Mundo
Michelle Obama podría ser la próxima presidenta de los Estados Unidos. ¿Le ganará a Trump?
Las aspiraciones reeleccionistas de Joe Biden no despegan y los demócratas buscan formulas para derrotar al magnate.
La campaña presidencial en Estados Unidos está para alquilar balcón. Se volvería un fenómeno de atención mundial, más de lo esperado, si se concreta lo que muchos rumoran: la aspiración de Michelle Obama. Los demócratas buscan afanosamente quién pueda derrotar con amplia ventaja las aspiraciones de Donald Trump y todo indica que la exprimera dama es la favorita.
Así lo asegura el periodista Tim Stamley, en el diario británico The Telegraph. Según sus datos, el presidente Joe Biden no estaría interesado realmente en aspirar a la reelección y podría abrirle paso a la esposa de quien fuera su jefe.
“La carrera está empatada, lo cual es demasiado reñido para la comodidad. Biden es impopular, está envejeciendo ante nuestros propios ojos (la última metedura de pata es que llamó al Gran Cañón una de las “nueve maravillas del mundo”, construida). Las dudas sobre sus capacidades se ven reforzadas por la sombría alternativa en caso de que expire en el cargo”, dice Stamley.
El periodista agrega que no ve a Kamala Harris tomando un lugar para aspirar por las múltiples embarradas que ha cometido y su falta de conexión con la gente. Mientras tanto, los Obama permanecieron en la sociedad de Washington D.C. para servir como un símbolo potente del orden político legítimo que había sido robado por Trump.
Trump, además, ha usado a Joe Biden para catapultar aún más su campaña. Esta semana lo acusó sin pruebas de ponerle obstáculos en la campaña por las presidenciales de 2024 al presionar a los fiscales para que le inculpen. “¿Cómo pueden mis opositores políticos corruptos, el tramposo Joe Biden, llevarme a juicio durante una campaña electoral que estoy ganando por mucho y obligarme a dedicar tiempo y dinero fuera de la campaña electoral para luchar contra acusaciones falsas inventadas?, se preguntó el magnate durante un mitin en New Hampshire.
Trump, de 77 años, es objeto de tres inculpaciones penales: haber intentado alterar el resultados de las presidenciales de 2020, que ganó Biden; por pagos ocultos a una actriz porno para comprar su silencio, y por el manejo negligente de documentos confidenciales cuando se fue de la Casa Blanca.
Pero, por el momento, Trump gana a Biden en dos de los 14 sondeos recopilados por RealClearPolitics desde junio. Biden se impuso en ocho y ambos empataron en cuatro.
El expresidente, claro favorito en las primarias republicanas para las presidenciales de 2024, se queja de que estas inculpaciones le impedirán estar en la arena política. “Lo lamento, no podré ir a Iowa hoy, no podré ir a New Hampshire hoy, porque estoy sentado en un tribunal con tonterías”, afirmó. No por ello tira la toalla. Es más, presumió de que las inculpaciones mejoran sus posibilidades de éxito.
“Cada vez que me acusan me gusta mirar las encuestas porque una inculpación más y creo que estas elecciones han terminado. Una más”, prometió.
Trump cree que la cuarta llegará “la semana que viene”. Tal vez se trate de la investigación de la fiscalía de Georgia sobre si intentó ilegalmente cambiar el resultado de las elecciones de 2020 en este estado del sur del país.
Durante su intervención, el expresidente criticó asimismo a Ron DeSantis, el segundo mejor posicionado en las encuestas para las primarias republicanas y a quien apoyó la primera vez que se presentó a gobernador de Florida.
Se jactó de que si vuelve a la Casa Blanca pondrá fin a la guerra en Ucrania, “quizá en 24 horas”, impondrá aranceles a los productos extranjeros que entren en el país, deportará a los migrantes que se hallen en Estados Unidos de forma irregular y arremeterá contra los tratamientos para los transexuales, entre otras medidas.
En ese escenario, la posible candidatura de Michelle Obama no parece para nada descabellada.
