Mackenzie y Jeff Bezos se divorciaron a comienzos de 2019. Por esa separación ella se convirtió en la segunda mujer más rica del mundo. Pero quiere despojarse de ese dinero por medio de donaciones.

filantropía

Mackenzie Scott dona su fortuna a los más necesitados

La exesposa de Jeff Bezos, es la segunda mujer más rica del mundo y tal vez la más generosa.

9 de enero de 2021

Pocas personas han sufrido una humillación pública como la de Mackenzie Scott. En 2019, cuando su multimillonario esposo Jeff Bezos escalaba a la cima de los hombres más ricos, el mundo enteró conoció con lujo de detalles el romance clandestino que él sostenía desde ocho meses atrás con Lauren Sánchez, una exuberante presentadora de televisión de quien el magnate estaba profundamente enamorado. Poco después del escándalo, Scott y Bezos anunciaron el fin de una relación de más de 25 años y de la cual hubo cuatro hijos. Los detalles del divorcio fueron de interés mundial por tratarse de un miembro del exclusivo club de billonarios del mundo, y por lo tanto estaba en juego una de las fortunas más grandes del mundo. En su momento, incluso la prensa calificó el divorcio como los cuernos más caros de la historia.

Todo el mundo esperaba que Mackenzie se quedara con el 50 por ciento, ya que la pareja, que se había casado cuando Amazon apenas era una pequeña startup tecnológica, no había firmado capitulaciones, y eso le aseguraba a Mackenzie al menos la mitad de la fortuna de su marido. Ella, una escritora y activista poco dada a los excesos, sorpresivamente optó por quedarse con apenas el 25 por ciento de los bienes. Eso correspondió en aquella época a 38.000 millones de dólares. Pero desde ese momento las cifras de Amazon no han hecho más que subir, especialmente durante la pandemia, por lo que esa suma inicial que Bezos le dio a su exmujer hoy se calcula en aproximadamente 60.000 millones de dólares. Así, la esposa rechazada se convirtió en la segunda mujer más rica del mundo después de Françoise Bettencourt, heredera del emporio de L’Oréal.

La noticia ahora es que la mujer humillada resultó ser más generosa que su marido. En los últimos cuatro meses, Mackenzie ha donado 4.000 millones de lo que le correspondió por el divorcio y planea hacer más donaciones a causas nobles con las cuales se siente identificada. Como lo manifestó hace poco, “tengo una suma desproporcionada de dinero para compartir y lo haré hasta que la caja esté vacía”.

Mackenzie es consciente de que la pandemia ha incrementado la brecha entre ricos y pobres. Solo su fortuna aumentó 40 por ciento en 2020 y por ese motivo donó en julio 1.700 millones de dólares a 116 obras de caridad. Meses más tarde decidió acelerar el proceso y entregó 4.200 millones de dólares más a otras 384 organizaciones. En total fueron seis millones de dólares, con lo cual terminó haciendo la donación individual más grande en la historia en un mismo año.

Entre los receptores de sus generosas donaciones están bancos de comida, fundaciones que alivian a afectados en desastres, universidades para personas de color, proyectos de vivienda y grupos que luchan por los derechos de la mujer y por mitigar el cambio climático. Está inclinada por ayudar a líderes de las minorías y a personas LGBTI cuyos problemas se han profundizado durante la pandemia. Según ella, la mejor filantropía es dar dinero, pero también poder.

Mackenzie Scott se convirtió en multimillonaria tras divorciarse del fundador de Amazon, Jeff Bezos. Foto: Getty Images-BBC
Mackenzie Scott se convirtió en multimillonaria tras divorciarse del fundador de Amazon, Jeff Bezos. Foto: Getty Images-BBC | Foto: Getty Images BBC

