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Muere Fernando Botero: así fue su historia de amor con Sophia Vari, la mujer que lo dejó todo por el maestro colombiano

Como en las grandes historias de amor, Sophia Vari se enamoró locamente, y decidió abandonar a su marido, para rehacer su vida al lado del pintor colombiano. Vari murió hace solo unos meses, en mayo pasado.

Redacción Semana
15 de septiembre de 2023
Sophia Vari
Sophia Vari y Fernando Botero / Foto:cLiliana Corzo / Jetset.com | Foto: Alfonso Reina

Con apenas meses de nacida, Sophia Canellopoulos emprendió el viaje más importante de su vida y la de su familia. Partió desde Grecia hasta el exilio en Suiza, en el fragor de la Segunda Guerra Mundial. Era 1940.

Al otro lado del mundo, en Colombia, otro niño, de nombre Fernando Botero, ya era huérfano de padre —un arriero propietario de varias mulas con las que transportaba todo tipo de mercancía— y soñaba con ser torero.

Tendrían que pasar más de tres décadas para que dos vidas tan dispares se cruzaran en un apartamento de París, donde acudieron a una comida organizada por una amiga común a principios de los años setenta.

Sophia Vari
Lanzamiento exposicion de las obras de Sophia Vari. Sophia Vari y Fernando Botero. Cartagena. Diciembre 4 de 2011. Foto: Andres Rozo. Revista Jet-set | Foto: Alfonso Reina

La historia ocurrió así: Fernando Botero y Sophia Vari se encontraron por primera vez hace más de 40 años. En una comida en la capital francesa, en casa de la marquesa de Crussol, fueron presentados el ya famoso pintor colombiano y una joven y prometedora pintora griega, de nombre Sophia Canellopolos; en ese momento, los dos estaban casados.

Él, por segunda vez con la vallecaucana Cecilia Zambrano, y ella con un próspero industrial griego, cuya familia vivía en París desde hacía tres generaciones. “En ese momento, pensé que era la mujer más divina que había visto en la vida”, comentó Botero en una entrevista con la revista Jet-Set.

Y dos años después, cuando se separó de su esposa, el recuerdo de ese primer encuentro lo hizo llamarla por teléfono. Entonces, comenzaron a salir.

Inicialmente, las conversaciones sobre arte a la hora de almuerzo servían como coartada. Pero poco a poco, el arte fue dando paso al amor. Sin embargo, la cosa no era tan fácil. “Aunque mi matrimonio era fatal, uno de esos matrimonios de conveniencia, no estaba dentro de mi esquema mental sostener una relación fuera de él. Además, el éxito de Fernando, su éxito con las mujeres me daba miedo. Yo creía que la relación era importante pero imposible”, aseguró en ese entonces Sophia, que falleció en mayo pasado.

Ni tan imposible. Como en las grandes historias de amor, contrariando todos sus principios, Sophia Vari se enamoró locamente, y decidió abandonar a su marido, para rehacer su vida al lado del pintor colombiano.

Sophia Vari
Fernando Botero y Sophia Vari: “Yo creo que en las relaciones personales en las que todo está permitido, existen menos tentaciones que en las que todo está prohibido”, expresó Botero sobre su particular, pero amorosa, relación con Vari. | Foto: Patricia Gonzalez

Botero también quería rehacer su vida. Pero las cicatrices del pasado lo habían dejado prevenido frente a cualquier exceso de idealismo romántico. De ahí que decidieran diseñar un tipo de relación que tuviera en cuenta más las experiencias y fracasos de las dos partes, que las convenciones sociales. ”El tipo de relación que forjamos”, afirmó Fernando Botero, “fue fríamente estudiado. Aceptando los dos que el matrimonio convencional asfixia, decidimos analizar cuáles eran nuestras necesidades mutuas, y simplemente llenarlas”.

La forma como las llenaron evoca relaciones famosas como la de Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir, y André Malraux y Louise De VilleLaurent. Consistía básicamente en que, según palabras del propio Botero, “en esta relación, nada es automático”.