El libro en el que Michelle Obama confesó sus dolores
Cuando Michelle Obama anunció que publicaría sus memorias, nadie dudó de que el libro se convertiría en un fenómeno editorial que cimentaría a los Obama como la marca multimillonaria que ya son.
Mi historia (Becoming) lideró las listas de best sellers del diario The New York Times, también las de Amazon y tuvo un impacto considerable en el mundo, pues circula en 31 idiomas. De entrada, vendió 1,4 millones de copias en Estados Unidos, récord de ventas en la primera semana para un libro publicado en 2018. Y Michelle realiza un tour promocional planeado para diez ciudades, acompañada de grandes estrellas como Oprah Winfrey, a lo que se suman múltiples entrevistas en las grandes cadenas.
Semejante despliegue testimonia no solamente el estatus de Michelle como una ex primera dama excepcional que se ha ganado el respeto a pulso, sino también las virtudes de un texto en el que abre las puertas de su vida con la articulación y honestidad que la caracterizan.
Ella está en el centro de su historia, pero involucra las experiencias de sus padres, de su marido y de sus hijas. Así, además de una radiografía única de la forma como creció en un barrio de clase media baja de Chicago, también sirve de testimonio, de puertas para adentro, de la vida de la primera pareja negra en la Casa Blanca.
Michelle aclara que no va a lanzarse a la presidencia porque, si bien la política ofrece una plataforma de acción interesante, no es lo suyo, y que, excepto su marido, no le gustan los políticos. Pero esta revelación no arruina la experiencia. El placer de Mi historia yace en los detalles íntimos de su infancia, su romance, su matrimonio, su maternidad y muchos episodios más de su vida privada y pública. SEMANA comparte varios apartes.
- Barack Obama llegó tarde el día que se conocieron. Michelle trabajaba en una firma de abogados y tenía la misión de guiar a Barack, que iba a trabajar un verano ahí. Él venía de la escuela de leyes de Harvard, lleno de referencias excelentes, pero a ella le ganó el escepticismo: “Si le ponías un vestido a un hombre negro medianamente inteligente, la gente blanca enloquecía. Por eso tenía mis dudas sobre si merecía tanta atención”. Se llevaron bien, pero no le gustaba que él fumaba. Y no lo consideraba un prospecto de pareja, ni siquiera cuando él le dijo: “Creo que deberíamos salir”. Después de un rato, dice Michelle, “la tensión se hizo más densa en el aire entre ambos, como si algo inevitable y predestinado estuviera a punto de suceder”. Él le llevó un helado y se besaron.
- Su romance avanzó a una velocidad que inspira en Michelle una prosa apasionada, quizás inédita en las memorias de una primera dama: “(...) Los sentimientos vinieron impetuosos, un tsunami de deseo, gratitud, satisfacción, asombro. Cualquier duda que cargaba sobre mi vida, mi carrera –e incluso sobre Barack– pareció desaparecer con ese beso. La reemplazó un ánimo impetuoso de conocerlo mejor, de explorar y experimentar todo lo que pudiera con él tan rápido como me fuera posible”.
- Barack era extraordinario en la alcoba. Una noche, después del amor, él miraba fijamente al techo, algo confundido, con su rostro iluminado por las luces de la calle, y Michelle se preguntó si reflexionaba sobre su relación o, quizá, sobre su padre fallecido. Al preguntarle, él dijo: “Oh. Tan solo pensaba sobre la desigualdad de los ingresos”.
- Al comienzo de la relación, él decía sobre el matrimonio: “me parece una convención innecesaria y sobrevalorada”, y discutieron el tema largo y tendido. Un día, en un restaurante, Barack provocó una pelea sobre el tema que solo terminó cuando un mesero se acercó con un plato cubierto. Cuando Michelle levantó la tapa, encontró un anillo de diamantes.
- Seis semanas después del matrimonio, Barack anunció que se iba a Bali a escribir un libro y que su madre le había alquilado una cabaña allá. Michelle trató de racionalizar esa decisión, pero en momentos de soledad la tildó de “su luna de miel con él mismo”. Años después de su publicación original, las memorias Dreams from My Father se convirtieron en un best seller.
