ROMPIMIENTO
Mariah Carey, tratada como una 'cazafortunas'
En el mundo del ‘jet set’ es común que un divorcio cueste mucho. Pero Mariah Carey está pidiendo 50 millones de dólares solo porque su novio rompió el compromiso matrimonial.
James Packer es la cabeza de una dinastía millonaria. Su padre Kerry conformó un poderoso y lucrativo conglomerado mediático en Australia, y educó a James para ocupar su lugar cuando muriera. Y en efecto, ha desempeñado bien su papel de heredero, pues ha expandido el ya vasto emporio. Tanto, que Packer ya tiene una fortuna estimada en 6.080 millones de dólares.
En 2015, el magnate parecía haber encontrado el amor de su vida: Mariah Carey. A sus 47 años, la cantante, madre de dos pequeños, ha superado dos divorcios, y vaivenes emocionales y, como él, sabe lo que significa vivir entre el lujo y la constante atención de los medios. Carey le rogó a su exmarido, el rapero Nick Cannon, culminar el divorcio para permitirle dar inicio al resto de su vida junto al millonario de sus sueños. Este accedió, y Mariah se preparaba para poner fin a su zozobra emocional. Packer y Carey se comprometieron a principios de 2016, Mariah se mudó a Los Ángeles con sus hijos y, si bien todo parecía marchar viento en popa, faltaba un escaño rocoso: las capitulaciones prenupciales.
En este caso, el amor no fue más fuerte. Las condiciones que los representantes de Packer les propusieron a los abogados de Carey llevaron al rompimiento del compromiso y de la relación. Carey alegó que se sintió insultada y maltratada como una cazafortunas por el acuerdo de 100 páginas que al parecer no llegaron a firmar ni ella ni su prometido.
Para empezar, el ‘equipo Packer’ le ofreció a la cantante un millón de dólares por cada año completo que estuvieran casados. Los asesores de ella respondieron que era un insulto pues “Mariah factura eso en 45 minutos de una presentación privada”. La situación se degradó aún más por un intercambio de correos entre abogados del cual ni el mismísimo Packer parecía al tanto. Los asesores de él trataron de enmendar el daño con una oferta que fluctuaba entre los 6 y los 30 millones al año, pero borraron el esfuerzo con varias condiciones que, una vez más, Mariah consideró ofensivas.
Entre varios detalles, Carey recibiría una tarjeta de crédito con cupo limitado para emergencias y gastos de hogar, que no podría usar para comprar ropa. No habría cuentas compartidas y, sobre todo, ni ella ni sus hijos tendrían derecho a la herencia de su futuro marido. Packer, como buen magnate, es adepto a los autos de lujos, a los yates y a los jets privados. Con esto en mente, el equipo Packer dispuso de un avión para el servicio de la cantante, su equipo de colaboradores, sus niños y sus niñeras correspondientes. Hasta ahí, las condiciones parecían lógicas, pero una diva como ella no piensa ni se satisface como el resto de los mortales.
Por eso, lo que realmente la enojó fue la precisión con la que la gente de Packer estipuló los montos de regalos, y logró reducir la ecuación hasta los detalles cariñosos. “James no tiene obligación alguna de proveer ropa a Mariah, pero si así lo escoge, puede regalársela. Exceptuando los obsequios entre ellos correspondientes a su compromiso y matrimonio, o en cumpleaños y aniversarios, no se debe considerar un regalo un objeto de más de 250.000 dólares, excepto si viene acompañado del escrito ‘Este es mi regalo para ti’”. Las milimétricas reglas dejaron casi enferma a la cantante y sorprendido a Packer, quien regañó a su gente de puertas para afuera: “A quienes trabajan para mí, hagan caso: váyanse al carajo”, dijo, pero no echó para atrás.
El 26 de octubre, Packer terminó la relación agobiado por tanto problema, asustado por un reality show para el cual Mariah ya se comprometió y del cual no quería ser parte. Una fuente cercana al magnate aseguró que no había existido nunca un acuerdo prenupcial, y que si bien él es generoso “Mariah lo lleva hasta los límites”. Packer no le pidió de vuelta el anillo de compromisos de 10 millones de dólares, pero el gesto no cayó bien a la cantante. Se quejó de ser tratada como una cazafortunas, pero aun así quiere los 50 millones de dólares que el acuerdo le destinaba en caso de divorcio. n