Realeza
Jubileo real
Contrariando los pronósticos, la monarquía española cumple un cuarto de siglo como la más respetada del mundo.
El 20 de noviembre de 1975 España volvió a nacer. Ese día la radio estatal anunció la muerte del generalísimo Francisco Franco, el dictador que durante cuatro décadas gobernó con mano dura al pueblo español. Para ese entonces la Madre Patria se encontraba relegada del resto de Europa y los observadores internacionales consideraban que su desarrollo económico y social estaba al mismo nivel de los países de América Latina.
Para sacar al país del atolladero en el que se hallaba fue preciso realizar una delicada transición hacia la democracia en la que se procuró no desequilibrar las bases de la sociedad.
La cabeza de ese difícil proceso fue don Juan Carlos de Borbón, quien fue proclamado rey de España dos días después de la muerte de Franco. Pero su ascenso al trono sembró incertidumbres en el pueblo.
Pensando en su sucesión Franco había decidido restaurar la monarquía, lo que parecía anacrónico a finales del siglo XX. Una cosa es mantener una monarquía, como lo han hecho Inglaterra y otras naciones de Europa, y otra es restablecerla casi 50 años después de haber sido abolida bajo Alfonso XIII.
La imagen de don Juan Carlos, inmóvil detrás de Franco durante las ceremonias oficiales, aún permanecía fresca en la mente de los españoles, que se resistían a creer que un príncipe educado bajo el régimen del caudillo tuviera la fuerza suficiente para reconstruir una nación.
En ese momento se llegó a pensar que la monarquía sólo sería un triste remedo de la dictadura y el sentir del pueblo fue interpretado por el periodista José Luis de Villalonga, quien vaticinó que don Juan Carlos pasaría a los anales de la historia ibérica como “Juan Carlos el Breve”.
Veinticinco años después la profecía de Villalonga no sólo no se cumplió sino que el rey logró rescatar los valores de la casa real española hasta convertirla en la monarquía más respetada de Europa.
A diferencia de las familias Windsor de Inglaterra y Grimaldi de Mónaco, que diariamente ocupan las primeras páginas de los medios de comunicación por sus vergonzosos escándalos de infidelidades, traiciones y engaños, los Borbón se muestran ante el público como una familia ejemplar. Nada de princesas top less ni romances con guardaespaldas, nada de adulterio, al menos a la vista de la gente. Por el contrario, el príncipe Felipe parece salido de un cuento de hadas y sus hermanas, las infantas, aunque no muy agraciadas, son un par de esposas y madres ejemplares con un par de esposos aceptables.
Mientras que en tiempos de Franco se intentó homogenizar al país en torno a Castilla y se reprimieron las manifestaciones culturales propias de Cataluña, Galicia y el País Vasco, con el advenimiento de la España posfranquista no sólo comenzaron a respetarse estas singularidades sino que empezó un proceso autonómico que hoy día le permite ser una nación unida en torno a la diversidad. En la actualidad cada una de las regiones cuenta con su propio presidente, gobierno, Corte Suprema y bandera.
La casa real no se marginó de este proceso y el rey manifestó su interés por las autonomías al celebrar los matrimonios de sus hijas, las infantas Elena y Cristina, en Sevilla y Barcelona, respectivamente. Ni siquiera han sido recelosos a la hora de aceptar a nuevos miembros en la familia pues Iñaki Urdangarín, esposo de la infanta Cristina, pertenece a una de las familias más prestantes del País Vasco.
Nacido para reinar
En 1975 don Juan Carlos recuperó el poder para los Borbón. La dinastía, que lleva 300 años en el trono, logró asentarse nuevamente luego del exilio del rey Alfonso XIII, quien, junto con su familia, abandonó el país en 1931 tras el triunfo de la República.
En 1948 el general Franco y don Juan de Borbón, hijo del rey Alfonso XIII, firmaron un acuerdo que le permitió al joven príncipe Juan Carlos regresar a España para adelantar sus estudios.
La férrea educación a la que fue sometido era tan estricta que ni siquiera lo dejaban ir a cine. Su primera película la vio a los 16 años.
En 1955 ingresó a la Academia Militar de Zaragoza, en donde se preparó para servirle a su patria como militar. En la primavera del siguiente año don Juan Carlos vivió una de las experiencias más desgarradoras de su juventud a raíz de la muerte de su hermano Alfonso.
Los príncipes estaban en El Estoril pasando las vacaciones de Semana Santa y para entretenerse decidieron jugar con una pistola que Franco le había regalado a su padre. En medio del alboroto el arma se disparó, hiriendo al príncipe Alfonso, quien falleció a los pocos minutos.
La tragedia enlutó a la familia real y don Juan Carlos buscó refugio en las fuerzas armadas. Una vez terminada su formación castrense el futuro rey inició su noviazgo con la princesa Sofía de Grecia, no sin antes comunicarle sus planes de boda al general Franco, quien aprobó la unión. El matrimonio, celebrado en Atenas el 14 de mayo de 1962, se convirtió en el acontecimiento social de la época y al poco tiempo su felicidad se vio acrecentada con el nacimiento de sus tres hijos.
La muerte de Franco y la renuncia de los derechos dinásticos de don Juan de Borbón, conde de Barcelona, en favor de su hijo, hicieron posible que don Juan Carlos llegara al trono y comenzara la modernización de España. En 1978 se realizaron el primer referéndum para la Constitución y las primeras elecciones democráticas después de 40 años. Desde entonces el rey ha tenido que trabajar hombro a hombro con los dirigentes de turno para evitar que el sueño de un país próspero se derrumbe. Su momento de gloria, y el que lo consagró para siempre ante el pueblo español, fue en febrero de 1981 cuando un grupo de oficiales reaccionarios, comandados por el coronel Tejero, intentaron dar un golpe de Estado para detener el proceso democrático. La transición aún estaba en su primera etapa. Buena parte de la sociedad, escandalizada por el desorden, la inseguridad y el destape que invariablemente acompaña cualquier apertura, comenzó a sentir nostalgia del orden y la disciplina franquista. El rey enfrentaba un difícil dilema pues la democracia no era más que una apuesta. Su instinto le dijo que, si pensaba en el futuro de España y en su puesto en la historia, debía jugársela por la renovación. Su aparición en televisión esa noche, comunicándoselo al pueblo español, no sólo le ganó el respeto y la admiración del mundo entero sino que también consolidó la monarquía española.
Después de todo lo ocurrido en estos últimos 25 años se puede asegurar que las bodas de plata del rey Juan Carlos no son exclusivamente suyas, también son la celebración de un país que fue capaz de reconstruir su historia.