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Esta es la historia real detrás de 'Así nos ven', la serie más vista de Netflix este año

El caso real se conoce como el de 'Los cinco del Central Park', y fue una de las grandes injusticias judiciales en la historia estadounidense: cuatro adolescentes afroamericanos y uno latino que pasaron una década en la cárcel por un crimen que no cometieron.

7 de julio de 2019
La fiscalía de Nueva York fabricó las pruebas para inculpar a Kevin Richardson, Korey Wise, Raymond Santana, Yusef Salaam y Antron McCray de una violación que estremeció la ciudad a mediados de 1989. Cuando la verdad salió a la luz, en 2002, se convirtieron en un símbolo del racismo en el sistema judicial. | Foto: foto: getty images

Todo empezó con una trágica coincidencia. El 19 de abril de 1989, la misma noche en que un grupo de 30 jóvenes afroamericanos recorrió el Central Park de Nueva York, causando alboroto y molestando a varios transeúntes, Trisha Meili, una mujer de 28 años que había salido a correr por el parque, apareció inconsciente, golpeada y abusada. Cuando la encontraron, se debatía entre la vida y la muerte, y pronto entró en coma.

Era una época difícil en Nueva York; el crimen asolaba la ciudad y las tasas de homicidios y asaltos estaban disparadas. Lo ocurrido con Meili fue la gota que rebosó la copa. Los neoyorquinos, indignados, empezaron a pedirles a las autoridades que hicieran justicia. Y presionada, Linda Fairstein, la fiscal especializada en violencia contra la mujer a cargo de la investigación, se obsesionó con una idea: los jóvenes que causaron problemas esa noche eran los mismos detrás de la violación.

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Los detectives e investigadores a su cargo se pusieron manos a la obra y unos días después ya tenían confesiones grabadas en video que delataban a cinco adolescentes, que para entonces tenían entre 14 y 16 años: Korey Wise, Antron McCray, Yusef Salaam, Kevin Richardson y Raymond Santana. Cuatro de ellos afroamericanos y el otro, latino.

Los interrogaron sin contar con abogados y, en algunos casos, ni siquiera con sus familiares. Luego los presionaron para que se inculparan unos a otros.

Pero lo que parecía un caso sólido, lleno de pruebas irrefutables, pronto se convirtió en una de las más grandes injusticias de la historia estadounidense.

Los muchachos, que desde entonces son conocidos como ‘Los cinco de Central Park’, no solo habían sido presionados por los policías para confesar el crimen, luego de interrogatorios en los que no les permitieron contar con abogados y, en algunos casos, ni siquiera con sus acudientes, sino que además, el ADN de ninguno de ellos cuadraba con el semen encontrado en la víctima.

La fiscal especializada en violencia contra la mujer, Linda Fairstein, fue quien más apoyó la tesis de que los jóvenes habían abusado de la mujer en grupo, a pesar de que no tenía pruebas y de que los testimonios, conseguidos a punta de presión psicológica, no cuadraban.

A pesar de eso, y aunque en la versión de la fiscalía había muchas inconsistencias, los declararon culpables y pasaron casi una década en la cárcel.

La historia de un engaño

El caso, uno de los más mediáticos de finales de los años ochenta, revivió gracias a Netflix, que el pasado 31 de mayo estrenó Así nos ven, una miniserie basada en las vivencias de los acusados. Su impacto ha sido tan grande que la plataforma de streaming reveló que en un mes la habían visto 23 millones de personas en el mundo.

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Y es que la historia detrás de la ficción es bastante truculenta, y muestra el racismo y el clasismo en el sistema judicial norteamericano. El día de los incidentes la policía detuvo a unos 15 adolescentes por los estragos en el parque.

Algunos de ellos habían empujado y golpeado a personas que pasaban por el lugar, pero otros simplemente estaban curioseando o se habían unido al grupo sin participar en los desmanes. Entre esos primeros capturados solo estaban dos de los cinco jóvenes que luego fueron acusados de la violación: Richardson y Santana.