- Michelle tuvo un aborto espontáneo y lo vivió “sola, dolida y desmoralizada a un nivel casi celular”. Por ello, se sometió a tratamientos de inseminación artificial. Así que, mientras Barack se desempeñaba como senador estatal en Springfield, Illinois, Michelle estaba en casa, en Chicago, recibiendo inyecciones. “Entonces sentí por primera vez un ápice de resentimiento por la política y el compromiso total de Barack por el trabajo… él estaba lejos y yo aquí, cargando la responsabilidad. Sentí desde entonces que los sacrificios serían más míos que suyos”.
- Su impuntualidad planteó una situación grave. Barack decía que iba camino a casa y luego aparecía en el gimnasio. Eventualmente, llegaba y encontraba a Michelle “furiosa o no disponible después de haber apagado todas las luces y haberse ido a dormir”. A pesar de la renuencia de Barack, que prefería comprar libros sobre relaciones matrimoniales, acudieron a terapias de pareja. Estas le ayudaron a entender a Michelle que pedirle a su marido que dejara la política no arreglaría nada. Y que más bien debía enfocarse en controlar su propia felicidad. Su madre llegaba a la casa a las 4:45 de la mañana para cuidar a las niñas y darle a ella tiempo de ir al gimnasio. Michelle estableció horarios estrictos para cenar e irse a dormir, y nadie esperaba a Barack. Quería que las chicas crecieran “sin acomodarse a ninguna forma de patriarcado vieja-escuela”.
- Michelle no quería que su marido se lanzara a la presidencia. “No apreciaba en absoluto a los políticos y por eso no me sonaba la idea de que mi marido se convirtiera en uno”. Cuando se convirtió en un rockstar político y comenzó a contemplar la presidencia, quedó muy consternada. “Él lo quería y yo no”. Se recostó sola en su cama, “sintiendo que se trataba de ella contra el mundo”. Al final, “dije que sí porque creía que Barack podía ser un gran presidente”. Michelle no esperaba terminar en la Casa Blanca, “después de todo, Barack era un hombre negro en Estados Unidos. No pensé que pudiera ganar”.
- Entró en la vida pública a regañadientes y desde entonces “me han llamado la mujer más poderosa del mundo y también me han rotulado como una ‘mujer negra enojada’. He escuchado sobre las partes pantanosas de internet que escudriñan y cuestionan todo sobre mí, incluso si soy una mujer o un hombre. Me he enojado pero, sobre todo, he tratado de reírme de todo”. Más tarde añade: “Estos golpes hieren… parecía que hubiera un versión caricaturesca de mí causando estragos, una mujer de la que escuchaba pero desconocía, alta, poderosa, lista para castrar cual Godzilla, llamada Michelle Obama”.
- En un comienzo le molestaba la fascinación que despertaba su vestuario. “Daba la impresión de que mis vestidos importaban más que mis palabras”. Cuando se bajó del escenario, luego de dirigirse a las estudiantes de la Elizabeth Garrett Anderson School en Londres, le preguntaron de inmediato sobre quién había hecho su vestido. “Eso me deprimió”. Pero también entendió que podía explotar ese interés para que la gente que hojeaba revistas para averiguar sobre su ropa pudiera leer sobre las causas que apoyaba. Sabía que la iban a criticar por vestir muy bien, o muy casual, “así que mezclé. Un día me ponía algo de Target y al otro algo de Diane von Fürstenberg”.
- Esa visita a la escuela Elizabeth Garrett Anderson le ayudó a encontrar su rol como primera dama. “Sentía que el ritmo me apabullaba y que no merecía ese ‘glamour’. Me sentía ansiosa por nuestras hijas, incierta sobre mi propósito… pero ahí, frente a esas niñas, sentí algo diferente y puro, un alineamiento de mi viejo ser con ese nuevo rol”.
- Mientras Barack y Michelle salieron del auto para caminar un poco en la ceremonia de inauguración presidencial de 2009, sus hijas Malia y Sasha escuchaban en el carro a Beyoncé a todo volumen y se embarcaron en una guerra de cosquillas.