Una relación poco convencional

Cuando iniciaron su relación, él tenía su apartamento-estudio en Saint Germain des Press, y ella en Montparnasse. Vivieron juntos casi todos los días de la semana, pero cada noche se utilizaba un mecanismo de consulta previa en que las dos partes, sin explicar, podían manifestar su deseo de estar solos. No había preguntas ni escenas al respecto. Como cada uno tenía su ropa en su respectivo estudio, existía la flexibilidad que requiere este arreglo. “Nada se da por hecho”, afirmó Botero.

“Es un contrato renovable día a día”. Y Sophia agregó: “Aunque uno sabe que básicamente está libre, en el fondo uno quiere estar con la otra persona”.

Entre nueve y diez de la mañana, Sophia se iba para su estudio a trabajar en sus esculturas, y Botero se quedaba en el de él haciendo sus cuadros. Muy raras veces se veían durante el día. “La concentración de nuestro trabajo es tan grande, que ninguno de los dos quiere distracciones frívolas”, expresaba Botero en ese entonces. Esto significa que cada uno almorzaba una ensalada por su lado. Y, a menos de que un cuadro o una escultura estuviera terminada, y se quisiera la opinión del otro, solo se volvían a ver en la noche. Si después del mecanismo de “consulta previa” ambos querían verse, otra regla de oro era la de nunca comer en casa. Un romántico bistró si estaban solos, o una comida de trabajo en compañía de algún director de museo, crítico de arte, marchante, coleccionista o amigo.

Fernando Botero y Sophia Vari
Fernando Botero y Sophia Vari | Foto: Foto: Afp

Esta rutina, con algunos ajustes, la llevaban a cabo en un itinerario que cumplían por el mundo año tras año. Metódicamente, pasaban juntos cinco meses al año en París, tres meses en Italia, un mes en Colombia, un mes en Nueva York, y separados cerca de dos meses al año. Las separaciones obedecían básicamente a que en septiembre ella iba a Grecia a ver a su familia, y él iba solo a Colombia a ver la suya. Uno de los ritos que más gozaban era el del verano en su residencia de Pietra Santa, en Italia. Uno de esos pueblitos idílicos de la Toscana, donde se encuentran los mejores talleres del mundo para la escultura en mármol.

Sophia Vari
SOPHIA VARI, FERNANDO BOTERO, CAMILA BOTERO Y PASCAL KLAPP. ¡SE CASO LA NIETA! Con orgullo de abuelo el maestro asisitio con su esposa a la boda en la Toscana de Camila Botero Llano y el empresario aleman Pascal Klapp. Portada Portadas Edicion 356 julio 26 de 2017 | Foto: Archivo Particular

Botero, que era pintor la mayor parte del año, se convertía en escultor y colega de Sophia en esos meses. Allá, el trabajo se alternaba con paseos en moto por todos los pueblitos de la región. Pero a Sophia Vari, el lugar que más le gustaba en el mundo no era ni Pietra Santa, ni París, ni Nueva York, ni Atenas. Era Bogotá. Allí pasaba todos los años el mes de enero, en Tucurinca, la casa de campo en la Sabana donde, al igual que en las otras residencias, cada cual tenía su propio estudio. “Me gusta todo lo colombiano -afirmó Vari alguna vez-, la comida, los paisajes, la montaña, al aguardiente. Hasta lo caótico que es Colombia...”.

Se sentía tan colombiana, que dos veces había llegado a Bogotá sin recordar que, como ciudadana griega, debía sacar una visa para entrar al país y fue necesario recurrir a las palancas del pintor para hacerla entrar.

Uno de los elementos que permitió que la fórmula fuera viable era que los dos, en cierta forma, fueron machistas. Sobre la posibilidad de que alguno de ellos hubiera querido salir con otra persona, ella contestó: “Eso lo admito para los hombres, pero no para las mujeres. Entiendo que esas cosas pueden suceder, pero lo importante es que, si suceden, sea con discreción, respeto y elegancia”.

“Yo creo que en las relaciones personales en las que todo está permitido, existen menos tentaciones que en las que todo está prohibido”, expresó Botero sobre su particular, pero amorosa, relación con Vari.

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