Muere el hombre más longevo del mundo

18 de julio de 2009

LONDRES (AP) — El hombre más longevo del mundo falleció el sábado a los 113 años después de pasar los últimos procurando que la gente recordara los nueve millones de soldados muertos durante la Primera Guerra Mundial en la que combatió.

Henry Allingham era el único sobreviviente original de la Real Fuerza Aérea de Gran Bretaña, creada en 1918. Decidió efectuar una cruzada personal para hablar sobre el conflicto en el que desapareció gran parte de una generación. Aunque estaba casi ciego, estrechaba las manos de las personas que lo visitaban, fijaba sus ojos en los de los niños, veteranos y periodistas, y les daba el mensaje que le hubiera gustado que todos ellos recordaran.

"Quiero que todos sepan", dijo a The Associated Press durante una entrevista en noviembre. "Ellos murieron por nosotros".

Sólo unos pocos veteranos de la Primera Guerra Mundial continúan vivos de aquellos 68 millones que fueron movilizados. No hay veteranos franceses aún con vida, y el último veterano nacido en Estados Unidos es Frank Woodruff Buckles, quien vive en Charles Town, Virginia Occidental.

"Este es el fin de una era, de una generación muy especial y única", dijo el viejo amigo de Allingham, Dennis Goodwin, quien confirmó la muerte del veterano. "El pueblo británico les debe mucha gratitud".

Allingham nació el 6 de junio de 1896 y dejó la escuela a los 15 años. Trabajaba en una fábrica de autos en Londres cuando estalló la guerra en 1914.

Pasó los primeros meses del conflicto adecuando camiones para su uso militar, pero cuando su madre murió en 1915 decidió unirse al ejército después de ver un avión sobrevolando un embalse en Essex, al este de Londres.

"Era una imagen cautivadora", escribió en sus memorias. "Me senté fascinado sobre el césped para ver esa aeronave y decidí que eso era para mí".

Sólo 12 años después de que los hermanos Wright crearan su avión, Allingham y otros soldados despegaron del este de Inglaterra en aviones motorizados hechos con madera, lino y metal, sin usar paracaídas. Iban totalmente arropados y untaban sus caras con vaselina, aceite de ballena o incluso aceite para motor con el fin de evitar el frío.

"La verdad es que al comienzo de la guerra todos los aviones eran tan frágiles e impredecibles, además de que no podían llevar grandes cargas de combustible, que tanto los pilotos británicos como los alemanes preferían dar marcha atrás inmediatamente antes de enfrentarse en el aire si no tenían una ventaja de mayor altitud", escribió Allingham. "Pero recuerdo regresar a tierra y sentir un cosquilleo por despegar una vez más".

Después de la guerra trabajó en una fábrica de la Ford y tuvo dos hijos con su esposa Dorothy, que murió en 1970. Pero fue hasta los últimos años de su vida que comenzó su activismo en favor de la paz y como veterano de la Primera Guerra Mundial.

Le sobreviven cinco nietos, 12 bisnietos, 14 tataranietos y un tatara-tataranieto.