Sin embargo, después de hablar con los chicos, los investigadores construyeron un listado con los nombres de los muchachos que habían estado ese día en el parque y los capturaron a todos, incluyendo a McCray y Salaam. El caso más llamativo fue el de Korey Wise, quien nunca estuvo en el parque, pero se fue con la policía para acompañar a un amigo.

Lo paradójico es que hasta ese momento, y exceptuando a Wise y a Salaam que eran amigos, los jóvenes no se conocían entre ellos.

Una vez en la estación, los detectives comenzaron a sacarles declaraciones sin respetar los procedimientos legales y se decantaron por inculpar a los cinco jóvenes que vieron más débiles. Aunque casi todos eran menores de edad, y uno de ellos incluso tenía 14 años, los interrogaron sin la presencia de familiares ni abogados, y los tuvieron siete horas sin comer ni dormir.

En algunos casos usaron la violencia física o los amenazaron con pruebas que no existían. Al final, los convencieron de inculparse unos a otros, con la promesa de que así saldrían libres al otro día. Lo paradójico es que hasta ese momento, y exceptuando a Wise y a Salaam que eran amigos, los jóvenes no se conocían entre ellos.

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Desde el inicio la fiscal Fairstein y su colega, Elizabeth Lederer, se dieron cuenta de que las declaraciones se contradecían unas a otras y de que no tenían más pruebas concretas. Aun así continuaron con el proceso y construyeron una versión de los hechos que cuadraba con los testimonios.

La serie ha sido visto por 23 millones de personas en solo un mes. En Estados Unidos es la más vista del año. 

Un año después y cuando comenzaron los juicios, quedó claro que no había evidencia física que conectara a los acusados con el crimen, por lo que la fiscalía se apoyó totalmente en las confesiones. Ellos, sin embargo, se echaron para atrás y denunciaron que fueron presionados psicológicamente para conseguirlas.

Para entonces, el caso levantaba mucha ampolla en Estados Unidos. Aunque Meili había sobrevivido y se recuperaba del trauma, la gente quería justicia y los muchachos eran el chivo expiatorio.

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Por eso, a pesar de que varios medios, como The New York Times, ya habían alertado acerca de cosas que no cuadraban en el caso, como el hecho de que ninguno de los acusados tenía antecedentes criminales, la mayoría creía que eran culpables y pedían justicia. El propio Donald Trump, entonces un inversionista de bienes raíces, pagó un aviso a página completa en varios periódicos de la ciudad pidiendo el regreso de la pena de muerte.

La víctima de la violación, Trisha Meili, sobrevivió, y hoy da charlas motivacionales. En esa época, Donald Trump, entonces empresario, pagó un aviso en los periódicos locales pidiendo el regreso de la pena de muerte. 

Ese ambiente influyó en la decisión del jurado, que finalmente los declaró culpables. Salaam, McCray, Santana y Richardson, por tener menos de 16 años, fueron condenados a diez años de prisión, aunque la primera parte de la sentencia la pasaron en centros de reclusión de menores. Wise, tratado como un adulto, fue condenado a 15 años y terminó en una cárcel común.

Cuando el caso ya había sido olvidado, a mediados de 2002, la justicia llegó de manos del verdadero culpable.

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Matías Reyes, quien estaba en prisión acusado de otra violación, y que había visto un par de veces a Wise, no pudo más con la culpa y confesó que él había atacado y violado, en solitario, a Trisha Meili. Dio detalles de la escena del crimen que solo conocían los investigadores y su ADN coincidió plenamente con el semen encontrado en la víctima.

Los cinco jóvenes (cercanos a sus 30 años) fueron exonerados y se convirtieron en un símbolo del racismo y de la injusticia. Unos años después recibieron una indemnización de 41 millones de dólares. Hoy están casados, tienen hijos y aparecen de vez en cuando en eventos y mítines.

Y aunque muchos dicen que así se hizo justicia, ellos creen que nunca nadie podrá pagarles el tiempo que perdieron encerrados en una cárcel solo por ser negros y estar en el lugar equivocado.