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¿El silencio del Papa Pío XII durante holocausto fue justificado?

Alexander Trujillo Jaramillo
8 de mayo de 2000
| Foto: Wilhelm Brasse

Quiero hacer referencia al artículo publicado en su edición #933, titulado ‘De todo corazón’, en el cual se afirma con total seguridad y sin citar ningún tipo de fuente histórica “los pecados y equivocaciones de la Iglesia”.

Con respecto a la supuesta indiferencia del papado de Pío XII ante el holocausto de los judíos, en un artículo publicado en Zenit (Agencia de información de Roma www.zenit.org), el jesuita y reconocido historiador Peter Gumpel, responde una por una a las acusaciones que lanza el libro del periodista británico John Cornwell, El Papa de Hitler, que apareció al final del año pasado en Estados Unidos. Por ejemplo, llama la atención que no se mencionan las múltiples y duras condenas que el Papa Pío XII hizo al nazismo en Lourdes, Lisieux, París y Budapest, incluso antes de ser elegido como Sumo Pontífice. Repetidas veces, en sus discursos, Pío XII denunció el tratamiento injusto sufrido por los países ocupados durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, los obispos polacos, a excepción de los que huyeron de Polonia y vivieron en seguridad en el extranjero, como el cardenal Hlond y el obispo Radonski, imploraron al Papa que no hiciera estas protestas porque no acarreaban nada bueno: lo único que hacían era agravar la situación de opresión y persecución.

Caso clásico y a menudo mencionado es el de los mensajes enviados por Pío XII, a través del capellán de un tren de ayuda de Malta, al arzobispo Sapieha (Cracovia). Cuando éste leyó el mensaje, lo arrojó al fuego, diciendo que si una copia de ese documento caía en manos de la Gestapo, asesinarían a todos los sacerdotes polacos. De hecho, miles de sacerdotes polacos y de otras nacionalidades fueron asesinados por los nazis, tal y como pone de manifiesto el profesor Ulrich von Hehl (ahora en su tercera edición): Priester unter Hitlers Terror (Sacerdotes en Alemania bajo el terror de Hitler).

Durante la Segunda Guerra Mundial, y hasta cinco años después de su muerte —9 de octubre de 1958—, Pío XII fue muy elogiado por toda clase de organizaciones judías, grandes rabinos de varios países, especialmente de Estados Unidos (véase artículo en The Tablet y el artículo ‘En defensa de Pío XII’ en Newsweek).

El debate sobre si una protesta ardiente contra los crímenes perpetrados contra los judíos hubiera tenido efecto continuará con toda probabilidad, debido al prejuicio y parcialidad de autores que quieren denigrar de la Iglesia Católica.

A juicio del historiador, una protesta pública no hubiera salvado la vida de un solo judío. Sólo hubiera agravado la persecución de judíos y católicos. Por otra parte, hubiera impedido o hecho prácticamente imposible la difundida acción silenciosa para ayudar a judíos en todo lo posible. Es bien conocido que ninguna organización ha salvado tantos judíos como la Iglesia Católica, y esto por orden oficial de Pío XII. El sabía muy bien, y está documentado que este ‘silencio’ —que en realidad no fue silencio para aquellos que realmente querían oír y comprender—, podría serle reprochado un buen día.

Pero no estaba preocupado por su reputación, quería salvar la vida de judíos —la única decisión justa—, que sin duda exigía sabiduría y muchísimo coraje.