hizo congresista y en el camino también buscó en tres ocasiones llegar al Palacio de Liévano para dirigir los destinos de la ciudad. Además de apostar con una lista al Senado por el Nuevo Liberalismo, año y medio atrás, y con la que las cosas no salieron como él esperaba. Solo quedaron la derrota y muchas deudas.
“Intentémoslo una última vez”, le dijo Galán a su familia. Carolina se puso de nuevo la camiseta y volanteó cuando hizo falta. Organizó cocteles para recoger fondos cuando fue necesario. También aconsejó y opinó.
Y, al fin, en la tercera de esas búsquedas políticas, en octubre del año pasado, Carlos Fernando Galán pudo convertirse en el nuevo alcalde de los bogotanos con cerca de un millón y medio de votos. La motivación para levantarse ante cada fracaso, confiesa Galán sin titubeos, fue el amor que siente por su esposa.
Claudia describe a Carlos Fernando como un hombre “sereno” y un “papá amoroso”, que ha hecho de la política una forma de vida y a quien lo mueve el anhelo genuino de servir a la ciudadanía desde el sector público. “Ese siempre ha sido su sueño, y aunque no ha sido un camino de rosas, he estado dispuesta a acompañarlo, que la familia lo rodee y estemos los cuatro juntos”, dice Carolina.
El nuevo alcalde de los bogotanos lo reconoce. Dice que prefiere ser un papá consentidor, más que un papá de reglas. Y agradece que, por fortuna, Julieta y Juan Pablo heredaron la vena costeña de la mamá, “por lo que ellos no luchan con un problema que siempre he tenido. Y es que soy tímido; mi papá me lo recordaba todo el tiempo porque a él le pasaba lo mismo. Hay que luchar contra eso, me decía. Pero mis hijos son espontáneos, divertidos, no les da pena nada”.
Penoso o no, Carlos Fernando está desde este primero de enero liderando una nueva historia para los bogotanos. Y sabe que en ese camino seguirá contando con la amorosa complicidad de Carolina Deik, quien no espera tener mayor protagonismo como ‘primera dama’. No es su talante, dice. “Espero que ella pueda seguir trabajando en lo que hace. Tiene una proyección profesional y personal extraordinaria. Y que al tiempo pueda seguirme ayudando en algo en lo que es realmente muy buena: organizar mi mente para que pueda tomar las mejores decisiones”.