PERSONAJE
El talentoso señor Miranda
¿Quién es este hijo de puertorriqueños que partió la historia de Broadway en dos con su musical Hamilton?
En la casa en la que creció Lin-Manuel Miranda en Nueva York, se lavaba y planchaba al ritmo de grabaciones de musicales de Broadway. Sus padres, fanáticos del género, implantaron esa herencia cultural en su hija y en su hijo, y la complementaron con altas dosis del Gran Combo cuando visitaban a sus abuelos en Puerto Rico. En el bus del colegio, el conductor ponía rap, mientras que en la radio reinaba el pop.
Miranda, según quienes han trabajado con él de cerca y quienes han visto su actuación y sus producciones, conjuga en sus creaciones el amor por esa música cercana a su vida y su devoción por el teatro y los musicales. En la obra In the Heights, que estrenó en 2008 y lo puso en el mapa teatral, mezcló ritmos latinos y rap con canciones de musicales. Hamilton, estrenada en 2015, tiene un influjo fuerte de hip-hop, R&B, jazz y pop, y actores negros y latinos interpretan a los próceres de Estados Unidos. Barack Obama la describió como “un ‘hit’ indiscutible, y también una lección cívica que atrapó a nuestra juventud”. Miranda quería impresionar a los historiadores con su obra, y lo ha conseguido.
Desde la semana pasada, con un valor de 849 dólares, la mejor silla para ver el musical Hamilton es oficialmente la boleta más costosa en la historia de Broadway. Se podría pensar que esto lo hace más elitista, pero la organización también duplicó la cantidad de boletos de menor valor que se pueden conseguir por sorteo. El dinero importa, pero ya está garantizado, pues desde su estreno en 2015 Hamilton ha agotado localidades sin parar. Ya se acerca al fin de temporada en Nueva York, una función para la cual los precios de reventa suben hasta 6.200 dólares, unos 20 millones de pesos. Según estima el diario The New York Times, Miranda percibe en un año corrido de Hamilton 6,4 millones de dólares.
Y seguirá facturando, pues la obra se desplazará a Chicago este año y luego a Londres, donde en octubre de 2017 llegará al Victoria Palace Theatre de Londres. Muchas piezas han tratado sin éxito de replicar su gloria neoyorquina al otro lado del Atlántico. Pero Cameron Mackintosh, productor británico que la llevará al West End, indica que el resultado esta vez será distinto: “Las estrellas están alineadas. Tengo el teatro perfecto –que está siendo restaurado tras una inversión multimillonaria- para uno de los musicales más brillantes, originales y entretenidos que he visto”.
El camino
La familia Miranda no solo escuchaba las grabaciones de los musicales, asistía a los espectáculos cuando la plata lo permitía. Por eso un joven Lin-Manuel vio de primera mano la llamada ‘Santísima Trinidad’ de Broadway: Les Miserables, Phantom of the Opera y Cats. “Recuerdo haber visto ‘Les Miz’ a mis 7 años. Lloré cuando murió Fantine, me dormí, y me desperté justo para el suicido de Javert. Viendo ‘Cats’ recuerdo que las gatas me tocaron cuando correteaban por los pasillos y cuando vi ‘Phantom’ pensé ‘¡Mierda, es la historia de un compositor feo que quiere imponer su voluntad sobre el mundo!’. Y con eso me identifiqué”.
Lin-Manuel y Luz, su hermana mayor, nacieron y crecieron en Manhattan. Tomaron lecciones de piano desde los 6 años y Luis Miranda, su padre, les enseñó a bailar salsa. La música siempre rondó y también el gusto por el público. Desde pequeño, cuando en primaria le pidieron tocar un par de canciones, se enamoró de los aplausos. En una escuela a la que solo iban niños judíos y ricos, Lin optó también por desarrollar mordacidad en su lenguaje “Entre chicos inteligentes el humor es la moneda pesada, y si se es gracioso se sobrevive. Así que me dediqué a ser muy gracioso”. También, como muestra de que lo suyo siempre ha sido integrar mundos, Miranda recuerda que practicaba su español con las niñeras de sus compañeritos.
Si bien nunca estudió música formalmente y dejó de lado sus lecciones de piano, Lin-Manuel siguió tocando por su cuenta. Y una vez en bachillerato se topó con el teatro musical, una poderosa y positiva adicción desde entonces. Tras ganarle a un estudiante más experimentado el papel de un rey pirata en una obra, todavía recuerda el aplauso del público al final de la obra. También dirigió en su último año escolar la clásica West Side Story, y gracias a uno de sus compañeros pudo conocer a Stephen Sodheim, el célebre compositor y letrista de esa obra, quien compartió detalles de la creación del teatro musical y fomentó su curiosidad mucho más. Naturalmente, en la Wesleyan University estudió Teatro, donde su trabajo de grado era una versión por pulir de su obra In the Heights, que le ameritó cuatro premios Tony, incluido el de mejor musical.
El éxito y la voz
Hamilton se alzó con el premio Pulitzer por mejor obra dramática y también arrasó con los premios Tony 2016 al conseguir más nominaciones que ninguna obra en el pasado y llevarse 11 premios, uno menos que el récord histórico de The Producers. Los logros no sorprenden pues la crítica y los espectadores concuerdan en que la obra basada en la biografía de Alexander Hamilton, escrita por Ron Chernow, es brillante. Oskar Eustis, director artístico del musical, compara a Miranda con Shakespeare, en la medida en que “Lin-Manuel eleva el lenguaje de las calles a la categoría de verso. Cuenta la historia de la fundación de este país de una manera en la que los presentes se sienten parte de esa narrativa”.
Miranda, cuyo talento brota por los poros, encontró su camino muy temprano. Conjugó la rigurosidad histórica con el verseo incomparable de ritmos como el hip-hop, para contar un relato que encapsula la historia de su país, de su padre, la suya, la de miles de millones y trascendió los escenarios en el intento. A todo gran éxito siempre le siguen grandes críticas, pero Miranda ha cambiado esa narrativa. Lejos de tener que justificarse se ha vuelto un personaje aceptado y aplaudido, ha estado en la portada de la revista Rolling Stone y de la edición de los 100 personajes más influyentes de 2016 de Time, cuyo texto escribió el famoso director J. J. Abrams. Lo han invitado la Casa Blanca, talk shows, comedias como How I Met your Mother y universidades como UPenn, donde hace semanas ofreció un poderoso discurso de grado en el que exaltaba las virtudes de Estados Unidos para dar oportunidades a los inmigrantes.
Para Michelle Obama, Hamilton es la pieza de arte más impactante y relevante que ha visto. Ahora que el final de la presidencia de su marido se acerca y discursos abiertamente racistas se han enquistado en la política estadounidense, la voz de Lin-Manuel se eleva para demostrar lo que el sueño americano representa. La isla de sus padres y abuelos, Puerto Rico, está sumida en una profunda crisis. Él, ajeno al desinterés, ha llamado la atención de las autoridades para que no le den la espalda. Ahora, después de tal éxito, es más factible que lo escuchen.