Algunos han visto esta movida como una jugada de venganza de Mackenzie hacia su ex, pues en últimas es la plata suya la que está llegando a todo tipo de fundaciones benéficas. Además, en el sito web de Mackenzie Foundation se puede leer que el objetivo es trabajar para construir una sociedad mejor por medio de “familias estables”. Muchos creen que esa última frase es un dardo con veneno para Bezos ante su decisión de acabar su matrimonio de 25 años. Pero para otros este no ha sido un acto impulsivo ni mucho menos vengativo, pues Mackenzie ha tenido siempre una relación poco obsesiva con el dinero. Desde que estaba casada con el magnate vivía una vida considerada normal para el tamaño de su fortuna: llevaba a sus hijos al colegio, no se vestía con ropa de marca y nunca quiso hacer alarde de su apellido de casada. El Bezos se lo cambió antes del divorcio por Scott, su segundo nombre, aunque su apellido de pila es Tuttle. Y justo antes de la pandemia, Scott firmó el llamado Compromiso de Dar, una iniciativa creada por Bill Gates y Warren Buffett hace una década para estimular a los millonarios a regalar al menos 50 por ciento de sus fortunas en vida o en su testamento a fundaciones sin ánimo de lucro.

Jeff Bezos es el único entre los cinco más ricos que no se ha unido a esta idea. Precisamente, toda esa generosidad de Mackenzie ha hecho resaltar la tacañería y falta de altruismo de su exesposo, cuya fortuna asciende a 190.000 millones de dólares, un rasgo de Bezos ampliamente conocido y criticado. Mientras Bill Gates y otros millonarios tienen fundaciones para apoyar causas humanitarias, él ha mostrado ser poco dado a la filantropía. Por ahora se ha visto más interesado en invertir en los viajes espaciales que en los problemas que agobian a miles en su propio planeta. Además, con su nueva pareja, Bezos hoy parece estar viviendo una segunda adolescencia en la que predominan las compras excesivas (como una mansión de más de 160 millones de dólares), viajes por el mundo y fiestas con celebridades. Mientras él se divierte, dicen sus críticos, sus empleados pasan las duras y las maduras en turnos largos y sin recesos y en algunos casos con salarios muy bajos.

Según el periódico The Times, en las fiestas de diciembre solo les entregó un cupón de 10 dólares para reclamar un pavo navideño. Aunque existe la Fundación Bezos, que dirigen sus padres, lo cierto es que esta funciona con el dinero de las acciones que ellos tienen en Amazon, pero en la cual Bezos directamente no ha invertido un céntimo.

En su natal Seattle lo critican porque nunca asiste a eventos filantrópicos y, aunque encabeza la lista de los más ricos, su nombre no se registra en la de los 50 primeros filántropos de Estados Unidos. Se le conocen apenas aportes de 15 millones a la Universidad de Princeton, su alma mater, y 10 millones a un grupo dedicado a promover que los veteranos de la guerra sean elegidos en el Congreso. También dio un millón de dólares a una asociación para la libertad de prensa. Y aunque se metió la mano al dril durante la pandemia, su contribución de 100 millones resultó lánguida frente a los 1.400 millones de dólares aportados por Bill Gates solo para el desarrollo de vacunas; muchos se han enfurecido con su visión de la filantropía, como por ejemplo cuando dijo que no sabe cómo gastar su fortuna en cosas que no sean su compañía Blue Origin, en la que invierte 1.000 millones de dólares al año, o cuando en 2017 escribió un tuit en el que preguntaba a sus seguidores por ideas de proyectos filantrópicos. También dijo que se comprometería con 10.000 millones de dólares para luchar contra el cambio climático, pero hasta ahora los cheques que se han visto no son de muchos dígitos.

Aunque no se puede decir que sea indiferente a las causas nobles, para muchos su aporte es muy poco si se tiene en cuenta que su fortuna supera el PIB de países como Islandia, Luxemburgo y Sri Lanka juntos. Y eso se ha hecho más evidente ahora que su esposa está donando su propia fortuna a los más necesitados. Antes era Mackenzie la humillada, pero hoy es Bezos el que queda muy mal parado. En plata blanca, su exesposa ha donado 9,7 por ciento de su fortuna en menos de un año, mientras que él apenas el 0,9 por ciento.