Mamá cumple 100 años
Después de Lady Di la reina madre, quien pronto cumplirá un siglo, es la mujer más querida de la corona británica.
Que enfermedad sufrió la reina madre durante su luna de miel en 1923? ¿Cómo se llamaba el caballo favorito de la reina madre? ¿Cuál era el apodo que la reina madre le tenía a la niñera de sus hijas? Inquietudes como estas, que a simple vista no le interesan a nadie, hacen parte de un cuestionario desarrollado por la BBC en su página de Internet para que los leales súbditos de su graciosa majestad pongan a prueba sus conocimientos sobre la reina Elizabeth, el personaje más longevo de la casa Windsor. La dulce matrona, que el próximo 4 de agosto cumplirá 100 años, no protagoniza escándalos, no padece graves enfermedades, no juzga en público el comportamiento de sus familiares pero, aun así, los medios de comunicación ingleses se desviven por seguir sus pasos.
A fin de cuentas la reina no sólo es la abuelita del príncipe Carlos, es la abuelita del pueblo británico. “Es de una popularidad inquebrantable. Incluso su afición a la ginebra y el dineral que apuesta anualmente a los caballos constituyen elementos simpáticos para las clases populares, auténtico sostén de la monarquía. Ojo, pues, con hablar mal de la ‘queen mum’ en un ‘pub’ de barrio”, señala el periodista español Enric González en su libro Historias de Londres.
Ese afecto se remonta a la Segunda Guerra Mundial, cuando la reina tomó las riendas del palacio de Buckingham y le demostró a la opinión pública que los monarcas sí se interesaban por las miserias de los plebeyos. Durante los bombardeos sobre Londres la soberana no quiso apartarse de su esposo, el rey Jorge VI, y se acomodó a las precarias situaciones al soportar un invierno con poca comida y sin calefacción. Mientras el resto de la nobleza huía rumbo a América la reina recorría las destrozadas calles, dando apoyo a las personas que lo habían perdido todo, visitaba los refugios antiaéreos y les prestaba consuelo a las víctimas. Gestos que años después harían famosa a Lady Di, esposa de su nieto mayor, el príncipe Carlos.
Si el Diablo sabe más por viejo que por Diablo, la reina madre no se queda atrás en conocimientos. A su avanzada edad es consciente de que su figura representa los ideales románticos de la monarquía y por eso siente la obligación de satisfacer el imaginario de sus súbditos. No importa a dónde haya que ir, con quién haya que hablar o a quien se deba saludar. Llueva, truene o relampaguee la pequeña mujer de trajes color pastel y vistosos sombreros siempre está lista para sonreírle a su pueblo.
Pero su aspecto de dulce ancianita no la hace invulnerable a las críticas. Se dice que su afición por las apuestas, los almuerzos lujosos y el consumo de ginebra (al parecer una botella diaria) han disminuido sus arcas hasta el punto de tener un sobregiro en el banco de seis millones de dólares. Sin embargo su cara de yo no fui siempre le hace el milagro y es casi seguro que ningún gerente que aprecie su cargo se atreva a pedirle cuentas a ella o a cualquiera de sus descendientes. Lo anterior lo corrobora Enric González al reproducir los comentarios que hace el magnate Richard Branson, propietario de la multinacional inglesa Virgin, sobre la realeza: “Acabar con la monarquía sería tan grave y traumático como perder la India de nuevo. Los Windsor son una versión lúgubre de la familia Adams, de acuerdo, pero forman parte del gran negocio de Londres…. Los ‘royals’ nos cuestan caros, pero son rentables”.