- Michelle enseñó a sus hijas a tender sus camas y evitarles esa tarea a sus ayudantes. Y le molestaba sobremanera que estos atendieran exageradamente a su marido. “Me parecía a veces que ese comportamiento evocaba una vieja época en la que el hogar giraba en torno a las necesidades del hombre. Eso iba en contra de lo que quería que mis hijas consideraran normal”. Por eso, entre otras cosas, les pedía que escribieran reportes de sus viajes al exterior. En el colegio de su hija Sasha, Michelle leyó apartes de su ensayo sobre lo que había hecho en sus vacaciones de verano. “Conocí al papa. Le faltaba una parte de su dedo pulgar” (el papa Benedicto XVI sufrió de una infección en su juventud). Sobre esto, Michelle comenta: “Fui una niña del lado sur de Chicago que ahora criaba dos hijas que podían pedirle a un chef su desayuno personalizado”.
- Marian Robinson, la madre de Michelle, queda muy bien parada. En los días previos a su llegada a la Casa Blanca, Michelle sufría mucho porque consideraba que su trabajo no era suficientemente significativo. Le dijo: “Primero haz el dinero y luego te preocupas por la felicidad”. Michelle presionó a Marian para que se mudara a la Casa Blanca con ellos. Lo hizo, pero le gustaba comer por su cuenta viendo el programa-concurso Jeopardy; lavaba su propia ropa y rechazaba la protección del Servicio Secreto. Cuando paseaba sola por Washington D. C, la gente en la calle notaba su parecido con la mamá de la primera dama. “Sí”, les decía. “Eso me dicen mucho”.
Michelle explica que su conexión con Isabel II nació por cuenta de los zapatos incómodos que ambas llevaban. La reina no le reprochó romper el protocolo por tocarle el hombro. De hecho, se acercó.
- Michelle evitaba pensar en la amenaza de asesinato. Barack “era un hombre negro… le podían disparar en un sencillo viaje a ‘tanquear’ el carro”, le dijo a la revista People durante la promoción del libro. Alguien le disparó a la Casa Blanca y pasaron semanas para que reemplazaran el vidrio antibalas en un salón en el que ella tomaba té frecuentemente. “Me encontré muchas veces mirando el grueso cráter que había dejado esa bala”. Mientras Sasha jugaba tenis en una cancha de su colegio cercana a una calle, un padre carente de tacto le preguntó: “¿No te da miedo jugar aquí?”. La joven respondió: “Si me preguntas si considero la muerte todos los días, la respuesta es no”.
- Cuando Barack y Michelle gozaban del lado divertido de la Casa Blanca, sus hijas no siempre compartían su entusiasmo. “¿No quieren bajar y ver a Paul McCartney?”. “Madre, no, gracias”.
- No soporta a Donald Trump, a quien considera un matón que degrada a las minorías y “reta la dignidad de nuestro país con cada declaración”. Michelle cree que su campaña de teorías conspirativas sobre el lugar de nacimiento de su marido fue peligrosa, pues pudo haber agitado a ‘hombres de tuercas flojas’ a atacar a su familia. En la ceremonia inaugural de Trump, “me abstuve de siquiera tratar de sonreír”.
- En contraste, se la lleva muy bien con Isabel II. Cuando se conocieron, la reina observó lo alta que era y hablaron sobre calzado incómodo. “Éramos tan solo dos mujeres cansadas y oprimidas por nuestros zapatos”, consigna Obama. Luego, afectivamente extendió su brazo y tendió su mano en el hombro de la reina, en una violación del protocolo real. “Traté de no darles mucha importancia a las críticas. Si bien hice algo indebido, como mínimo fue un gesto humano. Y me arriesgo a decir que la reina no se molestó porque cuando sucedió, ella se acercó y apoyó su mano y su guante en mi espalda”. Por su parte, Barack siempre le tuvo afecto a la monarca británica, pues “le recordaba a su abuelita Too, que no se andaba con tonterías”.